Otra vez las PASO resultaron un batacazo que no había sido incorporado por las encuestas. Contando los votos no fue una victoria de la oposición la que pintó al país de nuevo de amarillo, sino una derrota contundente del gobierno.
Esta vez, a diferencia de 2019, la derrota del gobierno derivó en una euforia financiera montada sobre precios de activos (bonos y acciones) ridículamente bajos “si el rumbo de la Argentina no es Venezuela”. Incluso la presión sobre la brecha cambiaria se había moderado el mismo lunes post PASO y el BCRA pudo empezar a comprar algunos dólares y reducir la intervención en el CCL/MEP. Es que, si los activos argentinos no valen cero, la brecha cambiaria no es infinita y te alejas de los escenarios de disrupción monetaria que algunos empiezan a barajar si el BCRA pierde las Reservas.
Sin embargo, la euforia se revirtió rápido frente a la evidencia de que con dos meses por delante hasta el 14 de noviembre -cuando se celebran las elecciones definitivas-, un gobierno pato rengo con dos años más de gestión -que debe cerrar urgente un acuerdo con el FMI para descomprimir la presión sobre el balance del BCRA-, y con una interna desaforada a puertas abiertas para distribuir las culpas de la derrota, el ordenamiento de la política y la economía no es tan rápido ni intuitivo. Más bien al contrario.
Si bien era esperable que el gobierno intentara medidas cortoplacistas para apuntalar el resultado de cara a noviembre, nadie esperaba el sainete de los últimos días derivado en una crisis institucional que fue escalando con la renuncia de medio gabinete y una nueva carta de Cristina acusando directamente al Jefe de Comunicación de la Casa Rosada de estar orquestando una operación en su contra y al Presidente de la Nación de no hacerse cargo de la derrota como Néstor y ella misma hicieron en 2009. “Néstor renunciando a la presidencia del Partido Justicialista, y ella pidiéndole la renuncia a su Jefe de Gabinete”.
Fundamentalmente poniendo en palabras que el origen de la derrota, está explicado por el ajuste fiscal de los primeros ocho meses del año “Faltan ejecutar, según la previsión presupuestaria, 2,4% del PBI… más del doble de lo ejecutado y restando sólo cuatro meses para terminar el año… con pandemia y delicadísima situación social”. Puntualmente escribió: “…señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales. No lo dije una vez… me cansé de decirlo… y no sólo al Presidente de la Nación” Por lo pronto, pasada una semana de las PASO, con el gobierno paralizado, los planes para recuperar el caudal polìtico intentando “mejorar el bolsillo” por la vía fiscal se mantienen en cartera.
La foto con los intendentes con la promesa de obras públicas del lunes, de momento no avanzó. Y los trascendidos de medidas desesperadas que se iban a anunciar este jueves, incluyendo un IFE para tres millones de personas, apuntando a negociar con los movimientos sociales, se vienen postergando. Con estas medidas intentaban movilizar a Intendentes y Movimientos sociales, que con las listas intervenidas por la Cámpora, no habrían tenido incentivos a movilizar recursos a fin de impulsar los votos a la “competencia”. Algo que paradójicamente se leyó como “la independencia del voto”.
A pesar de las idas y vueltas operadas por los medios, finalmente el miércoles a última hora se presentó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto 2022 con números bastante optimistas en cuanto a la reducción de la inflación, el crecimiento y sobre todo un financiamiento neto disponible de casi US$12.500 millones en el marco de un acuerdo con el FMI que el documento presentado da por hecho. Documento que supone el refinanciamiento total de los vencimientos del FMI y del Club de Paris. Parece que ahora financiar brecha de pesos con financiamiento en dólares, sí es “sustentable”.
Por lo pronto, la brecha fiscal incluida en el documento asciende a 4% del PIB en 2021 (0,5% por debajo del dato que remarcó en la carta la Vicepresidenta) y 3,3% en 2022. Aunque en rigor, al subestimar la inflación (45% este año y 33% el que viene) y por ende el PIB nominal ($43 mil millones en 2021 y $60 mil millones en 2022), los niveles de déficit nominal no son muy distintos de los que estábamos proyectando nosotros.
Al respecto tres comentarios que iteran entre sí.
Por un lado la nominalidad incluida en el documento considera algún atraso del dólar oficial, con una suba del dólar de 28% con una inflación del 33% (con tarifas subiendo 38% igual que los salarios y jubilaciones). Nada especifica el documento sobre la brecha cambiaria.
Por otro lado, el ajuste fiscal incluido, no luce muy consistente con la nominalidad planteada teniendo en cuenta la indexación del gasto previsional y los aumentos en tarifas mencionados. Desde el lado de los recursos, compensan la caída en retenciones y en el impuesto extraordinario a las grandes fortunas con una suba de ingresos de la seguridad social explicada por un aumento en el empleo y en el salario real no evidente. Del lado del Gasto, mantienen el gasto previsional en puntos del PIB (a pesar de la caída en la inflación de 45% a 33%) y presentan un aumento en los subsidios a empresas de sólo el 10% nominal, 23 puntos porcentuales por debajo de la inflación con un aumento en las tarifas promedio de sólo 5 puntos porcentuales por encima.
Pero fundamentalmente, el programa financiero incluye financiamiento monetario por sólo 1,8 puntos porcentuales del PIB. El resto de las necesidades financieras se cubre con deuda de organismos internacionales en dólares (2,4% del PIB) y financiamiento neto en el mercado local (2% del PIB).
El optimismo del documento contrasta con el sainete post PASO que estamos viviendo. Que Cristina haya sostenido a Guzman, primero dejando filtrar el llamado telefónico, y más tarde comentándolo en primera persona en su carta, permite pensar que la negociación con el FMI continúa. Pero las puntas de una negociación que debería ser muy rápida para evitar que el Balance del BCRA se siga deteriorando, pareciera, se amplían en vez de achicarse. El diagnóstico de la carta respecto a la capacidad de usar la política fiscal y de ingresos para mejorar la vida de la población sin dólares no sólo no es viable, sino que se torna peligroso.
Las restricciones económicas para enmarcar un programa de cara a 2022 en un contexto de inflación al 50% y brecha cambiaria en 85%, se mantienen intactas:
• No hay dólares suficientes para transitar sin un acuerdo con el FMI. Marzo es muy tarde, debería ser antes del pago del 22 de diciembre.
• El BCRA no tiene pesos suficientes para financiar una brecha fiscal mayor a 1,5% del PIB si la inflación se mantiene en 50%.
• No hay recursos adicionales como este año. La extrapolación a noviembre de los resultados del domingo nos indica que hay poco margen para aumentar los impuestos.
Un default abierto al FMI no es una opción. Como venimos diciendo, hasta China exige un acuerdo para continuar con los desembolsos programados. Pero, ciertamente el timming y los contenidos del acuerdo tienen efectos ciertos sobre la dinámica el próximo año y el camino hasta 2023. No luce un sendero despejado.