Las fuentes alternativas de divisas ayudan, pero no reemplazan la agenda al crédito

La intensificación en los controles cambiarios y la “sugerencia” a jugadores institucionales para que se desprendan de activos dolarizados contra pesos junto a la activación de varias fuentes alternativas de dólares en las últimas semanas contribuyeron a moderar la presión cambiaria, a descomprimir algo las restricciones cuantitativas y a enfriar las expectativas disruptivas sobre el futuro de corto plazo de la macroeconomía, mientras esta sigue “atravesando el desierto” a la espera de la expiración de la cláusula RUFO.

La venta de licencias de 3G y 4G, el ingreso del primer tramo del swap con China, la posibilidad de aparear el pago al  Club de París en mayo del año que viene con un ingreso de dólares del Banco de Francia y la mayor liquidación de divisas de las cerealeras luego del acuerdo con el Gobierno brindan a la política la oportunidad de recomponer parcialmente las reservas y/o moderar en el margen el impacto sobre el nivel de actividad de los frenos a las autorizaciones de importaciones. Cuanto más se priorice el objetivo de defender el nivel de reservas, menor será el impacto sobre el nivel de actividad, en un contexto donde nuestras proyecciones apuntan a una caída en el cuarto trimestre del año en torno al 4% i.a.

Aunque las cajas alternativas dan algo de aire a la política para transitar los meses que vienen y los controles pueden ser eficaces en contener la brecha por un tiempo considerablemente prolongado, la única manera que la economía tiene de revertir la recesión en un contexto de moderación en la presión cambiaria resulta la apertura de la cuenta financiera. Tanto por su impacto directo aportando dólares para financiar las importaciones requeridas para crecer en una economía con una matriz industrial intensiva en insumos importados como por su impacto indirecto vía una mejora en las expectativas, algo que incluso podría comenzar a sentirse una vez que el mercado comience a descontar un acuerdo. Acuerdo que no necesariamente llegaría rápido, considerando que hay dos partes en la negociación y que los propios holdouts podrían usufructuar a su favor la expectativa de una negociación con un futuro gobierno en términos más laxos, por lo que el impacto sobre la macroeconomía del año que viene podría depender no sólo de la voluntad del Gobierno de encarar conversaciones, sino de la propia dinámica que tomen estas últimas.

En cualquier escenario, creemos que el Gobierno va a descartar la opción de una corrección brusca en el tipo de cambio de referencia. Con un cepo que impide que sea el mercado el que “se lleve puestas” las reservas del BCRA, una devaluación generaría un fuerte impacto sobre el precio de los alimentos y otros artículos de primera necesidad, afectando considerablemente a los sectores más vulnerables como quedó evidenciado con el intento de corrección cambiaria de principios de año. Evidentemente, la política no puede manejar precios y cantidades, por lo que si no se logra retomar la agenda al crédito que quedó trunca con la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos luego de los rápidos acuerdos de pago de las asignaturas pendientes (CIADI, Repsol y Club de Paris), y abrir la cuenta capital, el manejo del grifo de pagos a los importadores probablemente se ajuste más. Y esto determina en forma directa los escenarios binarios que se plantean para el año que viene con y sin crédito. 

Evidentemente el crédito luce como la mejor opción para la política en el año electoral, aunque a mediano plazo, además de este, deberán encararse algunas correcciones que impidan que en el futuro la deuda vuelva a plantearse como un problema.