Bancos Centrales en la primera línea de fuego
¿Hay riesgos de aceleración inflacionaria en el mediano plazo?
La dinámica de los precios de los activos financieros
Capitales a Países Emergentes… ¿Y el crecimiento?
El impacto del coronavirus sobre la economía mundial ha ido mutando con una velocidad inusitada.
En enero, el FMI publicó el WEO con un crecimiento proyectado de la economía mundial del 3,3%, y sin ninguna mención al Coronavirus, aun cuando en China los contagios ya se habían disparado y el freno en la producción empezaba a afectar las cadenas globales de valor.
En febrero, con China poniendo ciudades enteras en cuarentena, con impactos contundentes sobre las cadenas globales de producción y con la aparición de los primeros contagios en Italia, Japón y Corea, los análisis sobre la economía global de Bancos y Fondos de Inversión empezaron a incorporar al virus en las proyecciones. Todavía el impacto financiero era acotado, y las bolsas en USA estaban por alcanzar nuevos récords.
A fines de febrero, la dinámica se aceleró. Los contagios se empezaron a propagar a un ritmo acelerado, y empezaban las noticias sobre el congestionamiento de los sistemas de salud en Italia y España. Entre el 10 y el 20 de marzo, los países fueron anunciando en forma escalonada el inicio de las cuarentenas y el cierre de fronteras. Hacia a fines de marzo, un tercio de la población mundial estaba en cuarentena y el 90% de las fronteras entre países se había cerrado. Los números de contagios y muertes escalaban, y la corrección de los mercados se profundizó. Los índices accionarios acumulaban en pocos días caídas mayores al 30%, los precios de los commodities se desplomaban, las monedas de los países emergentes se devaluaban y el riesgo país se disparaba. En el pico de la crisis ni siquiera los bonos del tesoro americano y el oro funcionaban como reserva de valor, por unos días la decisión era mantener el cash en las cuentas. En simultáneo al cierre de las economías, se avanzó con una catarata de medidas de los distintos bancos centrales que anunciaban en simultáneo tasas cero y una enorme inyección de liquidez que incluía la compra de deuda y activos de empresas (y bonos de países de la periferia como Italia, España y Grecia en el caso del Banco Central Europeo) y la puesta en marcha de programas fiscales compensatorios gigantescos con anuncios que implicaban tanto medidas fiscales directas como el otorgamiento de garantías de préstamo que en algunos casos superaban los 20 p.p. del PIB.
En abril, mientras las noticias se centraban en la cantidad de contagios y muertos en Europa y en Nueva York, el contagio financiero había empezado a ceder y los precios de los activos a normalizarse, con una inyección de liquidez que prácticamente duplicó la hoja de balance de la Fed. Los pronósticos sobre el crecimiento global se desplomaron, el FMI pronosticaba una caída de 3% para la economía mundial (6,3 p.p. menos que en enero), con epicentro en el segundo trimestre del año con proyecciones de caída global que superaban el 12% trimestral. La salida de capitales de emergentes totalizaba 120 mil millones de dólares, el doble en porcentaje del PIB de la que se evidenció durante la salida en la crisis subprime.
Desde fines de mayo, la virulencia del virus en el mundo desarrollado empezó a ceder y la propagación se empezó a extender al mundo en desarrollo. Para entonces, la recuperación en los precios de los activos financieros empezaba a transformarse en euforia impulsada por la enorme inyección de liquidez. Las bolsas recuperaron dos terceras partes de los valores previos a la crisis y se empezaron a abrir los mercados aún para los países emergentes. En el último mes colocó deuda en el mercado Brasil, Chile, Colombia, Perú, Paraguay y México, en tanto las monedas emergentes acotaron la devaluación. El Real pasó de casi R$6 a principios de abril a R$5 reales al cierre de este informe. Los commodities también pegaron la vuelta. El barril de Petróleo que valía US$65 en enero, llegó a tener valores negativos a fines de abril y hoy en la zona de US$36/38.
Mientras el mundo desarrollado avanza en una normalización mucho más rápida de la esperada apenas dos meses atrás con un levantamiento de las cuarentenas y la reapertura de fronteras, el mundo en desarrollo todavía enfrenta el pico de los contagios. Las imágenes de la nueva normalidad en la primavera del mundo desarrollado no lucen tan distintas de las previas al COVID-19. Aunque los problemas previos ahora quedan a la vista frente al manejo de la crisis: mayor endeudamiento de los países desarrollados y emergentes, mayores problemas distributivos y su impacto sobre las democracias liberales cruzadas por los sistemas de rastreo habilitados para contener la pandemia, una acentuación de la guerra comercial en medio de la disputa por la nueva globalización, nacionalismos que se potencian con el cierre de fronteras y el impacto que esto tenga sobre la dinámica de precios a mediano plazo considerando además la inundación de liquidez que va a dejar la crisis.
Mientras no aparezca una vacuna o un tratamiento certero los riesgos de una nueva escalada en los contagios se mantienen, aunque son varios los estudios que sostienen una significativa caída en la virulencia y capacidad de contagio del virus al menos en Europa. En los últimos días, los mercados empezaron a encender algunas alarmas en torno a una “segunda ola de contagios” en USA. Pero lo cierto es que el salto en los contagios se da en Estados que no habían sufrido hasta ahora el COVID-19, como Texas o Arizona, y otros, como California o Florida, que nunca lograron aplanar la curva. Mientras tanto, Estados como Nueva York o New Jersey, que fueron el epicentro, mantienen de momento aplanada la curva mientras abren la economía. Lo mismo ocurre en Italia o España.
Al cierre de este informe la OECD actualizó las proyecciones para la economía global, y frente a la incertidumbre armó dos escenarios: con y sin rebrote del virus. En el primero la economía global cae 6% en 2020 y rebota 5,2% el próximo año. En el segundo la economía global cae 7,6% en 2020 y rebota sólo 2,8% el próximo año.
Los riesgos de que una “segunda ola” de contagios vuelva a golpear a las economías desarrolladas, obligándolas a reinstaurar las restricciones a la movilidad que se endurecieron durante marzo y abril, no puede descartarse. Es la propia FED la que pondera un fenómeno de rebrote en los contagios como el principal factor que podría afectar la recuperación y provocar una nueva caída en los niveles de actividad.
Pero también fue el mismo Powell quien el miércoles a la tarde, mientras daba una conferencia de prensa luego de haber publicado el comunicado de política monetaria, señaló de manera irónica: “No estamos pensando en subir las tasas de interés. Nosotros ni siquiera estamos pensando en pensar en subir las tasas de interés”. Con una doble negación, y desdeñando el famoso dicho “nunca digas nunca”, parece que la liquidez llegó para quedarse, al igual que la incertidumbre respecto al futuro inmediato.