Transición y después
El intento de ponerle números a la transición de un esquema de represión financiera cada vez más extremo a uno de mayor libertad económica en una futura gestión frente a los desbarajustes de balance del BCRA, resulta cada vez más complicado tras el escenario de tercios resultante.
Sin anclas a la vista, la compresión en la brecha cambiaria tras el salto del dólar oficial a $350 (negociado como contracara del desembolso del FMI tras el grosero incumplimiento del programa) duró apenas 48hs para sobre reaccionar a niveles cercanos a los picos de 130% de octubre 20 y enero 22. En tanto, el adelanto cambiario conseguido se esfuma con la inflación de apenas un mes y medio posterior (11,5% agosto y 10,5% la primera proyección para septiembre, incluyendo los diversos congelamientos anunciados tanto en servicios públicos como en alimentos, según nuestro Relevamiento de Precios). Como venimos sosteniendo, devaluar de un salto sin programa, sólo iba a llevar a una escalada en la nominalidad.
El grosero intento de anclar el dólar y las tarifas antes de la elección del 22 de octubre, y eventualmente (si llegara Massa a colarse en el Ballottage) mantenerlo hasta el 19 de noviembre, puede no alcanzar y convertirse en un boomerang si la presión en los dólares financieros se sostiene. De ahí la búsqueda desesperada de intervenir en este precio, ya sea vendiendo seguros de cambio a importadores (Lediv), usando los dólares comprados en el MULC para intervenir en el dólar Mep/CCL y de paso compensar la caída en los depósitos en dólares, vendiendo bonos en cartera del BCRA convalidando tasas muy altas y anunciando un nuevo dólar soja (no implementado aún) que habilite que un 25% de los dólares de sus exportaciones queden sin liquidar y abastezcan al CCL, mejorando en simultáneo el precio en pesos al productor. Todas medidas en extremo cortoplacistas que intentan “tapar el sol con la mano” y aumentan los costos de salida.
Como venimos sosteniendo, un programa de estabilización es condición necesaria para empezar a encarrilar el balance del BCRA, corregir la distorsión de precios relativos, la brecha cambiaria y establecer un ancla creíble que corte la inercia y reduzca la inflación. Para esto también es fundamental una consolidación fiscal que lleve a cero la emisión de pesos para financiar al fisco y permita reestablecer una tasa de interés en dólares de la economía que permita el rollover de los vencimientos de la deuda en dólares que arrancan en 2025. Con las condiciones de partida, el margen para el gradualismo que sí había en 2015, hoy no está. Se requiere un shock, que corrija la distorsión de precios relativos de arranque y establezca un ancla creíble que permita avanzar en lo anterior.
De acá que la pregunta no es si lo que viene es shock o gradualismo. La pregunta correcta es si es un “shock controlado” o un “shock descontrolado” que escale la nominalidad en forma permanente. Ya sea porque se supuso que el dólar iba a tener un techo que no tuvo (la reforma financiera de Cavallo en 1982) o por que se supuso que la puja distributiva no escalaba detrás (Rodrigazo en 1985).
Es por esto qué, la estabilización como condición necesaria requiere que se den en simultáneo dos condiciones más que completen los vértices de un triángulo. Por un lado, las reformas estructurales que recompongan la competitividad sistémica de la Argentina y en simultáneo hagan sostenible en el tiempo la consolidación fiscal y tolerable el cambio en los precios relativos, sin coordinar un violento aumento del desempleo y/o un desplome aún más violento de la capacidad de compra de los ingresos. Por otro lado, la gobernabilidad entendida en tres dimensiones: 1) la que evite una escalada en el conflicto social frente al cambio en los precios relativos y el ajuste fiscal, de ahí la necesidad de pensar mecanismos compensatorios que sirvan como medio de cambio para modificar la indexación del gasto; 2) la que permita pasar por el Congreso las leyes necesarias para la estabilización y para las reformas; 3) la que permita empezar a alargar el horizonte de la Argentina, haciendo los cambios duraderos en el tiempo, poniendo fin al grotesco péndulo en el cual estamos inmersos en el país.
Volviendo a los vértices del punto anterior, uno podría decir que Massa tiene el fuerte en la Gobernabilidad (que claramente se erosiona después del resultado de las PASO), no tiene en carpeta hoy programa de estabilización ni de reformas, sólo táctica intentando llegar del otro lado con un esquema perverso donde “Todo Vale”. Bullrich tiene equipo (ahora prestado de la Fundación Mediterránea) con un punteo sobre la estabilización y las reformas, aunque hay dudas sobre la gobernabilidad en sus tres dimensiones. Milei, de momento supone la gobernabilidad, plantea la dolarización milagrosa como proxy inmediata de la estabilización, y tiene un plan móvil de reformas de primera, segunda y tercera generación que va mutando según el auditorio, y sobre todo se van diluyendo o postergando a medida que aumentan sus chances electorales.
Queda claro que el mensaje de campaña no es el programa de gobierno. Pero en una Argentina tan frágil, ambos generalmente se confunden. Preferimos no armar escenarios de shock descontrolado, aunque esto no significa que las cosas no puedan salir mal frente al cambio de régimen. Aunque mantener el statu quo, tampoco es una opción. En adelante, incluimos dos simulaciones de “shock controlado” con distintas intensidades (devaluación sin desmantelar el cepo antes) sin ruptura de contratos y sin escalada en la puja distributiva.