Luego de seis meses en los que la inflación se ubicó en el “uno y pico” por ciento, en octubre, los precios volvieron aumentar por encima del 2%, llevando la proyección de inflación para el año un escalón más arriba, al 24%. Al igual que en el primer trimestre, fueron los precios de la carne los que aceleraron esta trayectoria, que se monta sobre una inflación de alimentos que alcanza al 37% i.a., 28% i.a. cuando se excluyen los precios de la carne. Adicional al impacto climático sobre el precio de la carne -situación que en el mediano plazo va a contribuir a aumentar el stock ganadero-; la trayectoria de los commodities y la debilidad del dólar observada en los últimos dos meses -luego del anuncio de una segunda ronda de liquidez por parte de la FED-, añade un componente adicional a la trayectoria de la inflación. Por un lado los precios de los commodities empiezan a filtrarse a la inflación, no sólo en alimentos. Pero además la efectividad del dólar quieto para estabilizar los precios de los bienes (transables) se reduce en un mundo donde el dólar se devalúa frente a las demás monedas o lo que es lo mismo hay inflación en dólares a nivel global. Más allá del impacto directo sobre la inflación, el principal riesgo son los efectos indirectos que pueda generar esta aceleración en el margen vía efectos de segunda ronda (entendiendo por tal los aumentos salariales acordados en las paritarias y su impacto directo sobre los precios de los servicios no regulados) en una economía sin ancla estadística y con una política monetaria que convalida la nominalidad del gasto y los salarios en torno al 30%. *Economista y Directora de Estudio Bein & Asociados |