Mensajes epistolares en la coalición de gobierno

Los mensajes epistolares empiezan a ser parte de la comunicación al interior de la coalición de gobierno. Tres semanas atrás, la vicepresidenta sorprendió con una carta “críptica” que pateó el tablero de la política en medio de una dinámica cambiaria que estaba saliéndose de cauce con un dólar marginal acercándose peligrosamente a los $ 200.

A su manera, partiendo de una enumeración de “certezas” y “pase de facturas”, la carta alertó sobre los riesgos de la escalada del dólar y la necesidad de llegar a acuerdos. Este movimiento puso paños fríos y contribuyó a que, al menos en el corto plazo, sean efectivas la batería de medidas financieras que desde fines de octubre intentaron aplacar el salto en la brecha cambiaria, incluyendo el acuerdo con las ALyCs para autorregular el mercado del Contado con Liquidación.

Salto en la brecha cambiaria que había sido coordinado con las medidas de cierre al cepo de mediados de septiembre para frenar la sangría de reservas. Medidas anunciadas en simultáneo a un proyecto de presupuesto enviado al Congreso con un déficit fiscal antes de intereses de 4,5% del PIB financiado en un 70% con emisión monetaria que se montaba sobre una duplicación de los pasivos del BCRA en 2020.

Desde la carta fechada el 26 de octubre, se resolvió la toma de tierras, se puso fin a la cuarentena, se avisó que Argentina iba a buscar un Programa de Facilidades Extendidas con el FMI, se lanzó un programa fiscal financiero y monetario hasta diciembre (poniendo un coto al déficit fiscal de 2020 en 7% del PIB y no 8,3% como decía el presupuesto), y se avanzó con una batería de decisiones fiscales como el recorte del IFE (de 9 millones de personas a 2,5 millones), se continuó con la reducción de los ATP, se avisó en enero arrancaría el descongelamiento de tarifas, y se achicó el programa de precios máximos.

La caída de $ 35 en el dólar contado con liquidación desde fines de octubre, a la zona de $ 148 al cierre de esta nota, convive con un BCRA que sigue perdiendo reservas y precios de los bonos que pareciera hicieron piso dos semanas atrás, pero todavía rinden 14,5% en los tramos más largos y 16,5% en los más cortos, lejos del 11,5% que rendían a principios de septiembre inmediatamente después de la reestructuración de la deuda.

Con estos precios de los bonos, la capacidad para bajar la brecha cambiaria en forma consistente no está presente. Con una brecha cambiaria de 85% la economía no funciona. Los importadores se abalanzan sobre las reservas, los exportadores frenan la liquidación, todo aquel que puede cancela las deudas en dólares, y los incentivos siguen siendo a vaciar el BCRA.

Y si esto ocurre los riesgos de cambio de régimen inflacionario en una economía donde sobran pesos, faltan reservas y en la transición el gobierno vende seguro de cambio, dolariza la deuda de pesos y entrega dólares del BCRA para evitar una devaluación del tipo de cambio oficial, se multiplican.

La carta de los senadores de la coalición gobernante a la directora gerente del FMI dada a conocer el domingo vuelve a patear el tablero y juega en contra del intento de usar al FMI para estabilizar la macroeconomía. En la misma se responsabiliza a la gestión anterior del organismo por haber contribuido a financiar la fuga de capitales mientras desembolsaba los u$s 44.000 millones del préstamo stand by al gobierno de Macri. En simultáneo le solicita al organismo que no condicione las políticas económicas y refinancie la deuda en condiciones muy blandas. Condiciones que incluyen cinco años de gracia para el capital y baja en la tasa de interés.

Es cierto que el acuerdo anterior falló y que la estrategia electoral de Cambiemos con la cuenta capital abierta era un boomerang. Pero también es cierto que la corrida se aceleró después de las PASO y que no hubo transición. Ni siquiera una vez conocido a fines de octubre el resultado definitivo de las elecciones, mientras se siguió pagando con reservas una deuda pública que se iba a reestructurar.

La corrida cambiaria que enfrenta la Argentina es de las más largas de la historia en magnitud y duración. En abril de 2018 las Reservas Netas alcanzaban a u$s 36.000 millones de dólares, u$s 80.000 millones si se suman los desembolsos del FMI. A las PASO quedaban u$s 18.000 millones, y a las elecciones de octubre de 2019, cuando finalmente se puso el cepo, sólo u$s 10.000 millones, las mismas que había en el arranque del Gobierno. Hoy quedan apenas u$s 3400 millones en las reservas netas, y el doble de pesos en la economía.

El costo asociado a la falta de consensos es inédito. Y mucho más inédito es que, en medio de esta peligrosa coyuntura, esta falta de consensos se dé al interior de la propia coalición de gobierno. Todo mientras el equipo económico apunta a ganar tiempo aumentando los costos de una devaluación tratando de reestablecer la confianza a través de un acuerdo con el FMI.

Negociar con el FMI un menor ajuste sin fondos frescos que reduzcan el financiamiento monetario del agujero fiscal frente a la falta de dólares y al exceso de pesos en una economía sin crédito, es pírrico. La discusión es la forma del ajuste fiscal, cómo se distribuye entre la sociedad sin generar una rebelión fiscal ni un levantamiento social, y en qué medida éste puede ayudar a estabilizar la economía, no el ajuste en sí.