En septiembre del año pasado, el Ministerio de Economía presentaba al Congreso un Presupuesto que proyectaba 29% de inflación para el 2021. Hoy sabemos que la suba acumulada a febrero es de 7,8% y que, para llegar a la meta, la inflación mensual debe promediar 1,8%. Si sumamos marzo, que podría estar cerca del 4%, la inflación en los restantes meses debería promediar 1,6%.
Si bien las paritarias empiezan a cerrarse en la zona del 30%, con reapertura en la segunda mitad del año, semejante desaceleración en los precios luce poco probable.
La inercia de partida, el ritmo de devaluación del dólar oficial (aunque con un crawling peg descendente), las negociaciones sectoriales para ir reacomodando márgenes en sectores controlados y la recomposición de precios libres en sectores donde la demanda tracciona y la oferta está limitada por la incertidumbre sobre el acceso al mercado cambiario para recomponer stocks complican ese objetivo.
Pero también es cierto que, en un contexto de cepo cambiario, si el BCRA puede manejar la brecha cambiaria en estos niveles, desacelerando en simultáneo el crawling peg al que se mueve el tipo de cambio oficial, el ritmo de inflación de los meses que siguen debería ser menor al 52% anualizado implícito en el dato de febrero. De momento, la brecha cambiaria en la zona del 60-65% está desacoplada del precio de remate de los bonos que incorporan una dilación en el acuerdo con el FMI hasta después de octubre.
El anuncio de una “tablita cambiaria” consistente con un dólar de US$ 102,5 a fin de año derrumbó las expectativas de devaluación por debajo de la tasa de interés y aceleró la liquidación de la cosecha permitiendo un puente en los meses donde la estacionalidad en la demanda de pesos generalmente cae. Puente, que a su vez estuvo impulsado por la venta de dólares en el mercado del dólar CCL para pagar el impuesto a la riqueza, que esta semana se anunció podría hacerse en cinco cuotas consecutivas que finalizan en septiembre.
En lo que va del año el BCRA lleva comprados US$ 1.500 millones, pero esas compras no se traducen en un mayor nivel de reservas, dado que las usó para intervenir en la brecha cambiaria y para pagar vencimientos de intereses de organismos (entre otros, el FMI). Sin reservas, los dólares del flujo le permiten mantener este desacople, al menos hasta julio cuando vuelve a cambiar la estacionalidad de la cosecha.
En el plano fiscal, el rebote de la actividad y la mayor inflación en el margen permitió mostrar superávit primario en enero y recaudación creciendo fuerte en términos reales en los primeros dos meses del año, acotando significativamente el financiamiento monetario en un contexto donde el roll over de los vencimientos en pesos por encima del 100% en conjunto con los mejores números fiscales permitió reducir la dependencia del financiamiento monetario. Recién la semana pasada se transfirieron $70.000 millones de adelantos transitorios al Tesoro, que en parte fueron utilizados para comprar dólares al BCRA para pagar a organismos.
El 20% de la canasta del IPC continúa dentro de Precios Máximos y las preguntas que surgen son cuándo se excluirán y, sobre todo, cómo se moverán los precios luego. Hasta el momento, el precio de algunos bienes controlados se empezaron a mover con aumentos en grajeas como es el caso de las prepagas y las telecomunicaciones. Mientras tanto, se aceleró el aumento en los precios de los combustibles intentando concentrar la suba en estos meses para despejar el horizonte en los meses previos a la elección, y continúa la pelea a puertas abiertas dentro de la coalición de Gobierno por el manejo de las tarifas.
La principal incertidumbre es la brecha cambiaria que, de momento, aparece dormida y apuntalada con el aumento transitorio en la demanda de pesos y la intervención con reservas mientras los precios de los bonos no hacen piso. La otra gran incertidumbre es como nos va a tratar la pandemia en un contexto donde nos acercamos al inicio del otoño y la vacunación viene muy lenta.