Con reservas que ya perforaron el piso de US$33.000 millones y un ritmo de ventas en el mercado cambiario que se ubicó en US$2.000 millones en octubre (el mismo que se registró en igual mes de 2011 cuando todavía no estaba vigente el cepo cambiario), las medidas que el mercado esperaba para encarar el déficit del sector de turismo (incluyendo compras vía tarjetas de crédito) se siguen dilatando. El mismo resulta el “candidato” obvio para intentar emparchar la fuga de divisas, toda vez que encarar cualquier otro de los desequilibrios (principalmente energía, sector de electrónica de consumo y sector automotor) tiene evidentes costos en términos de actividad, aunque de momento, aunque, con la Presidenta recién retomando sus funciones a pleno este lunes, de momento no hubo un arbitro que permitiera consensuar las distintas posturas al interior del Gobierno. Esta situación marca una diferencia considerable respecto a 2011, cuando el Gobierno parecía dispuesto a no resignar reservas por la vía de la formación de activos externos del sector privado y tomó medidas contundentes (como la instauración de los controles en tiempo real de la AFIP) a tan sólo cuatro días de las elecciones. En el caso actual, tras las elecciones la política intentó avanzar en algunas medidas que permitieran ampliar la oferta de divisas, aunque de momento sin mayores resultados. Sin encarar la inconsistencia que representa una tasa de interés para el financiamiento en pesos (en torno al 18/23% para los adelantos en cuenta corriente de corto plazo) bien por debajo del ritmo anualizado de corrimiento de la paridad cambiaria oficial (45% en el margen), el BCRA apuntó a cortar el fondeo en pesos a grandes empresas exportadoras, que en los últimos meses comenzaron a recurrir a los pesos del sistema financiero local para cancelar líneas en moneda extranjera o bien para financiar capital de trabajo y llevar a un nivel de retención de cosecha por encima del promedio para esta época del año. La medida pareció tener un efecto inmediato en la primera jornada hábil de vigencia, que llevó a una liquidación de divisas de US$597 millones en la semana, superando ampliamente el promedio de las últimas cuatro semanas (en torno a US$350 millones) aunque en los días siguientes el BCRA volvió a intervenir vendiendo divisas en el mercado cambiario ante el desequilibrio entre la oferta y la demanda. El recorte de las líneas en pesos al sector exportador, no obstante, implica de hecho un redireccionamiento del crédito hacia otros sectores al retirar del mercado a un actor que se había convertido en uno de los principales demandantes de financiamiento en pesos en el sistema financiero local, y había llevado a un achicamiento en la liquidez del sistema que derivó en la suba de la tasa Badlar Bancos Privados por encima del 19%. La obligación de cancelar estas líneas podría derivar de hecho en una presión bajista sobre las tasas de interés, exacerbando la inconsistencia entre tasas y tipo de cambio que maximiza la pérdida de reservas e implicando un subsidio hacia sectores que orientan su producción al mercado interno y ya disponen de elevados niveles de protección. Una menor tasa de interés en pesos podría seguir incentivando la acumulación de stocks vía un aumento en las importaciones, con un impacto adicional sobre la estadística de reservas. Esta situación resulta otro ejemplo de la sabana corta que caracteriza a la política monetaria cuando no se la piensa en un contexto de equilibrio general, y que implica que cualquier medida que no encare la inconsistencia entre la tasa en pesos y la dinámica del tipo de cambio, en un contexto de brecha cambiaria, necesariamente tendrá un impacto de corto plazo (aunque no necesariamente nulo) y con efectos potencialmente contrapuestos en otros mercados. |