El pánico se apoderó de los mercados la semana pasada luego de que el riesgo de recesión en USA se espiralizara por la doble Nelson que recibió el Gobierno a partir de un Congreso opositor que condicionó la suba en el límite de deuda a que se concretara un ajuste fiscal, y la decisión de S&P (una de las tres calificadoras de riesgo más grandes) de bajar la calificación de la deuda de AAA a AA+, por considerar el ajuste anunciado insuficiente. Y frente a la baja en la calificación de la deuda de USA -el activo libre de riesgo de mayor liquidez en el mundo-, se agudizaron los temores respecto a nuevas correcciones en la valuación de otros activos, situación que añadió una mayor dosis de incertidumbre al mercado.Todo esto en un contexto donde son sobrados los indicadores de actividad que muestran un freno en la recuperación. Y no es para menos, en ausencia de la herramienta fiscal, que en el caso de EE.UU. queda anulada por la política y no por un mercado que se corrió como si es el caso de la Periferia Europea (cabe recordar que en medio de la corrida la tasa de interés de la deuda de USA a 10 años cayó ya que a pesar de lo que diga S&P estos activos siguen funcionando como refugio), es la política monetaria la que debe luchar en soledad. En este contexto se explica el anuncio de Bernanke respecto a mantener las tasas de interés de corto plazo en cero hasta mediados de 2013, y que fue él que si bien no amortiguó la volatilidad, sí limitó la caída.
Si bien este anuncio es inédito para un banquero central, y asegura que va a estar disponible toda la liquidez que sea necesaria frente a corridas del mercado, no es tan evidente cual va a ser el mecanismo de transmisión de la política monetaria a la economía real. Esto en una economía donde el sector privado debe seguir reduciendo su nivel de deuda, donde la política fiscal no está disponible y donde el efecto riqueza, que fue el que impulsó el crecimiento vía la revalorización de las carteras por la suba en los precios de los activos frente al dólar cuando se anunció el segundo programa de expansión monetaria (QE2) en agosto de 2010, se tornó negativo con la caída en las cotizaciones. Las fichas están puestas en que asegurar tasas bajas a los bancos por dos años, va a obligarlos aumentar el crédito, o al menos a refinanciar a tasas más bajas y plazos más largos el stock actual, reduciendo la cuota a las familias y por ende aumentando el ingreso disponible a ser destinado a consumo. Cabe recordar, que del salvataje a los bancos en 2008/2009, al menos dos terceras partes de inyección monetaria que triplicó la hoja de balance de la FED (Reserva Federal de USA) quedó alocada dentro de esta institución como reservas excedentes de los bancos. No es evidente que así sea, ni que la FED logre en lo inmediato estabilizar las expectativas de inflación en niveles más altos. Al fin de cuentas es la inflación, y no el ajuste nominal el que va a permitir reducir el nivel de deuda de la economía. Mientras tanto, y más allá de que la volatilidad va a continuar, y no se descartan otros anuncios de la FED en caso que las fichas que puso sobre la mesa no alcanzaran, el escenario de tasas bajas, dólar débil y commodities sostenidos se extiende en el tiempo. *Economista y Directora de Estudio Bein & Asociados |