El FMI de vacaciones hasta el 10 de enero
Primera ronda del juego
Presupuesto: el intento fallido de mostrar músculo político
FMI ¿qué programa?
Un mundo más desafiante
El intento acercar las puntas de la negociación con el FMI que parecía haber empezado luego de finalizadas las elecciones del 14N, pasó a un cuarto intermedio hasta mediados de enero cuando el FMI retorna de vacaciones. Sin plan plurianual en los tiempos prometidos por el Presidente, el intento fallido de pasar por el Congreso un presupuesto desactualizado para mostrarle al FMI “músculo político” en la negociación, terminó convirtiéndose en un blooper que ex post el gobierno intenta mostrar como una oposición que pone palos en la rueda.
Más allá del grotesco de los nuevos artículos y reorientaciones en el gasto incluidos por la ventana en el debate de comisión, lo cierto es que el presupuesto estaba obsoleto por doble vía: Por la subestimación de la inflación y la inconsistencia en las correcciones fiscales frente a la desaceleración de la inflación teniendo en cuenta la indexación de la mitad del gasto. Pero fundamentalmente porque aún con el concepto gradual que podría convalidar el FMI, los números que estaban discutiendo los equipos técnicos del Gobierno en Washington ya incluían una nominalidad más alta (dólar, tasa de interés e inflación), un déficit fiscal menor y un esquema de financiamiento distinto.
Mientras tanto, el miércoles en simultáneo a la victoria pírrica del gobierno por la publicación del informe de evaluación del programa fallido de Macri, se pagó al FMI el segundo vencimiento de capital. Las reservas netas cayeron a USD2.350 millones y el país enfrenta vencimientos por USD5.200 millones en el primer trimestre sin contar el pago al Club de París que pasó para mayo. La descompresión financiera que se había coordinado a principios de diciembre con la expectativa de un acuerdo rápido y el aumento estacional en la demanda de pesos, empieza a desaparecer. El riesgo país volvió a 1.754 pbs y el CCL a $208. El escenario pedaleando en el aire que incorporamos como base en nuestro memo de septiembre, inmediato al resultado de las PASO, toma cada vez más color.
Seguimos considerando que los tres actores (el FMI, el gobierno y la oposición) tienen incentivos a evitar que la economía entre en atrasos con el organismo, pero todo indica que al igual que con los bonistas y con el Club de París, la negociación va a ser contra las cuerdas.
En cualquier caso, con este esquema de negociación y con los condicionantes que impone el gobierno argentino (ajuste gradual con crecimiento, sin baja del gasto y sin reformas estructurales), no luce evidente pueda avanzarse en un programa de Facilidades Extendidas (EFF) que descomprima la pared de vencimientos y de algún aire a los precios de los bonos, bajando la tasa de interés de dólares y achicando la brecha cambiaria. El riesgo es que, para evitar entrar en atrasos, se intente un nuevo programa Stand by, donde se incluyan nuevos desembolsos que cubran trimestre a trimestre las cuotas de capital contra el cumplimiento de metas.
Sin dólares adicionales como en 2021 (tomando los precios futuros del complejo agropecuario las exportaciones caerían entre USD2.000 y 3.000 millones, a los precios actuales del GNL el costo de la importación de energía aumenta en torno a USD3.500 millones adicionales y el turismo tendría una mayor demanda de divisas), la promesa de corrección fiscal con crecimiento se queda sin combustible. El arrastre estadístico que deja el dato de octubre y da un aumento del PIB de 2,0% para el próximo año, está montado sobre un nivel de importaciones que no se financia en 2022. La meta de reservas que se acuerde en el programa y algún financiamiento adicional de organismos internacionales van a definir el nivel de importaciones y por ende el nivel de actividad resultante. Por lo pronto, los USD12.500 millones de dólares adicionales que tenía incorporadas como fuentes financieras el proyecto de presupuesto enviado a septiembre al Congreso, se redujeron a la mitad en el proyecto rechazado la semana pasada.
Lo cierto es que van a ser dos años por delante con pocas alegrías. Puede no implosionar si finalmente un acuerdo con el FMI extiende los vencimientos (obviamente no es inocuo como lo hace y si hay algunos dólares frescos detrás), pero el crecimiento de la economía va a ser exiguo. La necesidad de salir de las anclas rígidas que operaron este año (el dólar, las tarifas y los combustibles) asegura un nivel de inflación más alto el próximo año. A menos que se dé un reacomodamiento hacia abajo de los márgenes unitarios en los sectores favorecidos por la mayor protección y la brecha cambiaria (y no controlados por la Secretaría de Comercio) o se intente usar a los salarios como ancla. Baja en los márgenes que no luce fácil de coordinar sino se descomprime la brecha cambiaria y se afloja el racionamiento de divisas. En tanto el ancla salarial, si se concreta, puede moderar la inercia de precios, pero va a tener implicancias sobre la actividad. Frazada corta.
Un plan de estabilización que incluya reformas estructurales que apuntalen la competitividad sistémica de la economía en un mundo cada vez más dinámico y reduzcan la informalidad es condición necesaria. De momento, más allá de la confirmación de la reducción en cuotas de la doble indemnización y la eliminación de la prohibición de despido, no luce haya mucho en este sentido.