Hay personajes de la vida real que compiten cara a cara con el grotesco. Uno de estos personajes es el actual director del Indec, que intenta explicar apelando al uso de criterios técnicos “de verdad, no los que usan las consultoras”, lo inexplicable. La nota publicada esta semana en Ambito Financiero es una prueba más de estas salidas que se suma a las anteriores cuando argumentaba que la inflación estaba sólo en barrios pudientes o que no puede haber inflación porque el precio de la papa bajó (junio de 2011), mismo argumento que utilizó un año más tarde sustituyendo la papa por el tomate y luego por la carne; o el sincericidio de noviembre de 2014 cuando sostuvo “los datos son nuestra militancia”.
Esta vez, evitó explicar por qué el Indec discontinuó la publicación de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total utilizada para medir pobreza por ingresos en enero de 2014 cuando empezó a publicar la nueva medición de inflación (IPC Nacional) y era imposible justificar el salto en los niveles que el cambio metodológico –con datos de verdad–, hubiera requerido. Y argumenta un año más tarde, en un intento “exitoso” por correr el centro de las críticas sobre la falta de datos sobre pobreza, que se discontinuó la estadística para romper el instrumento que servía para “que los cuentistas sociales justificaran sus ingresos mediante la realización de infinidad de artículos, análisis y consultorías” durante los ‘90. Esto sin siquiera recordar que el formaba parte del equipo de asesores del director del Indec desde 1992, período en el que se acordó la metodología que cuestiona.
Es cierto que las mediciones de pobreza intentan abstraer una realidad concreta a partir de criterios de medición que per se son subjetivos. Pero también es cierto que esos criterios de medición están basados en discusiones técnicas que tienen en cuenta esas limitaciones.
De hecho, hay mediciones de pobreza por ingresos, cuya principal ventaja es que uno puede tener una medición continua –dada la información de ingresos de la Encuesta Permanente de Hogares– y que el límite que define la situación de pobre o no pobre surge de la actualización del costo de una canasta mínima –definida previamente– por los precios que surgen del relevamiento del IPC; en rigor también hay indicadores de brecha de pobreza que permiten identificar cuan cerca o lejos se está del ingreso benchmark. Y hay mediciones de pobreza estructural que son las que surgen de los datos censales con indicadores de hacinamiento, calidad de la vivienda, educación del jefe de hogar, escolarización de los hijos, etcétera, como las que hoy están disponibles en el Indec, cuya principal desventaja o ventaja a los ojos del director del Indec es que se tienen sólo cada diez años.
Lo paradójico de la nota es que mientras desestima el uso de la línea de pobreza como metodología para medir esta problemática, utiliza la información tergiversada por el propio manejo de la estadística de precios desde 2007 para decir que durante la última gestión la pobreza bajó del 54% de la población en 2002 al 4,7% en el segundo semestre de 2013. Recordemos que el último dato válido del Indec de pobreza por ingresos corresponde al segundo semestre de 2006 cuando se redujo a 26,9% de la población, y también es cierto que desde entonces, la economía prácticamente no creó empleo privado, pero tampoco lo destruyó o lo compensó con empleo público, que los salarios reales se ubican por encima de los niveles de entonces y que hay una gran cantidad de planes sociales adicionales; casi 2,5 millones más de jubilados sin aportes plenos, 3,6 millones de chicos que perciben la AUH y 0,5 millones de chicos que perciben el plan Progresar (1,2 millones próximamente).
Difícilmente, la pobreza por ingresos haya subido desde entonces, e incluso es probable alguna caída tomando parámetros de precios razonables. Lo que seguro no es cierto es que cayó al 4,7% que marcaba el Indec en 2013 y que por no poder justificar el salto por los cambios en el IPC dejó de publicar en 2014.
El principal culpable del desquicio que implica analizar la economía sin estadísticas es el Indec. Pero no por ello cualquier cosa vale. Es necesario empezar a discutir política económica en serio y para ello es necesario saber dónde estamos parados sin extremismos.