Sin moneda que permita canalizar el ahorro a la inversión local, los incentivos son siempre a vaciar al BCRA.
En su reciente discurso en Chaco, la Vicepresidenta dijo una frase que dio en el clavo: “no puede ser que tengamos salarios bajos y no tengamos reservas en el BCRA”. Podría agregarse, mucho menos con una soja arriba de USD600 la tonelada y exportaciones del complejo agroexportador estimadas en USD41 mil millones (USD5 mil millones más que en 2021 y USD15 mil millones más que en 2019/20).
La intuición es correcta, la receta que tiene en mente está equivocada. Su enojo está asociado a que “fallaron” los controles de precios, pensando que, con estos se podría haber contenido el salto en la inflación que erosionó los salarios.
Considera que se pueden tener políticas activas para impulsar la demanda independientemente de las restricciones de oferta, sin tener implicancias inflacionarias y/o de desabastecimiento. Y que se pueden desacoplar totalmente los precios internos de los internacionales y de los costos, sin tener impactos sobre la oferta y/o el déficit fiscal si se compensa con subsidios.
La lectura del Gobierno de que la recuperación de la economía y el empleo están bien y que lo único que falta es bajar una inflación que se acelera, sin mencionar la grotesca distorsión de precios relativos detrás de una brecha cambiaria en 80%, es errónea. En el medio, un sector privado (con capacidad para fijar en muchos casos precios y cantidades) que “festeja” la vuelta de la actividad a los niveles de inicios de 2018, pero que sistemáticamente se pregunta hasta cuándo dura.
La contracara de esta dinámica es una fuerte concentración en la distribución del ingreso. El intento de mejorarla impulsando las paritarias por sobre una nominalidad que corre al 5/6% mensual, termina generando una mayor inflación que deriva paradójicamente en una mayor concentración del ingreso.
Es que la brecha cambiaria hace estragos. Si bien corta de lleno la salida de capitales y los pagos de dividendos (que vale recordar representan una deuda no registrada como tal), habilita mecanismos alternativos por los que los dólares se van igual y que explica que el BCRA compre muchos menos dólares que los comprometidos en el acuerdo con el FMI descuidando la única ancla que le queda.
Por lo pronto, el desplome en las exportaciones de servicios refleja este deterioro. La contracara es que la oferta de dólares en el mercado blue y en el CCL/MEP se sostiene, con remesas de utilidades que cambiaron de signo en la Argentina de los últimos años.
En parte producto de argentinos que viven afuera y envían dólares a la Argentina, en gran medida producto de argentinos que viven en el país y utilizan para vivir sus ahorros en dólares y/o reciben ingresos originados en la exportación de servicios que no pasa por el circuito formal. Algo similar ocurre con la cuenta de turismo, donde el ingreso de dólares por turismo al BCRA se mantiene cercano a cero.
La cancelación de deuda del sector privado acumula desde que arrancó el Gobierno USD21,2 mil millones. Si se suman los USD13. mil millones cancelados por el sector privado durante 2018/19, multiplica por dos el endeudamiento del sector privado contraído durante los primeros dos años de Macri. El nivel de importaciones también es extraordinariamente alto. En marzo y abril se importó por USD6,9 mil millones por mes en promedio, USD6,2 mil millones sin energía.
La brecha cambiaria es la mayor transferencia de ingresos que hay hoy en la economía. Al 80%, equivale al 40% de las importaciones. Estamos hablando de una transferencia de USD30 mil millones por año, 6% del PIB. Este monto es el doble de lo que paga el fisco por subsidios para contener los precios de la energía, pero los precios de muchos bienes subieron en los últimos meses incluso por encima del dólar marginal.
Del otro lado, los exportadores reciben un precio que antes de retenciones equivale al 60% del precio internacional. Un productor sojero recibe sólo un tercio del precio entre retenciones y brecha cambiaria. Pero las retenciones van al fisco, la brecha va al importador, al pago de deudas registradas, al dólar solidario y al turismo (estas dos últimas previo pago de percepciones y el impuesto país).
Sin moneda que permita canalizar el ahorro a la inversión local, los incentivos son siempre a vaciar al BCRA. Cómo decía Miguel Bein, casi un deporte nacional que se refleja en los USD417 mil millones que mantienen los argentinos en el exterior (85% del PIB). De estos, USD187 mil millones (cinco veces el tamaño del crédito), salieron desde 2006.
La acumulación genuina de Reservas en el BCRA ocurrió sólo entre 2003 y 2007 cuando el país tenía superávit de cuenta corriente y fiscal. Desde entonces la sistemática salida de capitales en los años sin cepo y/o la cancelación de deudas, pago de importaciones y compra de todos los dólares oficiales que la regulación permitía en los años con cepo sumado al uso del stock para pagar la deuda, redujeron sistemáticamente las reservas netas hasta llevarlas a niveles negativos en enero, cuando en medio de la disparada de la brecha cambiaria, finalmente el Gobierno decidió cerrar con el FMI.
El esquema actual no es sustentable, es muy regresivo y nos está introduciendo en un cambio de régimen inflacionario cada vez más perverso. Cualquier intento de estabilización, condición necesaria para empezar a construir una moneda que permita bajar la brecha y canalizar el ahorro a la inversión, requiere horizonte y gobernabilidad.
Ambas condiciones necesarias para avanzar con las reformas estructurales que apuntalen la competitividad sistémica y nos permita corrernos de un modelo de salarios bajos y un BCRA que no acumula dólares. Con un horizonte del gobierno cada vez más corto frente al calendario electoral, y un boicot directo de la coalición de Gobierno al programa con el FMI, el margen para buscar acuerdos que permitan pensar en avanzar en esta agenda se diluye.