¿Alcanza o se convierte en un boomerang?
El gobierno sigue apuntando a ganar tiempo, recurriendo a desdoblar sucesivamente el tipo de cambio a fin de administrar la creciente escasez de reservas que enfrenta, antes de encarar un programa de estabilización cuyos costos cada día que pasan son más altos.
El objetivo de “devaluar en cuotas para distintos sectores” y seguir cerrando el cepo es intentar patear la pelota para la próxima administración sin un salto devaluatorio discreto, apuntando a contener la inercia inflacionaria no mucho más allá de los niveles actuales y tratando de afectar lo menos posible la actividad que se encuentra montada sobre un nivel de importaciones no financiable, sin reservas y sin crédito.
Con un horizonte finito al cambio de gobierno, con un mundo cada día más complicado (tasas más altas, precios de commodities más bajos y países entrando en recesión), con una sequía afectando las proyecciones de cosecha y con riesgos ciertos de que la tregua dentro de la coalición de gobierno que implicó la llegada de Massa al ministerio de economía se resquebraje, las chances de que salga bien un plan de estabilización son bajas.
Como venimos sosteniendo, detrás de la inflación, de una violentísima dispersión de precios relativos (bienes muy caros, servicios regulados muy baratos y un salario muy desinflado sobre todo en sectores informales), y de una brecha cambiaria arriba del 100%, aparece el deterioro creciente del balance del BCRA al cual simplificadamente le sobran pesos y le faltan dólares. Y por como el gobierno viene manejando la coyuntura, cada vez le van a sobrar más pesos y le van a faltar más dólares. Parados a hoy, el déficit cuasifiscal por los intereses de los pasivos remunerados (Leliqs más Pases) es el doble del déficit fiscal de agosto ($550.000 millones vs. $225.000 millones).
Montado sobre esta coyuntura, cualquier intento de congelamiento de los precios y del dólar oficial, solo agudizaría la escasez en una economía que debe reducir su nivel de importaciones en más de un 20% (de USD6.200 millones mensuales netos de energía a USD5.000/4.500 millones mensuales). Por ende también impactaría en la brecha cambiaria y en la creación de mercados paralelos de bienes y servicios. La dinámica podría ser aún más perversa si en la negociación con las empresas se les ofreciera a cambio del congelamiento de sus precios un dólar de exportación más alto que el de importación. Sobre todo, porque la propia escasez de divisas hace que la promesa de acceder al mercado de cambios oficial no sea viable.
Faltan: diez meses para las PASO (sino se cancelan) y catorce meses para el cambio de gobierno, una eternidad para el nivel de nominalidad creciente. Con una inflación que corre al 6,2% mensual en septiembre (106% anualizado), con paritarias que se reabrieron después del conflicto con los trabajadores de neumáticos y por tres o cuatro meses se colocaron al 10% mensual (200% anualizado). Con un dólar que sube diariamente a un ritmo de 6,4% mensual (110% anualizado), y con tarifas que, más allá de la postergación del esquema de aumentos anunciados por Massa cuando asumió como ministro, deberían correr por encima de la inflación.
Sin anclas a la vista, los riesgos de una nueva escalada en la nominalidad son altísimos, sobre todo si no aparece un esquema de cooperación entre el gobierno que llega y el que se va. Léase por cooperación que se respeten los contratos en moneda local, o que al menos no se avise que no se van a respetar. Es que si no hay contratos en pesos que te permitan transitar de un gobierno a otro, el excedente de pesos creciente va a buscar cobertura en el dólar marginal y/o en el mercado de bienes agudizando la escalada inflacionaria. Sobre todo, si la restricción de divisas obliga a seguir cerrando la economía duplicando el número de licencias no automáticas y encareciendo el precio local de los bienes.
No se construye una hiper de la noche a la mañana. Pero estamos trabajando activamente en forzar un nuevo cambio de régimen inflacionario que hoy ya corre arriba de tres dígitos anuales con precios relativos rezagados (dólar, tarifas y combustibles), con una economía muy cerrada, paritarias que empiezan a escalar, una política fiscal y monetaria que necesita (y además coordina) que la inflación se acelere y un déficit cuasi fiscal que empieza a ser preocupante en un contexto donde la tasa de interés de dólares pricea el default.
Literalmente es una olla a presión, que requiere que se enfríe antes de sacar la tapa en el marco de un plan de estabilización. No hay margen para el gradualismo, pero el shock requiere consistencia y sobre todo administrar políticamente los efectos distributivos que provoca. Por el momento preferimos no ponerle números a un escenario disruptivo, aunque literalmente hoy “todas las pelotas” están en el aire.
El gobierno sigue apuntando a ganar tiempo, recurriendo a desdoblar sucesivamente el tipo de cambio a fin de administrar la creciente escasez de reservas que enfrenta, antes de encarar un programa de estabilización.
El objetivo de “devaluar en cuotas para distintos sectores” es intentar patear la pelota para la próxima administración sin un salto devaluatorio discreto, apuntando a contener la inercia inflacionaria no mucho más allá de los niveles actuales y tratando de afectar lo menos posible la actividad que se encuentra montada sobre un nivel de importaciones no financiable, sin reservas y sin crédito.