Crecimiento e inflación: ¿pueden convivir ambas?

Ya no sólo no hay dudas de que la economía arrancó con fuerza en 2010, sino que también se da la situación en la que las estadísticas privadas referidas al nivel de actividad (no las de precios) empiezan a mostrar crecimientos interanuales que no sólo convergen a los oficiales, sino que en algunos casos se ubican por encima. Aún cuando el INDEC no sinceró la subestimación de la caída del PIB de 2009 (+0,9% según el organismo oficial vs. -2,5% según nuestras estimaciones), los datos del primer trimestre del EMAE (indicador proxy del PIB) que anuncian un crecimiento del PIB de 6,4% parecen bastante certeros. En el segundo trimestre, el crecimiento no sólo sigue con fuerza, sino que además, estadísticamente se computa el grueso de la cosecha de soja que con un salto de 33 millones de toneladas, a 55; permitiría llevar la tasa de crecimiento interanual cerca del 9%. Es decir, la primera parte del año terminaría con un aumento del PIB de 7,6% y un arrastre estadístico para todo el año de 5,6%.Ahora bien, aún cuando hay consenso en relación a la fortísima trayectoria del nivel de actividad, empiezan a aparecer dudas acerca del cómo sigue la película. Al respecto, hay argumentos que sostienen que inevitablemente la aceleración de la inflación va a generar un freno al nivel de actividad en los próximos meses. Otros que sostienen que la salida de capitales evidenciada desde febrero con la “crisis” y luego con la agudización de los problemas en Europa (en los últimos tres días, con un mundo más tranquilo, esta situación se revirtió y además aparecieron con fuerza los dólares de la soja) va a contrarrestar la recuperación del nivel de actividad. En este punto vale definir que implica desaceleración y que implica en los próximos meses. Evidentemente el salto en el nivel de actividad del primer semestre en la comparación interanual no se va a poder sostener en la medida que arranque el segundo semestre. No sólo la base de comparación empieza a normalizarse, sino que además se reduce la incidencia estadística del salto en la cosecha, aún cuando el trigo daría una nueva alegría en los últimos meses del año. De todos modos, con un objetivo de política que lejos de intentar maximizar una tendencia de largo plazo de la economía minimizando el ciclo, encara las próximas elecciones maximizando el crecimiento, y utilizando como únicas políticas antiinflacionarias un desplazamiento acotado del tipo de cambio y tarifas congeladas, el freno no parece tan evidente. La lógica económica apunta a maximizar el crecimiento del consumo en los próximos meses con un nuevo set de medidas de corte fiscal, de ingresos y de crédito que vuelquen dinero a los bolsillos de los consumidores y mantenga tasas de crecimiento chinas. El aumento en los costos de las empresas derivados de esta política de ingresos (es decir la apreciación del tipo de cambio real resultante) es en parte compensado por las compañías con un aumento de su demanda. Desde el lado de la oferta, el superávit externo resultante de la super cosecha, financia el salto en las importaciones derivado de este aumento en el consumo -en un contexto de oferta rígida en ciertos sectores y una inversión que no responde totalmente a señales de demanda que parecen más bien de corto plazo que de largo-. Si bien una política fiscal sistemáticamente expansiva, no importa el momento del ciclo, deriva en algún punto del tiempo en una restricción presupuestaria y/o en una aparición de la restricción externa; de cara a las elecciones esta parece zanjada y en todo caso el problema será del que tome las riendas en diciembre de 2011. En ese momento las opciones van a ser o abrir el crédito o mover el tipo de cambio para volver a empezar, con los consecuentes costos inflacionarios.Desde el lado fiscal, las cajas del BCRA (Adelantos Transitorios, Utilidades y Reservas) aseguran un tránsito sin default hasta diciembre de 2011. Si no se abre el crédito -algo que hoy a estas tasas y con este mundo está vedado para Argentina, pero en un par de meses podría ocurrir si se reduce la volatilidad y la incertidumbre en Europa-, va a hacer falta un nuevo “fondo del bicentenario o desendeudamiento” por US$4.000/5.000 millones de los cuales US$2.000 los debe afrontar el próximo gobierno. La utilización de estas cajas va a generar un salto adicional en la inflación el próximo año, sobre todo con una política de ingresos y fiscal que lejos de intentar moderar el aumento en los salarios que ajustan en base a expectativas de inflación que se aceleraron, tiende a justificarlos. Esta situación estaría sólo parcialmente compensada por el hecho que el impacto de una vez en la recomposición del precio de la carne que explicaría cerca de 3 p.p. de la aceleración de la inflación en 2010, no estaría. A menos que se genere una salida de capitales de tal magnitud que ponga en riesgo la política fiscal y monetaria no es fácil proyectar un freno significativo al crecimiento en los próximos meses. Con superávit externo y reservas en el BCRA el margen de la política cambiaria sigue siendo elevado para intentar manejar este esquema, pero a medida que nos acerquemos a las elecciones las fricciones entre una política fiscal expansiva y una política monetaria contractiva resultante de la salida de capitales pueden generar algún freno. Tanto más si el mundo no acompaña. Nuestro escenario base sostiene un crecimiento de la economía de 6,5% en 2010 y 4,2% el próximo año (sin el impacto de una vez de la cosecha) consistente con un escenario de no apertura al crédito y salida moderada de capitales. El quantum de la salida/ingreso de capitales dependerá de las opciones de política “política” y política económica que se avizoren entonces para la próxima gestión. * Economista y Directora de Estudio Bein & Asociados