Como es habitual, en la columna del The New York Times, el reconocido Premio Nóbel de economía Paul Krugman publicó una nota acerca de la economía norteamericana. En esta edición el título The Big Zero hace referencia al transcurso de la última década (1999-2009), haciendo hincapié en la pobre performanceeconómica del período, principalmente en cuanto a la evolución del empleo y las ganancias económicas de los hogares y de los agentes que invirtieron en la bolsa, así como también con respecto a la incapacidad de aprendizaje de la sociedad.
En primer lugar, habría que aclarar que para el análisis de la tendencia de largo plazo sí importan los extremos temporales del período a estudiar. En este sentido, comparar 1999, año en que la utilización de la capacidad instalada promedió el 82,2% y el PBI creció 4,4% con un 2009 en que la capacidad instalada se encuentra 10,9 p.p. por debajo de aquélla producto del efecto residual de la Gran Recesión, implica introducir en el análisis de largo plazo el ruido del ciclo económico de corto. Así, a pesar de que para Krugman es sospechosamente “irrelevante” el hecho de que el milenio haya comenzado en el 2001, por cierto un año más parecido en sentido económico al 2009, la realidad dice que los extremos del período importan e influyen significativamente sobre las conclusiones. Bastaría con tomar la evolución del Nasdaq Composite Index: si comparamos el valor actual contra diciembre de 1999 la variación acumulada es de -42,7%, en cambio, si cambiamos la base de comparación por diciembre 2001, la variación resultante se torna positiva en 8,4%.
Por otro lado, Krugman explica que a lo largo de la última década básicamente no hubo creación de empleo. Una vez más en esta afirmación pesa mucho el factor temporal y el efecto del ciclo económico de corto, puesto que si el análisis se estira hacia diciembre del 2007, la creación de empleo urbano alcanzaría a 10.800.000 puestos de trabajo, cifra que se reduce a los 3.600.000 de puestos si extendemos el horizonte temporal hacia noviembre de 2009.
Ahora bien, dejando de lado el factor de la asimetría de los ciclos económicos en los extremos temporales del período objeto de estudio, nos metemos de lleno en las apreciaciones de Krugman en pos de arrojar mayor precisión numérica sobre el análisis de la década 1999-2009.
En primer lugar, hace referencia a que en esta “década pérdida” no hubo ganancias en el mercado de acciones, citando como ejemplo el índice Dow Jones que hacia 1999 rondaba los 10.000 puntos al igual que en la actualidad. En este punto Krugman olvidó incluir en la comparación los dividendos pagados por las empresas a los accionistas durante el período. Por lo tanto, si al índice Dow Jones se le incluyen los dividendos repartidos por las empresas, las ganancias por acciones serían significativamente mayores. Tomando los dividendos pagados por el ETF Diamond US Equity (que replica los movimientos del Dow Jones) la ganancia sólo por el pago de dividendos asciende al 23,1%, rendimiento que igualmente se licúa al tener en cuenta la inflación acumulada en el mismo período (+26,9%). Por caso, entre 1999-2009 los dividendos del índice S&P 500 promediaron el 1,7%. Evidentemente Krugman no tomó en cuenta el pago de dividendos de las acciones por lo que subestimó el cálculo del rendimiento arrojado por el índice Dow Jones.
También menciona que durante la década en cuestión no hubo ganancias económicas significativas en el patrimonio neto (equity) de los hogares. Sin embargo, analizando los números llegamos a la conclusión de que la riqueza neta en términos nominales (i.e. a precios corrientes) se incrementó un 39% en el período, variación explicada por la valorización de los inmuebles (+66,4%) y los activos financieros (+44,3%), en una economía inflada por el boom del crédito al consumo (+73,4% la suba acumulada). Aún descontando la inflación acumulada en el período por el deflactor del consumo (Personal Consumption Index), la expansión del equity de las familias ascendería a 9,5%, mientras que la de los inmuebles a un 31,1% y la de los activos financieros a un 13,7%.
Asimismo, tomando como referencia el índice Case-Shiller, los precios de las viviendas escalaron un 76,3% durante 1999-2009. Con respecto a los precios relativos de las casas (deflactado por el IPC despojado de los precios de las viviendas), el incremento de los precios en el período asciende al 35,8%, superando ampliamente la performance de las década anterior (-0,1%).
En relación a los flujos de los hogares cabe destacar que la trayectoria del ingreso disponible marca un aumento acumulado de 66,9%, variación que se transforma en un 31,5% tomando los precios constantes. De esta manera, durante la década analizada, los norteamericanos no sólo mantuvieron el poder adquisitivo de sus ingresos, sino que lograron incrementarlo -estabilidad de precios mediante- (+2,2% i.a. el promedio del período 1999-2009).
Resumiendo, estimamos que las afirmaciones de Krugman acerca de que las familias prácticamente no tuvieron ganancias económicas, al igual que aquellos agentes que apostaron a la bolsa, resultan exageradas. Por un lado están influenciadas por el factor del ciclo económico en los extremos temporales del período bajo análisis. Por otro lado no tienen en cuenta la valorización tanto de los stocks (riqueza) como de los flujos (ingresos), a precios corrientes y a precios constantes, ni el flujo acumulado de dividendos a la hora de computar el rendimiento del mercado accionario, ni la suba exponencial del crédito al consumo.
Sólo teniendo en cuenta estos factores es que adquiere mayor sentido el crecimiento acumulado del consumo privado (+30,5%) durante la década 1999-2009, alcanzando el 70% del PBI.
Siguiendo con la exposición de Krugman, el economista señala la incapacidad de la nación para aprender de los errores del pasado, citando como ejemplo la repetición de la gestación de burbujas (primero las dot-com en el 2000-2001 y luego la inmobiliaria) y la desregulación del sistema financiero. No obstante esta realidad, Krugman pasa por alto el aprendizaje de la política económica que, teniendo al alcance el archivo histórico de la Gran Depresión de los Treinta y de la Década Perdida japonesa, esta vez reaccionó en tiempo y forma minimizando el riesgo sistémico mediante la estabilización del sistema financiero, relajando bruscamente la política monetaria por las vías ortodoxas y no tradicionales y estimulando el gasto fiscal contra-cíclico, claro que descuidando las defensas contra el riesgo moral.
No caben dudas que la política de tasas de interés bajas 1/2 % durante demasiado tiempo (principios del 2002 a fines del 2004) en una economía en la que la innovación financiera vía la securitización y la transferencia del riesgo permitió el boom del consumo y la gestación de la burbuja inmobiliaria financiado con deuda, sentaron las bases del crecimiento insostenible de la década que terminó gestando la Gran Recesión. En esto estamos con Krugman, que como buen neokeynesiano se manifiesta en contra de las medidas de Bush de recorte impositivo a las clases altas y proliferación de la desregulación financiera, proceso que tuvo su comienzo con la era Reagan a principios de los ochenta. Sin embargo, la fuerza de la ideología o de las creencias políticas no debiera sesgar la rigurosidad del análisis de la información económica disponible centrando la atención solamente en la mitad vacía del vaso.
*Director y analista de Estudio Bein & Asociados