El deterioro del escenario internacional revierte fuertemente las perspectivas sobre Argentina, aún en el contexto actual de cambio acelerado del rumbo de la política económica. En un mundo donde el crédito desapareció, y no parece factible que vuelva a aparecer en el corto plazo, el tan mentado cambio en la agenda para recuperar el crédito, cuya ausencia generó un ensanchamiento entre el riesgo Argentina y el de Brasil de casi 900 bps. entre principios de 2007 y mediados de 2008, no alcanza hoy para que Argentina acceda al financiamiento. Financiamiento que hoy está vedado incluso para aquellos países que hicieron todos los deberes en los últimos años y accedieron a la graduación. En efecto, en las últimas dos semanas, el riesgo país en Brasil se ensanchó más de 150 pbs en tanto su moneda se devaluó casi un 30% en medio de una venta masiva de activos financieros generada por el proceso de de-leveraging acelerado que enfrenta un mundo donde aumenta la preferencia por la liquidez. Trayectorias similares aunque menos pronunciadas mostraron Chile, Colombia, Perú e incluso Uruguay. La desaparición del viento de cola parece ser un hecho. A la reducción del colchón cambiario, con un tipo de cambio multilateral (base 2001=1) que -corregido con nuestras estimaciones de IPC- pasa de 2,4 a 1,8 en sólo dos meses, apenas 0.4 por encima del bilateral que se sigue ubicando en 1.4, se suma su contraparte en la caída de los precios de los commodities que conforman casi la mitad de nuestras exportaciones de más de 30% (soja 39%, trigo 48% y petróleo 37%). Este contexto, sumado a la menor demanda en un mundo que en el mejor de los casos avanza a una fuerte ralentización del crecimiento, asegura un dinamismo mucho menor de las exportaciones y una reducción acelerada del superávit en cuenta corriente. Con estos precios, nuestras proyecciones de cuenta corriente se reducen 1.5 p.p. a 0,5% del PIB. El canal financiero luce algo más acotado, en la medida que Argentina ya está preparando los buffers para cubrir sus necesidades de caja durante 2009 en soledad: canje de holdouts y préstamos garantizados que añadirían financiamiento fresco para cubrir más de la mitad de las necesidades de caja y reforma de la carta orgánica del BCRA y del Banco Nación para financiar con depósitos públicos y o reservas el remanente en caso de ser necesario. A esto se suma que el sistema financiero que viene de atravesar una corrida de depósitos durante mayo en medio del conflicto con el campo, aumentó enormemente su liquidez en una economía en la que los préstamos no representan más del 12% del PIB. Sin embargo, a medida que se acelera la corrección de los precios de las commodities y se avizora una mayor desaceleración del nivel de actividad, se reducen nuestras proyecciones de recaudación para el próximo año y por ende el ritmo de crecimiento del gasto requerido para hacer consistente el resultado fiscal. Es cierto que dado que durante la mayor parte de 2008, las alícuotas de la soja fueron bastante menores que las vigentes desde noviembre de 2007 que las llevó a 35% (incluso durante toda la discusión la alícuota promedio alcanzó a 27%) mantener el statu quo actual amortiguaría la caída en la recaudación generada por estos precios. A los precios de septiembre de 2007 -soja en US$350 dólares y petróleo a US$77 dólares- la recaudación por derechos se reduciría en sólo $4.000 millones. Sin embargo, no es tan evidente que estas alícuotas sean sostenibles políticamente sin aumentar el grado de conflictividad que empieza a mostrar nuevamente el campo en el contexto de peores precios, tipo de cambio más apreciado y condiciones climáticas no favorables. Ahora bien, amen de que moderar la expansión del gasto público no parece viable políticamente más aún en un año electoral, la buena praxis de la política económica recomendaría intentar amortiguar la desaceleración de la actividad vía política fiscal expansiva en la parte baja del ciclo. Claro que la expansividad fiscal de los últimos años, donde se gastó todo el excedente generado por las excelentes condiciones del mundo, pone en aprietos hoy a la política económica. Con las manos atadas, y el tipo de cambio funcionando como ancla, algo que empezó a sincerarse desde el discurso en las últimas semanas, nos lleva a un escenario complicado de reducción acelerada del colchón cambiario y suba en la tasa de interés para evitar la fuga que también impactaría sobre el crecimiento. Todos los factores que jugaron a favor hoy empiezan a jugar en contra. La herramienta cambiaria que hoy usan nuestros vecinos puede ayudar pero también tiene sus costos. En efecto, el modelo de política adoptado y la dinámica de la puja distributiva resultante -que a pesar de la moderación evidente de la suba en los precios de los últimos meses (sobre todo en transables) sigue presionando-, hace que los costos en términos de inflación de usar esta herramienta no sean despreciables. *Economista, directora Estudio Bein & Asociados. El deterioro del escenario internacional revierte fuertemente las perspectivas sobre Argentina, aún en el contexto actual de cambio acelerado del rumbo de la política económica. En un mundo donde el crédito desapareció, y no parece factible que vuelva a aparecer en el corto plazo, el tan mentado cambio en la agenda para recuperar el crédito, cuya ausencia generó un ensanchamiento entre el riesgo Argentina y el de Brasil de casi 900 bps. entre principios de 2007 y mediados de 2008, no alcanza hoy para que Argentina acceda al financiamiento. Financiamiento que hoy está vedado incluso para aquellos países que hicieron todos los deberes en los últimos años y accedieron a la graduación. En efecto, en las últimas dos semanas, el riesgo país en Brasil se ensanchó más de 150 pbs en tanto su moneda se devaluó casi un 30% en medio de una venta masiva de activos financieros generada por el proceso de de-leveraging acelerado que enfrenta un mundo donde aumenta la preferencia por la liquidez. Trayectorias similares aunque menos pronunciadas mostraron Chile, Colombia, Perú e incluso Uruguay. La desaparición del viento de cola parece ser un hecho. A la reducción del colchón cambiario, con un tipo de cambio multilateral (base 2001=1) que -corregido con nuestras estimaciones de IPC- pasa de 2,4 a 1,8 en sólo dos meses, apenas 0.4 por encima del bilateral que se sigue ubicando en 1.4, se suma su contraparte en la caída de los precios de los commodities que conforman casi la mitad de nuestras exportaciones de más de 30% (soja 39%, trigo 48% y petróleo 37%). Este contexto, sumado a la menor demanda en un mundo que en el mejor de los casos avanza a una fuerte ralentización del crecimiento, asegura un dinamismo mucho menor de las exportaciones y una reducción acelerada del superávit en cuenta corriente. Con estos precios, nuestras proyecciones de cuenta corriente se reducen 1.5 p.p. a 0,5% del PIB. El canal financiero luce algo más acotado, en la medida que Argentina ya está preparando los buffers para cubrir sus necesidades de caja durante 2009 en soledad: canje de holdouts y préstamos garantizados que añadirían financiamiento fresco para cubrir más de la mitad de las necesidades de caja y reforma de la carta orgánica del BCRA y del Banco Nación para financiar con depósitos públicos y o reservas el remanente en caso de ser necesario. A esto se suma que el sistema financiero que viene de atravesar una corrida de depósitos durante mayo en medio del conflicto con el campo, aumentó enormemente su liquidez en una economía en la que los préstamos no representan más del 12% del PIB. Sin embargo, a medida que se acelera la corrección de los precios de las commodities y se avizora una mayor desaceleración del nivel de actividad, se reducen nuestras proyecciones de recaudación para el próximo año y por ende el ritmo de crecimiento del gasto requerido para hacer consistente el resultado fiscal. Es cierto que dado que durante la mayor parte de 2008, las alícuotas de la soja fueron bastante menores que las vigentes desde noviembre de 2007 que las llevó a 35% (incluso durante toda la discusión la alícuota promedio alcanzó a 27%) mantener el statu quo actual amortiguaría la caída en la recaudación generada por estos precios. A los precios de septiembre de 2007 -soja en US$350 dólares y petróleo a US$77 dólares- la recaudación por derechos se reduciría en sólo $4.000 millones. Sin embargo, no es tan evidente que estas alícuotas sean sostenibles políticamente sin aumentar el grado de conflictividad que empieza a mostrar nuevamente el campo en el contexto de peores precios, tipo de cambio más apreciado y condiciones climáticas no favorables. Ahora bien, amen de que moderar la expansión del gasto público no parece viable políticamente más aún en un año electoral, la buena praxis de la política económica recomendaría intentar amortiguar la desaceleración de la actividad vía política fiscal expansiva en la parte baja del ciclo. Claro que la expansividad fiscal de los últimos años, donde se gastó todo el excedente generado por las excelentes condiciones del mundo, pone en aprietos hoy a la política económica. Con las manos atadas, y el tipo de cambio funcionando como ancla, algo que empezó a sincerarse desde el discurso en las últimas semanas, nos lleva a un escenario complicado de reducción acelerada del colchón cambiario y suba en la tasa de interés para evitar la fuga que también impactaría sobre el crecimiento. Todos los factores que jugaron a favor hoy empiezan a jugar en contra. La herramienta cambiaria que hoy usan nuestros vecinos puede ayudar pero también tiene sus costos. En efecto, el modelo de política adoptado y la dinámica de la puja distributiva resultante -que a pesar de la moderación evidente de la suba en los precios de los últimos meses (sobre todo en transables) sigue presionando-, hace que los costos en términos de inflación de usar esta herramienta no sean despreciables. *Economista, directora Estudio Bein & Asociados. |