15 de enero de 2023 – Marina Dal Poggetto y Lucio Guberman
El último bimestre de 2022 terminó con un ritmo de inflación promedio de 5% mensual –80% en términos anualizados–, que contrasta con el 135% anualizado de julio último, cuando la inflación mensual se ubicó en 7,4%.
Tanto la caída de la inflación en el margen como la normalización de la brecha cambiaria a un entorno del 90%/100%, frente al 160% que llegó a tocar en julio, reflejan una sensación de alivio frente al precipicio en el que se vivió en aquel mes, en medio del enroque de ministros y de la ruptura del mercado de bonos en pesos.
Sensación de alivio que, en el final del año, estuvo acompañada por la algarabía que provocó el triunfo de la selección en Qatar y por una economía que, si bien desde agosto no crece, ya recuperó los niveles de actividad de 2017.
El intento de “desinflación concertada” desde estos niveles no es un programa de estabilización que funcione para sentar las bases de crecimiento de la Argentina. Lejos de intentar achicar la grosera transferencia de ingresos que genera la brecha, se aprovecha de la brecha para negociar, con un dólar soja a $230 que luego se vende a $181 a sectores que acuerdan precios con el Gobierno.
A su vez, el esquema agudiza el deterioro de la hoja de balance del Banco Central, al que le sobran cada vez más pesos y le siguen faltando dólares, aumentando en los hechos los costos de salida del cepo en una futura gestión. También dificulta el cumplimiento de la meta fiscal con el FMI, que en 2022 estuvo apalancado en la licuación del gasto previsional, indexado con rezago al pasado. Ese factor jugaría al revés en los meses que vienen, si se sostiene la baja de la inflación.
En el margen, empieza a corregirse un poco la grosera distorsión de precios relativos. Sergio Massa avanza con la recomposición tarifaria acordada con el FMI que el kirchnerismo tenía pisada, al tiempo que busca moderar la suba de precios de los bienes contra el compromiso, uno a uno, de dar acceso al dólar oficial. En simultáneo, el ministro negocia con los sindicatos una pauta salarial del 60% para el año, con cláusula de revisión a la inflación. Mientras, el Banco Central pisa el ritmo diario de devaluación para ponerlo en línea con la inflación en el margen (80% anualizada), y mantiene la tasa de interés de las Leliqs en el 6,3% mensual (105% anualizada). El riesgo latente es la brecha.
La normalización que se ve en algunas variables en términos agregados, no se sostiene cuando se mira qué hay adentro. Ocurre que al interior de estos precios aumentan los esquemas de subsidios cruzados. Y eso distorsiona aún más un sistema de precios que está literalmente chiflado.
Un ejemplo: desde este mes, el precio que paga por el gas un usuario residencial del AMBA que dejó de recibir subsidios, es seis veces mayor al que paga un usuario residencial de Tierra del Fuego, que no solo recibe subsidio general sino que, además, se beneficia del régimen de zonas frías.
En cuanto a los precios de los bienes, los acuerdos para moderar las subas están basados en negociaciones empresa por empresa. Contra el compromiso de acceder al programa “Precios Justos”, las firmas acceden al dólar oficial para pagar importaciones. Estos acuerdos están centrados en grandes empresas productoras y/o en grandes supermercados, y, en los hechos, funcionan como un mecanismo de “competencia” para capear las subas en las empresas que no están en la mesa de negociación.
Lo que en términos de administración de la escasez de divisas tiene lógica –no se puede tener una brecha del 100% y libre acceso al mercado cambiario– genera grandes inequidades. Empresas medianas que no se sientan a la mesa de negociación no consiguen nuevos permisos en el sistema SIRA y se ven obligadas a usar sus dólares (lo cual les duplica el costo) o a buscar mecanismos alternativos para acceder al dólar oficial, también con un costo adicional. El esquema tiende a la concentración en una economía cada vez más cerrada. Y aparecen algunas concesiones adicionales, como la bizarra suba de impuestos a la importación de celulares, notebooks y computadoras o la reestructuración amigable de la deuda compulsiva de las distribuidoras eléctricas con Cammesa.
Estos son solo algunos ejemplos. La negociación sector por sector, resuelve situaciones regulatorias y/o de hoja de balances que venían trabadas, generando nuevos mecanismos de negociación para comprimir márgenes que vienen de niveles muy altos. La voluntad de los distintos sectores para negociar refleja a las claras que el traslado a precios de la devaluación no es un dato estadístico; está totalmente tamizado por la capacidad de la política para negociar. Y la capacidad de Massa para negociar es innegable, aunque en una economía que enfrenta escasez no todos pueden estar mejor.
Desde hace varios meses, cuando empezamos a hablar del riesgo de transición implícito en un mercado de bonos en pesos que estaba roto, armamos una matriz de doble entrada para pensar los escenarios.
En uno de los ejes incluimos la disponibilidad de dólares: el Gobierno, ¿consigue o no consigue los dólares? Recordemos que en 2023 la oferta sería de al menos US$10.000 millones menor a la de 2022 cuando, entre el salto exportador y los dólares del FMI, el país recibió US$20.000 millones más que en 2021. La oferta final dependerá de las lluvias, de los precios internacionales y, fundamentalmente, de la capacidad del ministro para seguir sacando conejos de la galera (y que sean conejos y no una ilusión óptica).
En el otro de los ejes incluimos el esquema de transición política. ¿Hay o no cooperación en la transición? Léase por cooperación la expectativa del respeto de los contratos en pesos en una nueva gestión. Algo que va a requerir o bien una continuidad del esquema de represión financiera y brecha cambiaria alta, o bien un esquema de licuación del excedente de pesos en el marco de un programa de estabilización que solo podría hacerse si la deuda en pesos del Tesoro no termina mayormente indexada.
El cuadrante superior “coopera/consigue los dólares” es el único estable. Es muy temprano para ponerlo como escenario base, pero en términos de cuatro de los actores que van a definir el escenario, algún alineamiento se vislumbra.
1) El FMI no pone trabas al esquema. No objeta ni que el Banco Central compre dólares caros que vende baratos, ni que compre bonos en el mercado secundario y financie en forma indirecta al Tesoro.
2) El “establishment” empresario/sindical de momento acompaña y negocia. Massa negocia con zanahorias y no con garrote; aún un Estado quebrado tiene muchas zanahorias.
3) La coalición oficial pareciera ordenarse detrás de Massa o, dicho de otra forma, por ahora no le cascotea el rancho como a Guzmán.
4) La coalición opositora no se termina de ordenar, pero al menos uno de los candidatos empieza a dar alguna señal de “cooperación”.
Lo que desde la economía se entiende como “creatividad del ministro para seguir sacando conejos de la galera”, desde la política se interpreta como la casi siempre presente vocación negociadora de grupos económicos, mediáticos y gobiernos de turno. Vocación negociadora que, con el kirchnerismo recluido a cuarteles de invierno, permite ir destrabando situaciones puntuales como las descriptas antes.
Vistos desde la economía, los conejos son una ilusión óptica y no conejos de verdad que logren compensar la escasez de dólares en el corto plazo y, mucho menos, que sean un programa de estabilización . Vistos desde la política, están hechos, como el halcón maltés, de la materia de la que están hechos los sueños. Y qué es una campaña electoral sino la competencia por excelencia de guiones cinematográficos… Y ya estamos por entrar en esa competencia.
Y la película a guionar en la Argentina, conejos de Massa mediante, será una película sobre un vaso que tiene agua hasta la mitad. El ministro y la coalición peronista que, con su arte de conducción, se está manteniendo unida en el Frente de Todos, dirá que ese vaso está medio lleno y con más agua por venir. La oposición dirá que ese vaso está medio vacío y que hay que evitar que el peronismo siga derrochando el líquido preciado y escaso.
Por ahora, los conejos que sacan de la galera permiten un juego cooperativo de un sector privado que sigue aprovechando el carry trade a estas tasas, esperando en fila para acceder al dólar oficial mientras desarman cobertura Rofex/Dólar Linked y empiezan a buscarla en activos argentinos en dólares a precios de remate. Y cada vez que la brecha salta un escalón, los llamados y la intervención la frenan.
El escenario económico va a depender, fundamentalmente, de cómo se vaya dando el escenario político que, a su vez, dependerá del económico. El vaso estará por la mitad mientras se recuerde que es de vidrio; la leyenda que lo precede dice: “Frágil, trátese con cuidado”.
Por Marina Dal Poggetto y Lucio Guberman