Con el mayo mas frío en muchos años, un julio con nieve en Buenos Aires, sequía en el Comahue y la producción de gas estancada desde 2003, la economía argentina se encamina a cerrar el año con un crecimiento del PIB no menor a 8%.Las extraordinarias lluvias de la primavera-verano, con su irremplazable aporte a la cosecha gruesa récord –maíz 22,5 millones de toneladas (+56%), soja 47,5 millones de toneladas (+17%)- y que dicho sea de paso frenaron la actividad de la construcción, explican algo más de medio punto de este 8%. El impacto de la agricultura se concentra fundamentalmente en el trimestre abril-junio, meses en que la economía habría alcanzado la sorpresiva marca de 8,5%. Los números ya difundidos de crecimiento de 8,5% para abril y mayo confirman esta hipótesis. Por su parte, la leve desaceleración de la industria en junio, con un aumento alrededor del 5% i.a. (desde un promedio previo de 6,6%), con restricciones energéticas funcionando a pleno, sirve de aviso al lector desprevenido acerca de las diferencias entre el mal humor y el aumento de tono de las luchas político-sectoriales en contraste con el real impacto de las mismas en la actividad económica: faltantes de gasoil, taxistas enojados y el freno evidente en algunas producciones como el acero y los fertilizantes no afectaron la cosecha gruesa ni la siembra de trigo, menos aún la producción de cemento, el transporte, el comercio, el turismo y otros servicios. Entonces, ¿por qué hablamos tanto de la agricultura? En primer lugar, porque es un pilar estructural de la nueva economía argentina. Sirvan de muestra algunos datos contundentes: entre 1981 y 1996 Argentina cosechó, en promedio y sin tendencia, 1,2 toneladas por habitante por año, dedicando a su cultivo aproximadamente 20 mill. de hectáreas. En 2007, con 31 mill. de hectáreas cultivadas, la producción alcanzará 2,5 toneladas por habitante (94,6 mill. de toneladas sobre 38 mill. de habitantes), es decir el doble de producción per cápita y un 50% más de tierra trabajada (ver Infografía). Alguien podrá decir: “2007 es un año excepcional”. Y sería verdad: pero 2005, con una cosecha récord, también fue excepcional, así como 2006, por la sequía que afectó los rindes. Con cifras de crecimiento del PIB de 9,2% en 2005, 8,5% en 2006 y alrededor de 8% proyectado para 2007, los resultados de limpiar la serie de las variaciones abruptas en la producción agrícola originada en diferencias climáticas arrojarían aumentos de 8,7%, 8,9% y 7,6% respectivamente. Como se aprecia, hubo una aceleración en 2006 y una desaceleración en 2007, aunque al crecimiento del año actual habría que adicionarle un par de décimas a partir de evaluar el costo de las restricciones de energía.Un crecimiento normalizado para 2007 de 7,6% limpio de influencias luce como el número al que la economía argentina se encamina en la actualidad, convergiendo a un posible 6,5% en 2008 y un 5,5% en el cuarto trimestre del próximo año. Es decir, ya al final de 2008 el crecimiento del PIB estaría cercano a su velocidad de crucero, calculada a partir de una tasa de inversión proyectada de 25 puntos del Producto.El frío, con la generación de energía y gas al límite preocupa, justificadamente, ante la necesidad imperiosa de llegar al próximo otoño con al menos una parte de los 3.200 MW de potencia adicional planificados y en parte contratados por el gobierno, para asegurar así la continuidad del proceso de crecimiento a tasas altas.La nieve en Buenos Aires, contradictoriamente, provoca algarabía en la gente. Y en medio de humores cambiantes, la economía viaja apoyada en un conjunto de factores, algunos condicionados a la suerte del escenario internacional, pero otros en base a fundamentos sólidos que obedecen a un cambio profundo en la estructura productiva y en la lógica de la política económica. En este punto, a la expansión de la frontera agrícola ya comentada se suman otros sectores como la nueva minería, turismo, software además de la fuerte apertura de mercados internacionales en alimentos (lácteos, carne, vinos). Adicionalmente, la favorable evolución de los precios de exportación desde 2003 también contribuye a explicar cerca del 50% del superávit de la Balanza Comercial, que finalizaría 2007 con un saldo de US$11.000 millones, del cual, aunque usted no lo crea, más de un 40% obedece al sector combustibles. Leyó bien, las penurias energéticas se dan en un contexto de fuerte superávit de divisas del sector. Recapitulando, en medio de las múltiples batallas por precios, salarios, jubilaciones, bolsas y tarifas, la economía viaja… aunque claro está, no exenta de peligros. Claro que también es sabido: vivir es peligroso. * Economista y Director de Estudio Bein & Asociados |