Los riesgos del experimento libertario
(Después de 20 años de populismo con el interregno fallido de Macri)
Hace más de un año venimos hablando del riesgo de transición entre un esquema de represión financiera perverso y un esquema de mayor libertad económica montado sobre un balance del BCRA cada día más complicado. Pero el sainete de los últimos días, ni siquiera el mejor libretista de Netflix podría haberlo ideado.
La combinación de un ministro dispuesto a todo con tal de ganar una elección y un candidato outsider con serias chances de ganar respondiendo “Jamás, jamás en pesos… el Peso es excremento” frente a una pregunta de un periodista sobre qué le recomendaría hacer a alguien que tiene que renovar un plazo fijo, genera una adrenalina adicional a una dinámica muy complicada. La escalada de los dólares financieros se aceleró y el presidente de la Nación no tuvo mejor idea que hacerle una denuncia penal al candidato con más votos por “incitar a la corrida contra el peso”. Frente a esta sobrerreacción, el candidato de la LLA llamó a una conferencia de prensa, reafirmando lo dicho en la entrevista del lunes y avisando que “si quieren detener a los culpables, mírense en el espejo”. Casi en simultáneo, el Ministro-Candidato, pidió un examen psicológico a los candidatos, recordando que un “presidente borracho nos llevó a una guerra” (en relación a Galtieri y la guerra de Malvinas) y, no falto de reflejos, Milei respondió pidiendo un examen de economía para ver la idoneidad del abogado Massa para ser ministro de economía.
El vale todo de la política está tomando ribetes impredecibles; ponerle números a esta nominalidad es literalmente ciencia ficción. Es que ya no hablamos sólo de remover el cepo, hoy hablamos de “dolarizar sin dólares” con una hiper corta.
Si el camino a la dolarización es creíble, el único contrato que cubre la transición es el dólar financiero en sus distintas versiones, pero las restricciones cruzadas para acceder operan cada día con más fuerza generando una demanda infinita de activos financieros y bienes contra pesos que queman en el bolsillo. Los contratos de la deuda en pesos que cotizan sobre la paridad, pierden relevancia si la amenaza es creíble, ya que aún los indexados al dólar oficial que en rigor son contratos en dólares pagaderos en pesos, ex post pasarían a valer igual que el resto de la deuda en dólares (hoy 27 ctvs). La incertidumbre sobre el manejo de las Leliqs y consecuentemente de los depósitos si se avanza en un esquema de estas características, está generando una corrida dentro del propio sistema, desde plazos fijos a cuentas transaccionales. Y también una corrida dentro de los propios fondos ya no sólo hacia los más líquidos (T0) que también tienen plazos fijos, sino a aquellos que tienen instrumentos dollar linked privados cuyas suscripciones se están literalmente cerrando.
Aún pensando que el teorema de Baglini va a operar y la dolarización no era más que una estrategia de campaña (como el salariazo y la Revolución productiva de Menem en 1989), gatillar la corrida y acelerar la nominalidad frente a una inflación de dos dígitos mensual no es la mejor idea para arrancar un programa de estabilización. Programa que como venimos diciendo, requiere además sea acompañado por reformas que apuntalen la productividad sistémica y acuerdos que aseguren la gobernabilidad.
El margen para el gradualismo que había en 2015, hoy no está. Se requiere un shock, que corrija la distorsión de precios relativos de arranque y fije un ancla creíble que permita avanzar en lo anterior. La pregunta no es si lo que viene es shock o gradualismo, sino si es “shock controlado” (para no sobrereaccionar con la tasa de interés de pesos y disponer mecanismos compensatorios que permitan negociar la desindexación del gasto), o “shock descontrolado” que escale la nominalidad en forma permanente y/o obligue a la ruptura de contratos.
La comparación con la transición caótica en 1989 entre el gobierno de Raúl Alfonsin y el de Carlos Menem que venimos comentando en nuestros informes empieza a tomar cada vez más entidad, no tanto por las condiciones iniciales, sino por la irresponsabilidad de ambas partes de forzar hasta el final la elección. Hoy hay cepo, no un desdoblamiento formal como había entonces; la indexación de partida es hoy muchísimo menor; el sistema financiero no tiene “pufos” en los balances que requieran redescuentos; los depósitos a plazo se hacen a un mes y no a siete días como entonces y, el 30% de los depósitos todavía son transaccionales, en ese momento menos del 5%. La situación de partida hoy (con matices), es más parecida a la previa al Rodrigazo cuando Celestino Rodrigo decidió corregir con un shock los precios relativos (dólar, tarifas y combustibles) suponiendo que manejaba la paritaria y coordinó un cambio en el régimen inflacionario que duró más de 15 años con inflación arriba del 100% anual (varios arriba del 300% anual). Y también dista de la vivida en 2001 cuando la regla cambiaria rígida y la ausencia del prestamista de última instancia frente al shock externo (sobre todo después de la devaluación de Brasil), derivó en el corralito y el default.
Hablando en tercera persona (como analista y no candidato con chances serias de ganar), Milei sostuvo que esta crisis era una combinación perversa de las tres que operaron en el pasado: 1975 (Rodrigazo), 1989 (Hiperinflación x 2 + Plan Bonex) y 2001 (Corralito y Default). Si gana y avanza efectivamente en la dolarización contable sin dólares después de una liberalización rápida del cepo, puede terminar coordinando (en primera persona) una combinación perversa de las tres crisis bautizando con nombre propio el nuevo evento, eximiendo de culpa y cargo al Kircherismo que podría, una vez más, renacer de las cenizas. Veremos si es igual que Menem o es Menem al revés.