Con casi dos años de gestión por delante, el objetivo del Gobierno de atrasar el tipo de cambio oficial con el sendero de corrección gradual de los desequilibrios, brecha cambiaria alta y riesgo país alto, luce riesgoso.
El exasperante juego de gallinas en la negociación con el FMI, incluyendo la amenaza de no pago del vencimiento del día viernes 28, terminó sin un choque frontal. Después del cierre de los mercados del jueves, el Gobierno dejó trascender que habían alcanzado un acuerdo y, casi en simultáneo, el Fondo envió un comunicado confirmándolo.
Según especificó el Gobierno, el programa se firmaría por un monto similar a los desembolsos efectivos del programa stand-by otorgado a la Argentina en 2018 (US$44.000 millones), pero que tendría una duración de 2,5 años, un período de gracia de 4,5 años y un plazo de pago de 10 años.
Incluiría un acuerdo sobre el sendero de reducción del déficit fiscal (2,5% en 2022, 1,9% en 2023, 0,9% en 2024 y equilibrio en 2025), del financiamiento monetario del BCRA (1%, 0,6% y 0% en 2022, 2023 y 2024, respectivamente) y un objetivo de política de acumulación de reservas internacionales de US$5000 millones en el primer año.
De manera adicional, informó cambios en la política monetaria a través del sostenimiento de tasas reales positivas (no especificó cómo fijará el target), a la par que sostuvo que se mantiene la política cambiaria de crawling peg (devaluaciones diarias). Tampoco especificó el ritmo de estas, aunque aseguró que no va a haber un salto discreto.
Como contrapartida, el Gobierno recibiría en el primer semestre financiamiento neto del FMI por los pagos de capital realizados hasta ahora por US$4500 millones y un aporte de 0,9 puntos porcentuales del PBI (otros US$4900 millones) de los demás organismos internacionales y préstamos bilaterales para infraestructura, incluyendo los desembolsos de China, aunque no especificó las fuentes ni los tiempos de ingreso.
Como corolario, el anuncio permitió descomprimir parte de la incertidumbre respecto del riesgo cierto de entrar en atrasos el próximo 22 de marzo, lo cual no es poco. Y a priori está avisando que el FMI estaría dispuesto a descomprimir los vencimientos y devolver los pagos realizados sin exigir un salto discreto en el tipo de cambio, solo una aceleración del ritmo de devaluación.
Faltan definiciones respecto de cómo va a realizar el ajuste fiscal manteniendo el gasto real (solo habló de reducir subsidios sin especificar cómo lo haría, y también de mejorar la administración tributaria), cuál es su impacto sobre la nominalidad de la economía (dólar oficial, tasas, tarifas, salarios y brecha cambiaria) y de cómo se va a lograr restaurar el equilibrio externo (acumulación de reservas con una brecha cambiaria que, si bien puede comprimir algo en el margen, va a seguir siendo alta) y monetario (convergencia de los pasivos monetarios con emisión decreciente, pero tasas de interés más altas), sin impactar negativamente sobre el ritmo de crecimiento de la economía.
El anuncio contribuyó a reducir en el margen la enorme presión que estaban sufriendo los bonos, las acciones y la brecha, aunque no para evitar que el BCRA siguiera vendiendo dólares en el MULC.
Con casi dos años de gestión por delante, el objetivo de atrasar el tipo de cambio oficial con el sendero de corrección gradual de los desequilibrios mencionado, brecha cambiaria alta y riesgo país alto luce riesgoso. Es probable que lo intenten con el “aval del FMI” y la expectativa que pueda llegar a coordinar un cambio de gobierno en 2023. Por ahora falta mucho, sobre todo leer la letra chica del entendimiento y cómo lo digiere el mercado.