Testeando el impacto del viento de cola

Las noticias que llegan de Europa respecto a la voluntad política para avanzar en la recapitalización de los bancos, cuyas carteras están atiborradas de deuda pública y privada de los países de la periferia, contribuyeron a estabilizar a los mercados que apenas una semana atrás habían empezado a valuar una salida desordenada de Grecia del Euro, con las evidentes consecuencias sistémicas. Y aún cuando por ahora no hay medidas concretas para avanzar en este sentido, el anuncio coordinado entre los gobiernos de Francia y Alemania con el apoyo explícito del Gobierno Norteamericano en tandem con el salvataje al banco Dexia de Bélgica, volvió a reflotar la idea de que el prestamista de última instancia sigue estando y que la política iba a evitar un nuevo evento como el de Lehman Brothers en septiembre de 2008.
Algo que está en el análisis desde que arrancó la corrida contra Grecia en mayo de 2010, pero apuntalado en paquetes que llegan tarde y con montos sistemáticamente menores a los necesarios. Es que a diferencia de la FED, el Banco Central Europeo sigue priorizando la escasez de moneda, y la zona no cuenta con un gobierno central con autonomía para tomar decisiones, por lo que cualquier medida requiere de la aprobación de los parlamentos de los países que conforman el Euro. Un ejemplo de esto último, es que recién la semana pasada el parlamento alemán aprobó la ampliación de las facultades del Fondo de Estabilidad Financiera Europea, que habían sido acordadas en julio pasado cuando la corrida se había extendido a Italia y a España, y aún se requiere de la aprobación de uno de los estados más chicos como es Eslovaquia, cuyo parlamento votó en contra de la ampliación de las facultades del fondo. Corrida que debió enfrentar a regañadientes el propio Banco Central europeo para evitar que la espiralización de los rendimientos de la deuda de los países grandes de la periferia termine haciendo a estas economías insolventes, e inyectando líneas de liquidez de corto plazo a los bancos.
Pero aún conteniendo el riesgo sistémico en Europa, dato no menor que aborta escenarios disruptivos como el de 2008-2009, el mundo desarrollado no logra encontrar mecanismos para poner a flote sus economías. Y es que con la política fiscal anulada; en la periferia europea porque el mercado les bajó el pulgar y la ayuda está condicionada al ajuste fiscal, y en los países centrales con la política jugando en contra, no existen mecanismos claros que permitan impulsar el crecimiento en economías que deben seguir reduciendo su nivel de endeudamiento.
En USA, la liquidez inyectada a partir de la triplicación de la hoja de balance de la FED, se aloca dentro de la propia FED como reservas excedentes de los bancos. Y no es evidente que aún con facilitarles el fondeo gratis a los bancos, a partir de asegurar el sostenimiento de tasas cero hasta mediados de 2013 (Operación Twist mediante que asegura además tasas bajas en los tramos más largos), estos logren prestar más para impulsar el consumo frente a una economía que parte de un muy elevado nivel de deuda y donde los salarios y el empleo están prácticamente estancados.
La agudización del riesgo sistémico en torno a la zona Euro registrada en el último mes y medio y los temores a una recaída en el mundo desarrollado, generaron un reflujo de los capitales de la periferia hacia el centro (paradójicamente los bonos del tesoro americano), generando correcciones significativas en los precios de los commodities, monedas y acciones, con impacto directo sobre las economías en desarrollo que hasta ahora venían sorteando en forma bastante favorable el epicentro de la crisis. En este sentido, y si bien no entra en nuestro análisis una corrección de estos precios como la  vivida en 2008/2009 cuando el precio de la soja llegó a cotizar US$330 la tonelada y el Real alcanzó los 2,5 dólares, la volatilidad que registran los precios de ambas variables con una soja que testeo los US$420 (hoy volvió a US$487) y un real que se acercó a los US$2 (hoy en 1,75) aparece de nuevo en el radar de la coyuntura local.
Puntualmente, la devaluación reciente del Real que pasó de un saque de cotizar 1,53 R/US$ para acercarse a los 2 R/US$, estuvo incentivada además por la decisión de bajar medio punto la tasa de interés en un intento por limitar el freno inducido en el nivel de actividad generado por la política monetaria (que había llevado la tasa de interés hasta el  12,5% para apuntar a arrimar la inflación el objetivo del 6,5%). Cuando el Real se acercó a estos niveles, el Banco Central intervino, estabilizando la moneda en torno a 1,75 R/US$. Nivel que mejora la competitividad de su industria fuertemente erosionada por los flujos de capitales que recibía.
Y es que a diferencia de Argentina, la sobrereacción que tuvo el Banco Central de Brasil le da ahora un enorme margen de maniobra para hacer política monetaria contracíclica. Las tasas de interés son el doble que la inflación y mantiene un stock de reservas internacionales que alcanza los US$350.000 millones. De hecho, para amortiguar el impacto de la salida de capitales registrada el último mes, el Banco Central de Brasil perdió sólo US$3.700 millones, apenas 7% de lo que había acumulado en lo transcurrido del año.
Ahora bien, aún cuando desde Argentina, todas las miradas están puestas en la competitividad precio con Brasil que se vio erosionada por el corrimiento mencionado del Real (el tipo de cambio real bilateral con Brasil cayó de 2,6 a 2,1, base diciembre de 2001=1), el impacto mayor viene dado por el freno en el nivel de actividad. Freno que empieza a impactar en forma directa sobre las exportaciones argentinas a ese destino que recibe nada menos que el 20% de nuestras exportaciones y el 40% de nuestras exportaciones industriales. En septiembre el aumento de nuestras  exportaciones a Brasil se redujo al 6,2% i.a. desde el 19% i.a. acumulado hasta agosto.  
Pero más allá de los datos de septiembre, el impacto no está dado por el resultado del comercio bilateral, que seguramente mejorará, tal cual ocurrió entre 2008 y 2009, dado el mayor freno en las importaciones que vendría asociado a la trayectoria exportadora derivada de la estructura intraindustrial en ambas economías, sino por el efecto derrame por sobre el nivel de actividad y el empleo local.
En plena campaña electoral, las suspensiones en la industria derivadas a esta situación, se “suspenden”, aunque difícilmente el freno en el mercado brasileño pueda compensarse con demanda doméstica, teniendo en cuenta además la necesidad de corregir la inconsistencia temporal que explica el grueso de la salida de capitales implícita en la nominalidad que muestra la economía hoy, donde la masa de salarios y jubilaciones, el gasto público y los agregados monetarios crecen por encima del 30% y el ancla está dada por un tipo de cambio que se mueve poco y tarifas de servicios públicos congeladas. Con menos margen de maniobra hacia adelante, habrá que esperar, que al igual que en 2008/2009, la capacidad de Brasil para moderar el ciclo se concrete rápido, pero que a diferencia de lo ocurrido entonces Europa finalmente encuentre los mecanismos necesarios para abortar el riesgo sistémico.
*Directora del Estudio Bein & Asociados