China: Priorizando la agenda del crecimiento

Luego de la desaceleración del crecimiento experimentada durante el primer trimestre, con un PIB que pasó desde un ritmo de 7,4% a 5,9%, el estabilizador “discrecional” de la política monetaria y fiscal de China empieza a operar. Si bien el tamaño del estímulo está muy lejos del paquete de medidas implementado durante la crisis de 2008/9 frente al desplome del comercio global, todo parecería indicar que las nuevas medidas empezarían a estabilizar la inversión en activos fijos y las exportaciones: Desde el lado de la política monetaria: las nuevas líneas de préstamos del Banco Central a los bancos permitió revertir la presión alcista sobre el costo de fondeo de corto plazo de las firmas, generado por los problemas de liquidez de algunas entidades especializadas en real estate, donde la caída de los precios de los activos puso en jaque la cartera de préstamos. Al mismo tiempo, el Banco Central aumentó de 1% a 2% el rango de variación diaria del tipo de cambio con el objetivo de aumentar el margen de depreciación (debilidad) del yuan y así amortiguar el menor crecimiento de la inversión con una mayor demanda de exportaciones (i.e. ventas al exterior) hacia el resto del mundo. Bajo este contexto, durante los meses de mayo y junio, la balanza comercial (i.e. saldo resultante de la diferencia entre las ventas al exterior (exportaciones) y las compras desde el exterior (importaciones)) registró un superávit promedio de US$33.700 millones, frente a un nivel promedio de US$23.800 en el mismo período del año anterior. Desde el lado de la política fiscal, las autoridades anunciaron un paquete de estímulo concentrado en la inversión en infraestructura y en la reducción de la carga impositiva de pequeñas y medianas empresas. En algún punto, esta batería de medidas empieza a verse reflejada en una estabilización de la inversión: la desaceleración del crecimiento de la inversión fija parecería estabilizarse en un contexto donde el menor crecimiento de la inversión en los sectores manufacturero y de real estate empieza a verse amortiguado por la aceleración de la inversión en infraestructura asociada a los planes de estímulo fiscal. La contrapartida financiera de esta mayor inversión en infraestructura es el aumento en el ritmo de crecimiento del crédito y de los agregados monetarios resultante de un mayor financiamiento bancario. Una vez más, las autoridades chinas parecieran estar obligadas a seguir priorizando el crecimiento de corto plazo vía una mayor inversión y una recomposición de las exportaciones, en detrimento de la transición anunciada anteriormente por la planificación central, hacia un modelo de desarrollo con menos inversión residencial y mayor nivel de consumo privado, en pos de asegurar la meta de crecimiento de 7,5% en el corto plazo. Evidentemente, este tipo de políticas no implica una solución al problema fundamental de la economía china. Por eso, hasta tanto no se dé un verdadero aumento de la participación del consumo privado en la producción total, la rentabilidad de las empresas seguirá siendo limitada y los esfuerzos de estímulos con mayor gasto en infraestructura, si bien darán algo de aire transitorio al nivel de actividad, tendrán un resultado de corto plazo. De todas formas, una vez más, este escenario vuelve a beneficiar a los países emergentes exportadores de materias primas en un mundo donde China importa nada menos que el 61% del hierro que se comercializa a nivel global, el 43% de la soja, el 25% del cobre y el 9% del petróleo.