Verde que te quiero verde
La cantidad de personas que demandaron “dólar solidario” se triplicó entre abril y mayo, mientras que las empresas se apresuraron a cancelar deudas comerciales y financieras. En el mismo período, el Banco Central tuvo que vender casi 550 millones de dólares de las reservas para tratar de contener las presiones cambiarias, dinámica que se sostuvo en mayo hasta que llegaron nuevas regulaciones que terminaron por cerrar definitivamente el grifo.Aunque aparentemente las mismas tendrían un carácter transitorio en el caso de que la negociación de la deuda se resuelva de forma satisfactoria, lo cierto es que dichas medidas tienen riesgos ciertos de aceleración inflacionaria y caída en el nivel de actividad si se sostienen en el tiempo. Hasta ahora, la posibilidad de importar al dólar oficial mantenía muy acotado el impacto de la suba en el dólar paralelo sobre la inflación.
Hacia delante, las mayores restricciones, además de los costos en términos de productividad, van a ir derivando gradualmente en un impacto sobre la inflación, dado que el costo de reposición de la mercadería importada se empezaría a valuar al tipo de cambio paralelo en lugar de al oficial. Y, además, impactaría sobre los niveles de actividad y el empleo, dado que semejantes restricciones pueden desalentar directamente las importaciones, impactando negativamente sobre los procesos productivos de muchas firmas.
Las medidas tienen un objetivo directo: impedir el acceso al tipo de cambio oficial a aquellos importadores que busquen cancelar deuda comercial y/o financiera, algo que se había acelerado en los últimos meses mientras la brecha subía sostenidamente y el movimiento del tipo de cambio se movía (y lo sigue haciendo hasta el día de hoy) a un ritmo anticipado de 0,13 por ciento diario. Para evitar que las empresas aceleren la cancelación de deuda, demandando dólares al oficial y forzando al BCRA a vender reservas, la entidad dispuso que primero deberían desarmar los activos externos líquidos que tienen depositados en cuentas en el exterior.
Si bien estas medidas suelen ser eficaces en el corto plazo, dado que le devuelven al BCRA la posibilidad de volver a comprar dólares -de hecho, en los últimos 5 días hábiles se estima que compró cerca de 500 millones de dólares-, lo cierto es que no están exentas de costos, y dichos costos son significativos si dichas medidas no se relajan en los próximos meses. El problema de fondo es estructural, por lo que se requiere una solución de la misma índole para aflojar la demanda de divisas.
Lo paradójico de estas medidas es que se toman en un contexto muy favorable por dos motivos: 1) son los “meses de oro” en términos de la cosecha, donde en promedio el BCRA compró en los últimos 15 años entre 20 y 30 millones de dólares diarios durante los meses de abril, mayo y junio, lo que arroja un promedio mensual en torno a los 400 o 500 millones de dólares; y 2) el contexto internacional acompaña, a medida que los capitales vuelven a ingresar a los mercados emergentes en línea con una inyección de liquidez en el mundo desarrollado que no tiene precedentes, mientras se aprecian todas las monedas de la región.
Y hoy por hoy, mientras la tasa de interés en pesos va por debajo del ritmo de devaluación (lo que incentiva a tomar pesos para posicionarse en dólares), la incertidumbre en torno a la renegociación de la deuda no trae los mejores recuerdos. Los depósitos en dólares, desde que llegaron a su pico a mediados de abril, caen a un ritmo promedio y sostenido de 50 millones de dólares diarios, mientras la brecha aún con restricciones sigue subiendo. Tampoco se liquidan divisas: luego del adelanto de fin de año frente a la expectativa de aumento en la alícuota de retenciones (que efectivamente se concretó), con una brecha creciendo y con el BCRA perdiendo divisas diariamente, el incentivo es a demorar la liquidación de los dólares que quedan.
La clave estará en despejar la incertidumbre. Si el arreglo de la deuda llega a buen puerto, se puede descomprimir la presión cambiaria y Argentina podría verse favorecida por el exceso de liquidez global. Probablemente no para volver a los mercados de deuda, pero sí para relajar las regulaciones cambiarias sin mayores presiones sobre el tipo de cambio. Es una oportunidad que no deberíamos desaprovechar.