La cuenta de dólares y pesos, un mes después
¿Piso en la actividad, Techo en la inflación?
Elecciones: dos lecturas
¿Y después del 14 de noviembre?
El Péndulo periférico
Finalmente, el Gobierno se tiró a transitar los meses que restan a las elecciones sin un acuerdo con el FMI que descomprima los vencimientos apostando a maximizar el uso de los US$12.000 millones adicionales que, cual “maná del cielo”, le lloverán este año por la emisión de DEGs del FMI y el salto en el precio de la soja.
Pasó lo que tenía que pasar. Tal como en “crónica de una corrida anunciada”, la presión sobre la brecha cambiaria que había arrancado a mediados de junio se profundizó en el séptimo mes del año con una suba de casi 10% en el dólar marginal. Los controles cruzados de capitales entre la CNV y el BCRA de mediados de julio apenas “funcionaron” unos días, y la demanda de dólares financieros retornó con fuerza. A pesar de que la liquidación del agro se sostuvo en niveles muy elevados, las reservas netas hicieron techo y acumulan una caída de casi US$1.300 millones desde el pico de US$7.300 millones de mediados de julio.
Las menores compras en el MULC, el uso creciente de dólares para intervenir en la brecha cambiaria y el reloj del pago a organismos internacionales explicaron la caída de las reservas netas y retroalimentan las expectativas frente a la concentración de vencimientos en dólares a organismos internacionales de los próximos meses.
El dólar SENEBI de $179 es “recontra alto” y contrasta con un dólar de $160 a precios de hoy en el pico de 2002, y sólo se explica por la falta de horizonte después del 14 de noviembre; mientras el BCRA empieza a perder sistemáticamente reservas y el Tesoro encuentra algunas dificultades para refinanciar los vencimientos de pesos. Puntualmente esta semana vencieron $225.000 millones, de los cuales un 17% estaban en manos de no residentes. La licitación de instrumentos indexados (incluyendo la extensión de dos emisiones dólar linked) intentando estirar plazos para 2022, no alcanzó. Sólo consiguió colocar $146.000 millones, por lo que la diferencia seguramente va a tener que ser cubierta por transferencias del BCRA que después va a tener que esterilizar y el Tesoro deberá ofrecer instrumentos más atractivos en las próximas licitaciones que contemplen una suba de tasa para las colocaciones cortas.
Para el segundo semestre esperamos un freno en la corrección fiscal observada en la primera mitad del año. En parte porque los ingresos extraordinarios ya no están, en parte porque la licuación de las jubilaciones que coordinó el salto en la inflación con la nueva fórmula de movilidad empieza a revertirse, en parte por la propia dinámica electoral. De momento, los anuncios de mayores gastos vienen siendo moderados. Cómo si la política hubiera quedado atrapada también en la ilusión monetaria implícita en “montos con muchos ceros”. Por lo pronto, la sumatoria de la ampliación de los programas sociales anunciada hasta hoy alcanza a $275.000 millones, 0,64% del PIB, frente a los casi 3,4% del PIB gastados en 2020.
Seguimos manejando un déficit primario en torno a 3,1% del PIB, para todo 2021, 2,6% del PIB en el segundo semestre. En monto, el déficit ascendería a $1,4 billones (no muy distinto del incluido en el presupuesto para el SPNF). Con esta proyección el déficit remanente en los cinco meses restantes ascendería a $1,05 billones. A este se suman vencimientos de capital e intereses en el mercado por $0,8 billones. El roll over y la capacidad para financiar parte de la brecha fiscal en el mercado de pesos es lo que empieza a ponerse a prueba y presiona sobre el programa monetario que eventualmente va requerir más pesos del BCRA (que deben ser retirados por Leliqs y/o Pases).
La presión cambiaria convive con una aceleración de la vacunación y una descompresión del sistema de salud. En simultáneo convive con un rebote de la economía desde junio que coincide con la reapertura de actividades, y el impulso electoral que presiona sobre la brecha, la inflación, pero también tiene algún efecto sobre las cantidades. La desaceleración de la inflación se da más lento, como contracara del impulso a los salarios, la baja del impuesto a las ganancias y la escalada de la brecha cambiaria que incentiva a “sacarse los pesos de encima”. En nuestro escenario, el año cierra con 49% de inflación y un crecimiento del 7,3% (básicamente por arrastre).
Por lo pronto, la Argentina “continúa” después del 14 de noviembre, y la concentración de vencimientos en dólares en el primer trimestre torna imperioso un programa con el FMI rápido. Programa que debe pasar por el Congreso lo cual requiere acuerdos que son más fáciles de conseguir si se ordenan los liderazgos dentro de los espacios después de una elección que a priori luce va a estar pareja y no va a definir cambios relevantes en el Congreso. Difícilmente el Gobierno pierda la mayoría en el Senado (hoy tiene 5 senadores más) y difícilmente consiga quórum propio en diputados (le faltan 10 diputados).
Finalmente, incluimos un primer esbozo del programa y del escenario 2022 en cuya consistencia y ejercicios de sensibilidad estamos trabajando y presentaremos en breve en otro informe, y una nota que llamamos “El péndulo periférico” donde intentamos enmarcar las internas dentro de la propia coalición de gobierno en un mundo cuyo dinamismo se aceleró con la Pandemia.