- Misión 1: Frenar la corrida aún a costa de aumentar el riesgo sistémico
- Misión 2: Frenar la recesión y volver al zigzag en 2019
- Escenarios Electorales 2019… primer intento
Cuando las cosas afuera van bien y entran capitales, no hay nada que la política económica pueda hacer para que nos vaya mal en el corto plazo. Cuando las cosas afuera van mal y salen capitales, no hay nada que la política económica pueda hacer para que nos vaya bien en el corto plazo. Léase que hablamos de corto plazo. Obviamente la praxis de la política económica tiene consecuencias que hacen a la sustentabilidad de los esquemas económicos. Y esto va tanto para cuando el mundo nos sonríe y hay grados de libertad para alargar el horizonte de las decisiones (los años del kirchnerismo con precios récord de nuestras exportaciones y dólar débil, y los primeros dos años del gobierno actual cuando el crédito permitía financiar el gradualismo), como cuando los grados de libertad se achican y la política económica debe reaccionar frente a la toma de ganancias en un mundo donde el crédito se encarece y el dólar se fortalece; y en una economía que eliminó todas las restricciones a los movimientos de capitales de corto plazo en paralelo a un BCRA que compró Reservas con pasivos remunerados (LEBACs muy cortas) cuando estos capitales entraban, y un Tesoro que se fondeo agresivamente con deuda de corto plazo (LeTes).
En las últimas tres semanas, y luego de un salto cambiario que acumula 40% desde que arrancó la corrida (60% desde mediados de diciembre), el Gobierno viene consiguiendo con éxito ponerle freno al dólar en torno a $27,5. Logró esto restringiendo la liquidez de la economía con tasas de interés que oscilan en torno a 45% (abajo del pico de 60% de fines de junio), estirando los límites de intervención en el mercado cambiario (las reservas cayeron US$5.150 millones desde el ingreso de los dólares del FMI) e intentando un cambio de pasivos en pesos remunerados del BCRA (LEBACs) por LeTes en dólares y por encajes reumunerados de los bancos integrados con Bonos del Tesoro en pesos. Como contracara de estos movimientos y del salto cambiario, el balance del BCRA mejoró (los pasivos remunerados pasaron de 9,2% a 7,4% del PIB después de la corrida), en tanto la deuda del Tesoro empeoró (la deuda de la Nación en el mercado -incluyendo organismos de crédito internacionales- pasó de 29,4% del PIB a principios de año a 38,4% del PIB hoy).
El resultado de la corrida y su manejo es un desplome en los niveles de actividad (afectado además por la sequía) y una moderación en las presiones inflacionarias frente a la suba de costos gatillada por el salto del dólar, de las tarifas y de la tasa de interés. Aún suponiendo una estabilización de las variables financieras y un freno de la caída en el último trimestre de 2018 (normalizados por la sequía los datos de julio apuntan a ser peor que los de abril y mayo), el PIB caería este año en torno a 0,5% dejando un arrastre estadístico negativo cercano a 1,5% para 2019. Y aún suponiendo un dólar de $30 a fin de año, paritarias en torno a 24% y una redefinición de las subas tarifarias, la inflación se ubicaría en torno a 31% consistente con una desaceleración en los meses que siguen teniendo en cuenta que acumula casi 20% en los primeros siete meses del año.
La apuesta es a reabrir el crédito, bajar el riesgo país, frenar las expectativas de devaluación y que eso permita al BCRA bajar la tasa de interés de pesos, condición necesaria para que este escenario se concrete y permita volver al zigzag en 2019, con un crecimiento bajo en promedio pero una economía en donde se sienta la recuperación hacia Octubre del próximo año. Por lo pronto, en la última semana, algo de esto empezó a ocurrir: bajó el dólar, bajó la tasa de interés de las Lebacs y subieron los precios de los bonos en dólares y de las acciones en un contexto donde lentamente los capitales vuelven a los países emergentes. La capacidad para estabilizar las variables financieras, económicas y políticas (y su retroalimentación) depende directamente de la reapertura del crédito y de que vuelvan a ingresar capitales a la economía en un mundo incierto y frente a una política interna “más discutida”. En la metáfora que usa el Gobierno del barco agujereado al que entraba agua por la tormenta, significa que salga el sol.
La aparición del FMI como prestamista de última instancia no alcanzó para revertir la salida de capitales a pesar del enorme monto involucrado en el programa. La rigidez del esquema monetario negociado, el cronograma de desembolsos frente a las necesidades financieras hasta finales de 2019 y la visualización de la baja capacidad de intervención en el mercado cambiario fue paradójicamente lo que gatilló el salto del tipo de cambio de $25 a $29 en la última semana de junio, y la sobrereacción del Gobierno para estabilizarlo en torno a $27,5 con los costos asociados mencionados. Pero la voluntad del FMI y de los países desarrollados frente a la incertidumbre política en LATAM de ayudar al Gobierno luce inalterable. Y no se descarta una redefinición del programa de desembolsos que apuntale el programa financiero si las expectativas del mercado no se revierten. El plan B del Gobierno pareciera ir más en el sentido de redoblar la apuesta con ayuda internacional apuntando a recuperar los flujos de capitales. Flujos de capitales necesarios para atrasar un poco el tipo de cambio en 2019 apuntando a compensar, a partir de una política de ingresos y de crédito expansivas (incluyendo las PPP), la corrección fiscal negociada en el programa y apostando a una normalización de la cosecha y de las exportaciones a Brasil. Este plan está lejos de un esquema de estabilización que distribuya los “beneficios” de un salto cambiario no controlado que asegure el cierre sea fiscal, suavice el ajuste del sector externo, y modere la dinámica de los costos dolarizados. En los dos escenarios del FMI (el base y el “adverso”) se restablece el flujo de capitales y la economía crece a lo largo de 2019 en torno al 1% trimestral desestacionalizado (1,5% promedio en el base y 0% en promedio en el alternativo dado el arrastre estadístico muy negativo que deja 2018).
Recién arranca la carrera electoral, pero el reloj corre rápido y los costos políticos y sociales si sale mal pueden ser muy elevados. Volviendo al principio, cuando salen capitales, no hay nada que la política económica pueda hacer para que nos vaya bien en el corto plazo, salvo conseguir un prestamista de última instancia que diluya los temores, al menos hasta las elecciones o esperar a que salga el sol y deje de entrar agua al barco.