A tres años del colapso del sistema financiero global, el mundo vuelve a enfrentarse con el fantasma de recesión y disrupción financiera. En 2008, la quiebra del cuarto banco de inversión de Estados Unidos (Lehman Brothers) con una mochila de deuda que superaba los US$600.000 millones fue el episodio que gatilló la parálisis de los mercados financieros y la recesión mundial. Esta semana, las noticias referidas a un inminente default de la deuda griega fueron las que gatillaron el pánico en los mercados.
Y es que si bien la deuda griega que flota en los mercados (US$480.000 millones) es algo menor que la de Lehman entonces, también es cierto que el riesgo sistémico asociado a una salida desordenada del Euro, tendría implicancias disruptivas similares.
En 2008/9 el canal de contagio financiero estaba dado por la tenencia en cartera de los bancos norteamericanos de títulos respaldados por hipotecas. Ahora, el virus se encuentra alocado en la exposición de los bancos europeos (principalmente alemanes y franceses) a la deuda soberana de los países de la periferia europea: €66.000 millones cuando se tiene en cuenta la deuda total griega, €379.000 millones cuando se suma Portugal e Irlanda y €1.300.000 millones cuando se incluye además a Italia y España. Esto último es nada menos que casi dos veces la base de capital de estos bancos.
Más allá del paralelo entre ambas situaciones, es la reacción de la política frente a la corrida del mercado y las señales de la economía lo que marca la diferencia. En Estados Unidos, la rápida acción coordinada de la Reserva Federal y el Tesoro, inyectando liquidez y capitalizando los bancos, luego del error grosero que implicó dejar caer a Lehman, fue lo que permitió estabilizar los mercados en sólo seis meses, además de evitar una segunda versión de la Gran Depresión. En el otro lado del Atlántico, una zona euro gobernada por una Alemania que condiciona la asistencia financiera al ajuste fiscal, y un banco central europeo que se tapa la nariz cada vez que sale a comprar deuda de estos países en el mercado para limitar la suba en la tasa, extienden en el tiempo la crisis europea, que ya lleva más de un año con episodios recurrentes que se fueron propagando desde Grecia a los demás países y que alcanzan ahora incluso a los bancos franceses.
Después de todo, las herramientas para estabilizar los mercados y minimizar el riesgo de contagio financiero están al alcance de las autoridades europeas.
¿Dominará la frugalidad perversa de los alemanes el curso de los acontecimientos y le soltarán la mano a Grecia, o bien, Europa aprenderá de la lección de Lehman y pondrá definitivamente el riesgo sistémico (contagio financiero) por sobre el riesgo moral (privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas)?
Afortunadamente, las últimas señales parecen convalidar la segunda opción en un mundo donde los bancos centrales de Estados Unidos, Europa y Suiza se alinearon para asegurar liquidez en dólares a los bancos europeos y donde Angela Merkel reconoció el riesgo potencial de dejar caer a Grecia. Sin embargo, no se descartan nuevos terremotos sobre piso europeo hasta tanto los congresos de la euro zona no aprueben las nuevas atribuciones del Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera y el Banco Central Europeo se despoje de la timidez a la hora de funcionar como prestamista de última instancia.
*Analista de Estudio Bein & Asociados.
|