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A un mes de nuestro último informe, el mundo volvió a complicarse con una Europa que no encuentra una salida políticamente viable a su problema estructural de deuda soberana e insolvencia bancaria. Esta situación impacta de lleno sobre el comercio global, y derivó en menores proyecciones de crecimiento económico para el mundo y su consecuencia: una toma generalizada de ganancias en los activos distintos al dólar. En este contexto, Brasil no arranca, a pesar del importante giro en la política monetaria y fiscal que viene intentando desde fines del año pasado para revertir esta situación y si bien el precio de la soja se mantiene elevado (en parte por los problemas de oferta), también empezó a corregir a la baja junto a menores estimaciones para la cosecha local.
A este mundo, Argentina añade condimentos propios generados en gran medida por la intención de la política de seguir con el mismo esquema adoptado en los últimos años en un contexto donde la caja de dólares y pesos ya no alcanza para todos. Si bien el Gobierno es conciente de esta escasez, el camino elegido de limitar en forma creciente el acceso al mercado de cambios a empresas y particulares empieza a revelar costos, con la particularidad de que el control de cambios actual tiene -a diferencia de experiencias pasadas- información perfecta, y una elevada osadía para actuar sobre los “agujeros” que se van produciendo a medida que se afianza la implementación de las medidas. El desdoblamiento cambiario de facto con una brecha del 30% es el principal síntoma de estas contradicciones.
El intento de aumentar la oferta, financiado con crédito barato (subsidiado) o captado a partir de depósitos con pesos a tasas negativas que tienen prohibido el acceso al mercado cambiario, definitivamente no luce como el mejor camino al desarrollo con equidad social. Quienes ganan con la brecha son aquellos que ahorraron dólares y quienes venden con protección al mercado interno y tienen acceso al dólar oficial para comprar insumos importados. En el otro extremo, pierden los sectores exportadores, cuyos márgenes de rentabilidad se achican por los aumentos de costos en moneda local vis a vis el deslizamiento cambiario. Y también los consumidores, que pagan los precios más altos de la “protección cuantitativa”. Situación que es compensada en parte por la estructura insostenible de subsidios a los servicios. Sin colchón cambiario (una vez que se perdió el alto superávit de las cuentas externas por el salto en las importaciones requerido para financiar el mayor consumo derivado una política salarial y fiscal que acumula aumentos en dólares del 50% en dos años), si no se quiere perder reservas y además se pretende pagar la deuda con dólares del BCRA, se requiere de otro equilibrio de precios y cantidades, cuya resolución dependerá de la combinación que se adopte entre crédito externo, tipo de cambio y tasa de interés en pesos.
En este sentido, mientras se tolera la brecha y se intenta avanzar hacia la desdolarización de facto con tasas de interés negativas, el BCRA empezó a mover un poco más rápido la tasa de devaluación (en el mercado spot y de futuros) compatible con un dólar de 4,96/5 a fin de año. Si continúa con este camino, y deja de lado la creatividad de anunciar dos o tres medidas por semana (que incentivan el apetito de los depositantes por sus dólares), más algo de tasa de interés, hay chances de que la brecha se estabilice, probablemente en niveles altos. En medio de esta vorágine y frente a una economía que se frenó en el segundo trimestre pero que viene de niveles de crecimiento muy altos, pasa desapercibido el éxito a medias que el Gobierno viene consiguiendo en su intento por frenar la nominalidad salarial, aunque el Gasto público no acompaña y si bien la expansión monetaria viene estacionalmente un escalón mas abajo, la liquidez forzada de los bancos no permite que se traslade a la tasa. En este sentido, el tope a las paritarias está saliendo relativamente bien. Lejos del 18% que se pretendía hace unos meses, las paritarias empiezan a cerrarse con un techo de 24% que contrasta con el 35% promedio de 2011. El plan 18% de salarios con 11% de devaluación que el Gobierno intentó a principios de año, parecería estar más cerca de un 23% con 16/17% de devaluación. En este contexto, continuamos reduciendo la proyección de crecimiento para 2012 –de 3% a 2,5%- sujeta a que Europa estabilice y Brasil arranque a un ritmo del 3,5% anual a partir de este mes.