#105 Dólares para la reactivación. La vuelta al mercado

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  • Déficit fiscal: ¿qué incluir y qué no?
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  • Diferentes defensas del modelo

La a colocación del Bonar 24 por US$1.416 millones confirmó que el mercado de crédito no estaba cerrado para el Estado y, junto con la vuelta al mercado de YPF (pagando la misma tasa que en febrero pero por un monto tres veces mayor) y la fluidez con que se va activando el swap con China (ya van US$4.800 millones de los US$11.000 millones acordados inicialmente) más que confirma el programa financiero que veníamos manejando para el corriente año. Programa consistente con nuestra proyección de crecimiento de 1,5% del PIB en 2015, un dólar de $9,8 (o algo más bajo) al 30 de noviembre, una tasa de inflación en la zona del 24% (también hasta noviembre) y reservas internacionales que al final del mandato y después del pago del Boden 15 se ubicarían en torno a US$28.000 millones o más dependiendo de cuantos tramos adicionales se activen del swap con China.

De algún modo, esto asegura que van a estar disponibles las divisas para financiar el aumento en la demanda que genera el dólar funcionando como semi-ancla mientras la política fiscal y la de ingresos duplican la dinámica. En este sentido, mientras el Gobierno sigue otorgando derechos, vía nuevos programas sociales (duplicación de la nómina del plan Progresar y la incorporación de 450.000 nuevos jubilados con la reapertura de la moratoria previsional aprobada por el Congreso un año atrás) con aumentos de los montos por encima de la tasa de inflación (40% y 38% i.a. respectivamente contra 24%), de momento viene postergando el cierre de las paritarias en medio de la disputa por el impuesto a las Ganancias. Disputa que en los hechos sólo afecta al 10% de los asalariados formales, pero que los alcanza con alícuotas crecientes que se llevan hasta una cuarta parte de los aumentos salariales de este año; un absurdo más allá de la irracionalidad implícita en el planteo del sindicalismo que sostiene que el trabajo no es ganancia, sin siquiera observar la importancia de ese impuesto en el esquema tributario de los países desarrollados. En cualquier caso y suponiendo que el Gobierno va a encontrar un mecanismo para solucionar esta inconsistencia y priorizar el cierre de las paritarias, en los próximos meses veremos reflejado el impacto pleno sobre el bolsillo de aumentos salariales en la zona del 30% en dos o tres cuotas con una inflación que se ubica en la zona del 1,5% mensual.

Algo de esto ya se está reflejando en los datos de crecimiento del consumo de abril, y seguramente se verá reflejado con más fuerza a partir de mayo/junio cuando se combine el impacto pleno del aumento en los ingresos con la disponibilidad de dólares para financiar las importaciones. Sin embargo, como venimos planteando, esta estrategia -muy efectiva en el corto plazo- no funciona como mecanismo para sostener el crecimiento en el largo plazo, partiendo de desequilibrios fiscal y de cuenta corriente que al final del mandato se van a ubicar en la zona de 5% (neto de intereses intra sector público) y 2,1% del PIB (3,1% con las DJAI normalizadas) respectivamente. Apelar al endeudamiento, como finalmente empezó a hacer el Gobierno con el BCRA en el último año y con el mercado en la última semana, y como hicieron la mayor parte de las economías vecinas para financiar desequilibrios de cuenta corriente de 3/5% del PIB puede resolver por varios años este dilema, aunque como ya quedó demostrado en el pasado, no dura para siempre salvo excepciones (USA, Australia). 

Argentina puede y debe insistir en organizar un proceso de crecimiento sostenido de la economía a partir de los altos niveles de los cuales se parte, sin apelar al aumento desmedido de la deuda como mecanismo de financiamiento de largo plazo, sino como mecanismo de corto plazo para financiar la inversión en infraestructura y en sectores generadores de divisas que son los que en definitiva van a permitir abastecer de dólares al entramado energético, industrial y de servicios. Dicho de otro modo, avanzar hacia el desarrollo requiere encontrar una solución superadora del modelo de stop and go, y del “remedio” neoliberal de los 90, o de la Dictadura cuando se apeló a la deuda y a la apertura indiscriminada en una economía donde el ancla nominal era el tipo de cambio, como mecanismo para sortear las trabas al crecimiento, con los costos en términos de sobreendeudamiento no financiable, destrucción de capacidad industrial y marginalidad social.

En este sentido, no se puede poner el carro delante del caballo en lo que hace a proponer un ajuste brusco que primero libere todos los controles y dejar que la economía ajuste sola a los nuevos precios relativos, aunque tampoco se puede proponer mejorar el “entramado industrial” aumentando más la protección y los precios internos desde niveles muy altos en un contexto donde el dólar se fortaleció y nuestros precios de exportación cayeron. Hoy Argentina se encuentra presionada frente a la caída en los precios de sus principales productos de exportación y las devaluaciones que sufrieron los países vecinos.

Ser consistente, implica ir buscando un equilibrio entre competitividad, política fiscal activa y tasa de interés que permita financiar este proceso en forma sostenida vía un aumento de la inversión financiada a mediano plazo con ahorro doméstico, lo cual requiere generar los mecanismos para canalizar ese ahorro en inversión. La agenda del país debe apuntar a resolver en forma consistente los tres problemas de los que parte la economía hoy: 1) los problemas de competitividad (distorsión de precios relativos), haciendo uso de la política fiscal bajando aquellos subsidios mal direccionados y las retenciones dañinas, y aumentando y pagando en tiempo y forma los reintegros a la exportación y el IVA a los exportadores. 2) la dominancia fiscal implícita en haber llevado demasiado lejos el desequilibrio fiscal sin crédito y con financiamiento del BCRA, haciendo uso de la disponibilidad de crédito en el mundo a tasas bajas mientras se trabaja en reducirlo gradualmente implementando una regla fiscal de crecimiento del gasto por debajo de los recursos y 3) bajar las elevadas tasas de interés que devengan la deuda pública y privada en un mundo de tasas cercanas a cero. En paralelo se debe trabajar en fortalecer un ancla nominal de la economía (la tasa de interés del ahorro en pesos) que apunte a hacer que la moneda local funcione como reserva de valor, condición necesaria para extender un mercado de crédito local que financie la inversión y, fundamentalmente, para no atar la performance de la economía a los vaivenes de los mercados internacionales. 

La subordinación de la macro a los objetivos de la producción, el empleo de calidad y el consumo y no al revés, depende de los grados de libertad de la política económica y fundamentalmente del punto de partida. Hoy hay margen para graduar la corrección y evitar costos en términos de empleo, pero no conviene perder de vista que el punto de partida es la restricción del sector externo.