No importa si el conejo es negro o blanco mientras sirva para ganar tiempo…
Terminó enero y como todos los años impares, esto coincide con el arranque del año electoral y la estacional caída en la demanda de pesos. En 2023 las elecciones presidenciales y el cambio de régimen incorporado en el abanico de propuestas de la oposición, montado sobre un esquema de represión financiera que enfrenta una escasez de dólares creciente por la sequía y exacerba la emisión de pesos para intentar sostener la rueda andando, agrega adrenalina a los escenarios.
Tomando prestada la alegoría de la “mecha alargada” incluida en el comunicado de Juntos por el Cambio, la pregunta es si la bomba de pesos acorralados explota antes, explota después o no explota y es factible de ser desactivada.
Como venimos diciendo, no está escrito aún el final de la historia: el escenario político va a definir el económico y en simultáneo el escenario económico va a definir el político. Los números de la economía en 2023 y en 2024 van a depender de cómo se vaya dando esta iteración que además va a estar influida por el contexto internacional y la sequía; la suerte también se evalúa.
Desde hace varios meses, cuando empezamos a hablar del riesgo de transición implícito en un mercado de bonos en pesos que estaba roto, armamos una matriz de doble entrada para pensar los escenarios. En uno de los ejes incluimos la disponibilidad de dólares: el gobierno consigue o no consigue los dólares. En el otro de los ejes incluimos el esquema de transición política: hay o no cooperación en la transición (coopera o no coopera; léase por cooperación la expectativa del respeto de los contratos en pesos de una nueva gestión).
Obviamente la cooperación óptima era aquella que arrancaba con las correcciones pendientes enmarcadas en un programa de estabilización, no la que acumula crecientemente distorsiones intentando patear la pelota para la próxima administración. Pero metido en esta trampa, el ala dura de la oposición hoy se encuentra con un discurso complicado para adentrarse en una campaña electoral. La promesa de “caos y sacrificio” contrasta contra la promesa de Massa de “ordenamiento y esperanza”. De nuevo, para que el mensaje de Massa se sostenga en el tiempo “los conejos” tienen que seguir funcionando.
Por lo pronto el manejo la escasez a través de la administración del comercio en manos del Ministerio de Economía (a través de las SIRA) es en palabras del propio Massa (entrevistado por Horacio Verbitsky en el Cohete a la Luna) “lo que explica por qué los controles de precios que le fallaron a Feletti y Paula Español, a él sí le funcionan”. Pero lo que parecía “funcionar” en noviembre y diciembre cuando la inflación cayó al 5% mensual en promedio (80% anualizado) en contraste con el 7,4% de julio (135% anualizado), empieza a hacer agua en el inicio de 2023. La inflación de enero según nuestro relevamiento de precios minoristas ascendió a 5,9% (casi 100% anualizado).
Cuatro factores: a) Los acuerdos de precios que funcionaron en el fin de año empiezan a resquebrajarse. b) La disparada en el precio mayorista de la carne entre 20% y 30% desde mediados de enero. c) Los aumentos en precios regulados, varios indexados mensualmente, aún con ponderaciones bajas en el índice, inciden. d) Los dólares marginales empezaron a tomar temperatura a mediados de enero.
Lejos de paralizarse, Massa actúa; inventa una recompra de deuda con reservas que no tiene para sortear al FMI e intervenir en la brecha y busca apalancar la operación con un repo con bancos usando como garantías los bonos recomprados. Por otro lado relanza el acuerdo precios justos, mientras busca activamente fuentes de dólares incluyendo la danza a la lluvia para moderar los costos de la sequía.
Queda claro que en cualquier caso (con más o menos nominalidad) el programa en 2024 debería arrancar corrigiendo precios relativos, y esto incluye un salto cambiario discreto en diciembre 2023 y/o enero 2024, una respuesta respecto al sostenimiento de los contratos en pesos, y una definición sobre el desarme del cepo. Si el programa sale bien, en el mejor de los casos la inflación podría en los últimos meses de 2024 volver a ubicarse por debajo del 2% mensual (25% anualizado), pero difícilmente la inflación de 2024 se ubique por debajo del nivel de 2023 (aún si la devaluación se da en diciembre 2023).
Los esquemas de cobertura del sector privado durante 2023, frente a la visualización de lo que puede venir en 2024, son los que van a definir que la nominalidad en este año repita el 100% de 2022 (datos a noviembre en el escenario “alcanzan los conejos”) y/o vuelva a saltar un escalón como en 2022 ¿130/150%? (escenario no alcanzan los conejos donde la espiralización de la brecha y la inflación complican la transición). En cualquier caso, con arrastre estadístico neutro, con el impacto directo de la sequía e indirecto a través de la contracción de importaciones frente a la restricción de dólares, la economía caería entre 2% y 3%.