Acuerdo con el Fondo: Miren para arriba por favor…

Dejar caer el programa con el FMI en agosto de 2019 fue un claro error. Pero más grotesco fue reestructurar agresivamente la deuda sin enmarcarla en un programa con el Fondo.

Haber dejado caer adrede el programa con el FMI en agosto 2019 fue un claro error. Pero más grotesca fue la cruzada en la que nos embarcaron de reestructurar agresivamente la deuda con privados sin enmarcarla en un programa con el FMI conociendo la concentración de vencimientos y la laxitud que daba el mundo para avanzar en un programa razonable en pandemia.

El 15 de agosto pasado terminamos de escribir el libro “Tiempo Perdido: la herencia, el manejo de la herencia y el manejo de la herencia de la herencia”. El libro intenta saltar la grieta y contar la historia reciente del derrotero de un país signado por el cortoplacismo en la toma de decisiones enmarcadas en una fuerte polarización y que se esmera en dilapidar oportunidades.

Cuando pusimos punto final al libro todavía faltaba un mes para las PASO y casi tres para la elección legislativa. Acababan de ingresar los DEGs del FMI y las Reservas netas habían tocado USD10.000 millones, el riesgo país se ubicaba en 1.400 pbs y la brecha cambiaria en 80%.

Una vez más el Gobierno había decidido postergar el acuerdo con el FMI y consumir hasta el último de los casi USD15.000 millones de dólares que cual maná del cielo recibió la Argentina en 2021 (Degs más soja) para financiar un aumento en el bienestar transitorio intentando apuntalar el resultado de la elección.

En parte porque la visualización del rebote inducido llegó más tarde de lo previsto y se combinó con una aceleración de la inflación y de la brecha cambiaria, en parte por eventos que se le fueron de control al gobierno como la aparición de la grotesca foto del cumpleaños de Olivos en plena cuarentena, la típica estrategia cortoplacista una vez más no le alcanzó al gobierno de turno para apuntalar el resultado de las PASO.

Apenas le alcanzó para achicar un poco en el margen la derrota en la elección definitiva de noviembre, aunque no para evitar perder el Senado. En tanto la reacción favorable del mercado inmediata a la derrota del oficialismo (al revés que en 2019 cuando las PASO terminaron por coordinar la ruptura del crédito) duró poco tras visualizarse la forma en la cual la coalición de gobierno dirimía las internas e intentaba redoblar la apuesta.

La postergación de la negociación con el FMI para descomprimir los vencimientos de capital por USD44.000 millones que desde el vamos se sabía arrancaban en septiembre pasado fue parte de esta última estrategia cortoplacista cuyos costos estamos pagando hoy.

Haber dejado caer adrede el programa con el FMI en agosto 2019 fue un claro error. Pero más grotesca fue la cruzada en la que nos embarcaron de reestructurar agresivamente la deuda con privados sin enmarcarla en un programa con el FMI conociendo la concentración de vencimientos y la laxitud que daba el mundo para avanzar en un programa razonable en pandemia.

Por suerte, el exasperante juego de gallinas en la negociación con el FMI incluyendo la amenaza de no pago del vencimiento de $731 millones el viernes pasado después de haber pagado $3.800 millones desde septiembre, y un BCRA sin reservas para seguir pagando, terminó sin un choque frontal y alejó el riesgo de que el país entre en atrasos con el organismo. El programa se firmaría por un monto similar a los desembolsos efectivos del programa stand by caído, tendría una duración de 2,5 años, un período de gracia de 4,5 años y un plazo de pago de 10 años.

Más allá del sendero de corrección gradual del déficit fiscal al 2025, de reducción del financiamiento monetario también gradual al 2024, de acumulación de reservas el primer año similar a la devolución de dólares por los pagos realizados, faltan definiciones sobre la letra chica del acuerdo. Puntualmente no se sabe: -Cómo se va a cumplir el sendero fiscal manteniendo el gasto real. Además del fuerte hincapié en el crecimiento el ministro solo habló de reducir subsidios sin especificar cómo lo haría, y también de mejorar la administración tributaria. Ni una palabra de cómo va a manejar la indexación previsional a menos que esté dispuesto a acelerar la inflación por sobre el 50,9% de 2021. Ni cómo va a financiar el resto de las necesidades financieras de pesos.

-Cuál va a ser la inflación en 2022 y el sendero hacia adelante (dólar oficial, tarifas, salarios, tasa de interés y brecha cambiaria), sólo especificó que el programa no obliga al BCRA a un salto discreto del dólar, que los salarios y las jubilaciones le ganarían a la inflación y que el aumento de tarifas se haría en forma segmentada.

-Cómo va a lograr acumular reservas y crecer en simultáneo con una brecha cambiaria que si bien puede comprimir algo va a seguir siendo alta, cuando las proyecciones de cosecha auguran una caída en torno a USD6.500 millones en la oferta de dólares en 2022. Y cuando el FMI sólo devolvería los USD4.500 millones que les pagamos hasta ahora.

-Cómo se fijaría el objetivo de tasa de interés positiva y cómo se evitaría que esta termine espiralizando la deuda del BCRA y del Tesoro, sin una licuación previa teniendo en cuenta además la emisión de pesos para financiar al fisco incluida en el programa y la emisión de pesos para comprar reservas.

El anuncio contribuyó a reducir en el margen la enorme presión que estaban sufriendo los precios de los activos aunque no alcanzó para evitar que el BCRA siguiera vendiendo dólares en el MULC. Por lo pronto, después del anuncio el riesgo país cayó a 1730 pbs y la brecha cayó a 110%.

Lejos de aprovechar el acuerdo para avanzar en un plan de estabilización el gobierno festeja el gradualismo y la no inclusión de reformas estructurales que apuntalen la competitividad sistémica de la economía en un mundo donde el capital y el trabajo son cada vez más flexibles y saltan fronteras.

Como en la película no mires arriba, por el momento los líderes argentinos de ambos lados de la grieta siguen enfrascados en discutir las herencias, (la política con un ojo puesto en dirimir sus internas de cara a la próxima elección y parte del sector privado en defender su propio status quo), sin percatarse la cercanía del meteorito y sin comprender que finalmente somos los argentinos los que pagaremos los costos.

Lamentablemente, en Argentina los consensos sólo aparecen cuando los grados de libertad para evitar una crisis desaparecieron. Volviendo a lo figurativo, el acuerdo con el FMI aleja el meteorito pero no cambia el rumbo.