El escenario de reversión de la salida de capitales que asomaba a fines de agosto se generalizó en septiembre, mes en el que el BCRA pasó a comprar la mayor parte del excedente de dólares del Sector Externo para evitar que el tipo de cambio nominal se aprecie. Esta situación generó un desplome en las expectativas de devaluación implícitas en los futuros del peso y junto a ella una corrección a la baja en las proyecciones de tipo de cambio que en nuestro escenario base se ubican en $/US$3,87 a fin de año y en $/US$4,28 a fines del próximo. En este contexto de normalización financiera, los retornos de la deuda bajan sin escalas y permiten que la Argentina se transforme en “el país más riesgoso del planeta” con una deuda que rinde 12%, apenas por encima de los Bonos Venezolanos. El Boden 15 llegó a rendir casi 50% en marzo pasado. La sola posibilidad de colocar deuda en el mercado aún cuando esto se haga a tasas que duplican el 5,8% de Brasil por deuda a 30 años o el 6,4% de Uruguay por deuda a 15 años, generó un círculo virtuoso que repercute sobre los precios de los bonos, pero en forma indirecta sobre la oferta de dólares y el nivel de actividad. Pasamos en apenas dos meses de un escenario sin crédito y necesidad de devaluar la moneda para financiar vía impuesto inflacionario y retenciones la brecha en 2010, a un escenario en donde el crédito asoma y las proyecciones de devaluación se derrumban. ¿Que cambió en estos meses? Por un lado un mundo en que la enorme liquidez inyectada a la economía mundial para evitar la depresión, intenta ahora, que desapareció el pánico, ser alocada en activos que todavía tienen valor. Pero también un Gobierno que luego de las elecciones y con menos caja para transitar los dos años que le quedan, muestra señales al mercado y avanza en concretar los anuncios realizados: canje de deuda indexada, acercamiento “técnico” al FMI, arreglo con holdouts y Club de Paris.En efecto luego de un paréntesis en donde muchos sostenían que Argentina se caía, sin ahorros ni crédito para enfrentar la parte baja del ciclo y con una sequía que destruyó una tercera parte de la producción agrícola (que explican al menos 1,5 p.p. de la caída del PIB en 2009), volvimos a un escenario similar al que regía en la segunda mitad de 2006. En ese momento se imponía la discusión de una agenda larga para tomar el camino al desarrollo, pero el tren al pleno empleo todavía tenía por delante varias estaciones con los problemas de inflación y congestión que empezaban a hacerse evidentes. La caída en el nivel de actividad que se inicia en octubre de 2008 y acumuló hasta julio pasado (mes en que el consumo se vio fuertemente afectado por la gripe A) 7%, deja capacidad ociosa para volver a crecer en la mayoría de los sectores sin necesidad de nuevas inversiones, sectores que a su vez redujeron bruscamente sus stocks durante los últimos meses. Desde el lado de la demanda, las expectativas de devaluación se vuelven a ubicar por debajo de la tasa de interés y de la tasa de inflación, situación que empieza a estimular el consumo local, el Gasto público sigue cebando el crecimiento (con aumentos que se sostienen en el 28% i.a. luego del 40% i.a. de los meses previos a las elecciones) y el sector externo vuelve a tirar a partir de una mayor demanda de bienes durables, fundamentalmente vía Brasil que aplicó una agresiva política contracíclica. Pero la principal noticia económica es la lluvia, y el impacto que tendrá sobre la próxima cosecha que, aunque menor a la de 2007-2008 se estima 40% mayor que la del año actual afectada por la sequía. Esto último no es menor, ya que este aumento adicionaría en forma directa e indirecta nada menos que 2 p.p. al crecimiento para 2010 que estimamos en nuestro escenario base –sin apertura al crédito- en 4,2% con 15,5% inflación (puja distributiva mediante que más que compensa la menor devaluación), pero que se eleva hasta el 6% con una inflación superior al 17% si el Gobierno abre el crédito. Pero además, el aumento en la producción del sector agropecuario permitiría compensar por el lado del sector externo el aumento en las importaciones en una economía que empieza a arrancar, y que en otro contexto hubiera generado una escasez de divisas por la cuenta corriente. Y este aumento en los volúmenes de comercio permitirá el próximo año una recomposición de la recaudación por aduana (25% del total) que luego de caer 20% en 2008 (amortiguada por una devaluación del 20% en promedio) crecería más de 30% en 2010 (aún con la corrección a la baja que realizamos en las proyecciones de tipo de cambio). En tanto la normalización financiera deja recursos adicionales al Tesoro vía ganancias del BCRA por tenencia de títulos públicos que se suman a la devaluación del 11% acumulada entre puntas en lo que va del año. Es decir, aún sin una agenda de largo plazo la capacidad de recuperación de la economía en 2010 es enorme. En 2011, las cajas adicionales no están y es probable que el escenario de liquidez mundial se empiece a ver restringido, pero difícilmente el año electoral sea aquel en donde se empiecen a discutir las cuestiones de largo plazo en la economía. Lo más probable es que el gasto público siga cebando el crecimiento y la inflación, aun cuando las demandas para aumentar el gasto por parte de la oposición deberían empezar a menguar a medida que se acerque el cambio de Gobierno (Teorema de Baglini). La agenda antiinflacionaria, el ajuste de precios relativos, y el clima para la inversión serán necesariamente los problemas de la próxima gestión. La crisis internacional, su resolución y las lluvias permitirán, luego del tropiezo de 2009, extender el escenario K de crecimiento con inflación, sin avanzar con la agenda larga. *Economista y Directora de Estudio Bein.