La combinación del precio de la soja en la zona de US$350 la TN con el tropiezo de la agenda al crédito que venía encarando el Gobierno desde fines de 2013, dejó al descubierto un nivel de actividad local no financiable. De alguna forma los US$1.600 dólares por habitante de importaciones proyectados para 2014 (13% por debajo de los utilizados en 2011, pero 48% por encima de los utilizados en 1998), chocan con un BCRA que decidió empezar a cuidar las Reservas, y a diferencia de lo ocurrido hasta ahora desde que se implementó el cepo, restringir también pagos de importaciones en sectores deficitarios. El aumento en la tensión cambiaria observado en las últimas semanas y que se reflejó en un salto en la brecha a 75% en el dólar de contado con liquidación, es en gran medida consecuencia de la escasez de divisas resultante y de un Gobierno que sin tomar nota de sus costos, intenta volver a impulsar el nivel de actividad por la vía fiscal. Pero sin dólares para financiar importaciones, la capacidad de las medidas de política sostener sobre el consumo interno luce limitada, en tanto los costos negativos de la brecha cambiaria sobre la inflación pueden ser mayores a los vividos hasta ahora cuando el BCRA abastecía la demanda de dólares oficiales para pagos de importaciones de bienes y servicios.
Parados a hoy, lo que empezó como un intento de minimizar el riesgo RUFO, se convirtió en el eje central de un discurso nacional y popular que fuerza la antinomia Patria o Buitres. Antinomia que en un contexto de escasez de divisas como el actual y con los fuertes vencimientos de deuda de 2015 podría traducirse entre crecer al 3% (Escenario de negociación rápida) o caer al -3% (Escenario de sostener la diatriba y no negociar hasta el 2016). Y si bien la aprobación express de la ley Pago de deuda Soberana que incluye el intento de sortear el fallo brinda indicios de que lo que estamos viendo es más “malvinización” que “teatro”, también es cierto que las chances de que el proyecto “salga bien” en el sentido de que se pueda salir del default sin crear nuevos holdouts, lucen ciertamente acotadas. Es por esto que la dicotomía entre los escenarios binarios vuelve a acentuarse en un contexto donde las presiones cambiarias originadas en la propia escasez (hoy el principal costo del default) nos llevan a pensar que el giro al crédito en el primer trimestre del año próximo sigue siendo el escenario más probable. Claro que la eficacia de la negociación puede no ser tan elevada y la misma extenderse algunos meses en el año, situación que llevaría a un escenario intermedio. Al final de cuentas, el efecto de la “frazada corta” implícito en la escasez de dólares, deriva en dos situaciones posibles. O bien el Gobierno administra la escasez moderando la política fiscal y reaccionando desde el lado monetario lo que sea necesario para estabilizar la demanda de pesos con impactos recesivos indudables o bien en la medida que los costos asociados al camino adoptado aparezcan, decide moderar la pelea y retomar a la agenda del crédito vía la negociación.