- Parches que pegan menos:
- Liquidez global, liquidez local y lluvias
- ¿Qué puede empañar este escenario?:
- Tasa de interés en pesos y brecha cambiaria
- Cuellos de botella autoinflingidos
- Freno a la nominalidad y puja distributiva
- Discurso de largo plazo, foco en el corto
- Déficit gemelos en energía
- Carta Orgánica del BCRA y Ley de Convertibilidad: Contenidos de la Reforma
- Nuevo rol de los Bancos Centrales y del BCRA
- El Mundo:
- Liquidez mata Riesgo Sistémico – Parte II
La liquidez global, incentivada ahora por la nueva ronda de inyección de fondos a los bancos por parte del Banco Central Europeo a partir de la duplicación de la línea a tres años anunciada en diciembre, devolvió el influjo de fondos a emergentes. El Banco Central de Brasil continúa bajando agresivamente la tasa de interés (ya van 275 pbs. a 9,75%) y la tonelada de soja retornó raudamente a valores de US$490 –algo arriba del promedio del año pasado-. Junto a esto, en Argentina llovió -y no poco-, situación que limitó el impacto sobre la cosecha que se estimaba apenas un mes atrás. Pero además, el cepo a la compra de dólares fue efectivo para limitar –al menos en el corto plazo- las expectativas de devaluación y reducir la tasa de interés a niveles nuevamente negativos. La nueva foto configura un escenario algo mejor para las proyecciones de crecimiento de Argentina para 2012, que sostenemos en torno a 3,5%. La mitad del año pasado cuando la economía creció según nuestras estadísticas en torno a 7%, pero más de lo que muestran los indicadores anticipados de actividad para los primeros meses del año, que todavía acusan el freno evidenciado hacia el último trimestre de 2011. ¿Qué puede empañar este escenario? Dejando a un lado eventuales ruidos que puedan venir del contexto global, en el ámbito local esta situación podría estar dada o bien porque el equilibrio entre tasa de interés y brecha cambiaria se torne inestable filtrando a la inflación, o bien que el intento de la Política de ahorrar dólares limitando el ingreso de importaciones genere cuellos de botella que afecten al nivel de actividad, o que la puja distributiva se acelere limitando el freno a la nominalidad que la política lleva adelante con los salarios docentes como testigo.
Mientras tanto, el Gobierno sigue con un discurso de largo plazo, pero apunta en el corto a reestablecer la caja de pesos y dólares con el foco puesto en minimizar la tasa de devaluación. Ambos objetivos están relacionados entre sí, ya que por un lado, la decisión de seguir usando reservas para pagar la deuda pública (reforma de la ley de Convertibilidad y Carta Orgánica del BCRA mediante) cuando el superávit externo tiende a desaparecer por el alto consumo de importados, requiere métodos no tradicionales para abrir la cuenta capital (importación sin uso de divisas, pago de dividendos con créditos del exterior, venta de bonos en dólares en manos de la ANSES, etc.) adicionales a las demás medidas de política que intentan limitar o postergar el uso de divisas de la economía (uso de los dólares depositados como stocks de bienes en los almacenes de las compañías, extensión de la obligación de liquidar divisas de exportación, postergación de los pagos y limitación de la fuga, etc.). Entendemos que el Gobierno tiene claro que lo que no puede hacer es perder las Reservas. Los métodos utilizados no son inocuos en términos de crecimiento potencial, pero tampoco implican una crisis. El desarrollo de la paritaria docente, donde por primera vez el Gobierno se plantó, confirma el cambio en el discurso en relación al impacto inflacionario de los salarios frente a la necesidad de reducir la nominalidad y a limitar el efecto sobre los fiscos provinciales en problemas. Los anuncios de reducción en los subsidios van en la misma línea, aunque su implementación viene demorada, intentando limitar o trasladar los costos políticos en medio de un evidente deterioro de la capacidad instalada en estos sectores.
En el tema energético, frente a la indignación tardía del Gobierno en relación a la caída en la oferta de petróleo y gas en conjunto con el desbalance de dólares y fiscal del sector y la desobediencia de YPF que accedió al MULC para pagar utilidades (para cancelar la cuota de la compra calzada con dividendos) a pesar de los controles, se reclaman mayores inversiones en el país, pero se sigue sosteniendo que los argentinos debemos pagar costos locales y no relacionados con los precios internacionales. Pero mientras esto ocurre los precios locales de los combustibles más que se duplicaron desde que se vendió YPF y hoy se ubican (neto de impuestos) 60% por encima del precio de exportación (neto de retenciones), pero 40% por debajo del precio internacional y casi en línea cuando se incluyen los impuestos. Frente a esta situación, el grueso del ahorro anunciado en subsidios se obtiene subiendo cargos que van a financiar al Estado (gas importado) y/o eliminando gastos del Estado destinados a los planes petróleo plus y refino plus (sin una norma legal detrás). Nada que pueda reestablecer la ecuación económica de las compañías generadoras y distribuidoras de energía. Estamos llegando a la situación donde los precios locales ya no son tan baratos, pero además, el Estado sigue siendo deficitario porque la importación de gas y combustibles sustitutos al gas cuesta al menos siete veces más que los precios que se pretende en promedio paguen los consumidores locales. Mientras tanto, el desbalance de divisas de los combustibles pasó en igual lapso desde un superávit de US$6.000 millones, a un desequilibrio de US$3.000 millones y los pagos por subsidios a la energía netos de ingresos por impuestos y retenciones a los combustibles ascendieron en 2011 a $13.000 millones cuando en 2006 (antes de la aplicación del esquema de retenciones móviles a los combustibles), eran negativos en $6.000 millones. A todas luces, llegó el momento de ejecutar una política energética para el largo plazo y no sólo apuntar a resolver los agujeros fiscales y/o de dólares que genera la caída en la oferta local.