Marina Dal Poggetto, economista y directora ejecutiva del Estudio Eco Go, analizó en un diálogo con la nacion la situación de la economía y de los mercados y advirtió que, ante la crisis cambiaria actual, cada día que pasa “el margen de acción se va acortando”
-¿Qué ocurrió esta semana?
-Se está dando una dinámica que era evitable. Con una política que no está reaccionado frente a una dinámica que va demasiado rápido, los escenarios que se abren son realmente complicados.
-¿En qué momento era evitable?
-La toma de ganancias en la Argentina arrancó en 2018; se dilapidó el primer acuerdo con el FMI, se rompió la opción del centro y se jugó entre extremos, algo que terminó mal, con el resultado de las PASO y con una toma de ganancias más agresiva. Luego vino la caída del acuerdo con el Fondo, no tuvimos una transición presidencial ordenada y llegó un Gobierno que tenía un esquema de estabilización en la cabeza que implicaba tres cosas: la consolidación fiscal (se cambió la indexación previsional, que era lo más complicado de pasar políticamente), se frenó la inercia que tenía la puja distributiva desde hace dos años con una inflación de 50%, y se demoró enormemente el manejo de la deuda.
-Es decir que desde 2018 hubo varias oportunidades para cambiar el rumbo y evitar esta crisis, más allá de la pandemia.
-Después vino la pandemia, el intento del ajuste fiscal desapareció y ahora los números del presupuesto hablan de un agujero de 8% del PBI. Esto se financió con emisión monetaria, porque era la única fuente de financiamiento, con lo cual el ordenamiento fiscal y monetario voló por los aires, pero, aun así, después del arreglo con la deuda creo que había margen para estabilizar por varios motivos: porque había liquidez en el mundo, porque las probabilidades de default de una deuda casi sin flujo hasta 2024 eran prácticamente nulas, y porque el FMI estaba dispuesto a sentarse en la mesa de negociación para postergar los vencimientos. Faltaba dar una señal fiscal.
-¿Solo faltaba la señal fiscal o la confrontación política también jugó su parte?
-Son las dos cosas. Los flujos de los países dependen del carácter del Gobierno y de los fundamentos de la economía. Doy dos ejemplos: con Néstor Kirchner, el carácter jugaba en contra pero los fundamentos estaban muy alineados; con Mauricio Macri, los fundamentos eran horribles pero el carácter del gobierno era pro mercado, lo que permitió que hasta 2017 se financiara el agujero fiscal y de cuenta corriente. Ahora, quedaba muy desalineado el agujero fiscal y el carácter del Gobierno jugaba en contra: desde Vicentin hacia adelante se arrancó con medidas disruptivas cada vez más seguidas y se fue peleando con todos los sectores.
-¿Tenemos una nueva chance de evitar una crisis?
-Cuando el dólar contado con liquidación (CCL) valía $130, el MEP, $120, el tipo de cambio oficial, $78 -un valor 90% más alto del de fines de la convertibilidad-, y los salarios estaban licuados y las tarifas rezagadas pero mucho menos que las de 2015, mi sensación era que había margen para comprimir la brecha: si los precios de los bonos en dólares se normalizaban, el Banco Central podía retirar pesos de la economía vendiéndolos; se convalidaban tasas altas, pero se sacaban muchos pesos de la economía. Y había que salir a emitir dólar linked [bono atado a la evolución del tipo de cambio], para bajar las expectativas de devaluación, subir la tasa de interés, dar una señal fiscal de que la emisión monetaria tenía un techo y, fundamentalmente, la política tenía que descomprimir la escalada que venía teniendo en los meses previos. ¿Cuál fue la gota que rebalsó el vaso? Las medidas cambiarias de mediados de septiembre, que además llegaron después de semanas en las cuales se estuvo discutiendo abiertamente el desdoblamiento cambiario, lo que mató el dólar linked como cobertura. Ahí se tomaron decisiones con el cepo que no se habían tomado con el cepo anterior, como la de afectar la deuda de las compañías y la de poner un corralito de bonos. Cada día que pasa el margen de acción se va acortando. Antes del 15 de septiembre había margen para estabilizar sin un salto del tipo de cambio oficial; hoy el tema luce complejo y con esta brecha la economía no funciona.
-Si todos esperan que haya una devaluación, ¿qué se necesita para cambiar la expectativa?
-Hoy hay un subsidio gigante a aquel que tiene acceso al tipo de cambio oficial. Con una brecha de 130%, lo único que hay que hacer es conseguir todos los dólares posibles que venda el Banco Central. Hay tres dinámicas que generan un riesgo de hiperinflación. La primera es una emisión de pesos abundante, cuya fuentes son el financiamiento del agujero fiscal, la incertidumbre sobre el refinanciamiento de los vencimientos de los bonos en los próximos meses, y lo que pase con la dinámica de los depósitos, que ahora están en pesos contenidos. La segunda es que el Banco Central no tenga reservas. Hoy tiene reservas netas que están en la zona de los US$4600 millones, y tiene reservas líquidas que no son propias. La tercera variable es qué pasa con los precios de los activos locales. Hoy hay precios de activos que no tienen piso. Si todo el mundo quiere salir corriendo al mismo tiempo, el precio del dólar puede ser cualquier cosa, independientemente de si el tipo de cambio oficial es alto o no. Si no podés comprimir la brecha, la pregunta es cómo hacés para transitar hacia adelante sin que vacíen el Banco Central.
-¿Qué nos aleja de la hiperinflación?
-Dos cosas. Una es que los contratos en la economía no están plenamente indexados; de hecho, el riesgo es que se indexen con el proyecto de ley en el Congreso para avanzar en la indexación previsional y con el Gobierno entregando dólar linked. La segunda es el manejo de la puja distributiva que, por el momento, está contenida. El índice de precios (IPC) tiene un 60% de precios con algún grado de control, entre las tarifas tradicionales, las de telecomunicaciones, los valores de los alquileres y de los productos que tienen regulación directa de la Secretaría de Comercio, pero que hasta ahora tenían acceso al tipo de cambio oficial. A medida que el valor del dólar oficial empiece a estar en cuestionamiento, el costo de reposición será distinto y habrá más presión para aumentar los precios. Después, hay sectores muy afectados por la pandemia que prácticamente no tienen precios. Cuando se mira al resto del índice y se ve la dinámica de los últimos dos meses, la inflación estuvo en la zona de 2,7% y 2,8% en agosto y en septiembre; en el segmento de los precios libres estuvo arriba del 4,5% y en los dolarizados, arriba del 10%. Por eso, la Argentina no puede convivir con estos niveles de brecha, a diferencia de Venezuela, que convivió con una brecha cambiaria cómodamente arriba del 100% durante siete años; allí los dólares eran del gobierno y acá son del sector privado. A medida que la brecha sigue subiendo, el precio que le queda al productor, entre brecha y retenciones, es de nivel confiscatorio y a esos valores no van a liquidar. Para poder sobrevivir y no entregar los dólares, hay que restringir cada vez; cuanto más restringís, hay más presión sobre los precios.
-¿Qué impacto se ve en la economía real?
-La presión sobre los precios se empezará a ver, cuando se intente comprar un bien durable, un electrodoméstico o un auto… no hay precio. En cuanto a la canasta básica, el efecto se empezará a ver reflejado en los precios de la carne; no es inocua la dinámica del tipo de cambio sobre la inflación de corto plazo. Si hay demasiado control de precios, es probable que se vea algún desabastecimiento. Es tan grande la brecha que los incentivos son a proteger el stock.
-¿Podría traer calma que el FMI ofrezca dólares nuevos a cambio de un programa que vuelva a fijar expectativas?
-Se necesitan dólares para devaluar, para poder anclar de nuevo el tipo de cambio, pero hay que recibirlos en el marco de un acuerdo; que el salto cambiario asegure la consolidación fiscal y un programa monetario detrás que sea consistente con eso. De lo contrario, el riesgo de correrse a un régimen de inflación más alta está. ¿Cuánto más alta? Dependerá del manejo de la puja distributiva.
-¿Cómo impacta esta crisis en el nivel de pobreza?
-Cada vez que hay un aumento del tipo de cambio real hay un incremento de la pobreza. Pasó durante el Rodrigazo [1975], en el Sigautazo [1981], en la hiperinflación de 1989, cuando llegó a niveles inéditos, y en la crisis de 2001. En las primeros shocks nominales, hasta 1989, el salto de la inflación licuaba los ingresos reales, pero no había un alto desempleo. En la crisis de 2001 convivió con un altísimo desempleo, del 25%, con un shock nominal que fue contenido: el tipo de cambio pasó de 1 a 4, pero en el primer año la inflación fue de 40%, se contuvo la dinámica de precios. Ahora hay una dinámica donde convive con un alto desempleo, aunque es cierto que hay más planes sociales que de alguna forma contienen. Pero con este nivel de desempleo, la pobreza puede llegar a niveles récords.
-¿Alguna buena noticia para dar?
-La falta de consensos para tratar de construir, para evitar caer por el precipicio, es inédita. Uno espera que si las papas queman, la política empiece a alinearse, pero acá se tienen que rostizar; se necesitan niveles de inestabilidad muchos más altos de lo que está habiendo para que ocurra. Ni siquiera en este contexto hay un intento de ordenamiento, que es lo que uno no ve y que asusta. Hay un grado de gobernabilidad que es interesante; por el Congreso aún se pueden pasar los proyectos de ley, están los votos de todos los gobernadores y están los sindicatos alineados. Todavía hay grados de libertad para estabilizar, pero no se ve el diagnóstico correcto en la política. La preocupación por la elección del próximo año, las políticas fiscal y crediticia expansivas, frente a una toma de ganancias donde los argentinos y los que están abrochados en el país quieren salirse a cualquier precio, tienen consecuencias muy costosas. Están todos los políticos en el mismo barco, no hay ninguno que se salve.