- Pesos para Todos:
- Pesos para el “Blue”
- Pesos para que crezcan los plazos fijos
- Pesos para construir e invertir baratito
- Pesos para que aumente el consumo y la demanda de importados
- Pesos para que suban los precios
- ¿Quedan cajas?
El esquema que tantas alegrías le dio a la política en los últimos diez años y que incluso llegó a ser definido como un “nuevo populismo sustentable” entró desde fines de 2011 en la incómoda región de los rendimientos decrecientes. El intento de solucionar la escasez de dólares resultante del aumento en las importaciones impulsado por la política una vez que el excedente de dólares se terminó, en conjunto con el financiamiento del BCRA a un fisco que entró en zona de déficit a pesar del aumento de 12 p.p. del PIB en la recaudación y que paga sin refinanciar todos los vencimientos de capital de su deuda, derivó en un salto en la brecha cambiaria que al cierre de este informe -dependiendo del horario- supera al 90%.
Venimos sosteniendo que la magnitud de la brecha actual no tiene relación ni con la recomposición de la competitividad que requieren muchos sectores exportadores (dólar más parecido a $6,5), ni con la relación de convertibilidad implícita en el cociente entre base monetaria y reservas (dólar de $7,4). Más bien se asemeja en cambio al tipo de cambio real multilateral de 2002 en pleno overshooting cambiario. No tiene relación pero en medio de la “manía” sigue escalando. Es evidente que hay un nivel al cual la brecha se estabiliza, aquel en el cual el precio de los activos locales es lo suficientemente bajo como para gatillar la oferta de dólares; sin embargo, también es cierto que ese nivel depende directamente de la percepción del riesgo de acumular activos en Argentina en un contexto donde la tasa de interés que remunera al ahorro es de 15,5% anual frente a una inflación “controlada” en torno a 22/23%.
La brecha tiene costos, y más allá del debate respecto a la irrelevancia o no de un mercado pequeño e “ilegal”, ésta incomoda a la política, sobre todo en momentos de corrección brusca como los vividos en la última semana. En esta coyuntura cualquier intento de acelerar la pauta de devaluación y/o aumentar fuerte la tasa de interés, tiene efectos de corto plazo recesivos y/o inflacionarios que el Gobierno naturalmente procura evitar intentando llegar a Octubre con la economía creciendo lo más posible y la inflación lo menos. Y si bien el uso creciente de parches y la gran creatividad en la generación de nuevas cajas tiene cada vez menos efectos sobre cantidades y más sobre precios, todavía no estamos en una coyuntura de desplome en la demanda de pesos, sólo que su crecimiento no alcanza para absorber el crecimiento aún mayor de la oferta. Dicho de otro modo, y tomando prestada la publicidad del futbol, hoy parece haber “Pesos para todo(s)”, a saber: hay pesos para incentivar la suba en la brecha (ahora son los pesos derivados de la liquidación de la cosecha), pesos para que los plazos fijos sigan creciendo a un ritmo de 43% i.a. (suben poco en el margen pero no caen aún con esta tasa de interés), pesos para incentivar el consumo a tasas bajas sobre todo de bienes durables (vale recordar que si el BCRA no financia la fuga, los pesos que se van al dólar marginal cambian de manos, pero siguen en la economía), pesos para invertir y construir baratito (US$550 el m2 de construcción) y pesos para facilitar la mantención del actual ritmo inflacionario (los controles se empiezan a aflojar en mayo pero además el no traslado de la brecha cambiaria a precios se explica por el abastecimiento del mercado de cambios a la demanda creciente de bienes y servicios importados).
Desde abril y por algunos meses más, el BCRA contará con dólares adicionales. Después, el dinamismo de las importaciones que va a requerir la política seguramente volverá a impactar en las reservas del BCRA. A menos que aparezca alguna caja adicional. Sumariamente, ya se apeló a los fondos de jubilaciones, al Balance del BCRA, se limitó el giro de utilidades al exterior, se obligó a liquidar en el país la totalidad de las exportaciones y se acortaron los plazos de liquidación, se creo un impuesto al uso de tarjetas en dólares y al pago de servicios turísticos al exterior, y se cambió la normativa de valuación de los CEDEAR s. ¿Quedan cajas?, seguramente, aunque probablemente la magnitud y efectividad de las mismas resulte cada vez menor: balas de menor calibre.
Obviamente la principal caja a la que podría apelar el Gobierno en un mundo de tasas de interés cero, debería ser el crédito, al menos para evitar el pago de amortizaciones de capital de la deuda pública y la disminución consecuente de las Reservas Internacionales. Pero es sabido que cuando se plantea este argumento, nunca falta un infeliz que aporta en medio del debate: “vos sos de los que nos quieren volver a endeudar”. Así, el intercambio de ideas se torna arduo.