Dejando a un lado por un momento los “daños colaterales” sobre la operatoria de la economía derivados de la agudización de los controles cambiarios, tampoco el objetivo de cortísimo plazo de la política económica –acumular Reservas para financiar los vencimientos de la deuda- está teniendo réditos. En los mejores meses del año en términos de oferta comercial de dólares, sin vencimientos fuertes de deuda pública y con el cepo cambiario funcionando a pleno, las Reservas están cayendo. Es cierto que parte de la contrapartida de esta caída está vinculada a la cancelación de Repos con Basilea y/u otros bancos centrales que habían alcanzado casi US$5.000 millones a fines de 2011 y hoy rondarían los US$3.000 millones. Sin embargo, el grueso de la explicación está dada por la salida de depósitos en dólares, que en el último mes y medio más que compensó las compras en el mercado por parte del BCRA (y el “ahorro” en términos de dólares derivado de la cuasi prohibición de acceder al mercado cambiario para atesoramiento implementada en mayo). En el mismo lapso, las Reservas cayeron casi US$1.000 millones frente a un nivel de US$47.648 a mediados de mayo.
El salto en la brecha cambiaria –hoy estabilizada en torno a 30%-, sumados a los rumores estimulados por las idas y vueltas en la nueva agenda del Gobierno, que pretende pesificar en el corto plazo la economía con una tasa de interés que remunera el ahorro en pesos del 11/12% frente a una inflación que la duplica, estimularon una nueva salida de depósitos en dólares de los bancos, que desde principios de mayo acumula casi US$2.000 millones, y que se suman a los US$3.000 millones que salieron entre octubre y diciembre de 2011. Esto es nada más ni nada menos que el 30% de las colocaciones en dólares que tenía el sistema financiero en octubre pasado. Semejante salida de depósitos viene siendo financiada con una caída en los préstamos en dólares (básicamente prefinanciaciones de exportación) por US$600 millones, por algún aumento en las líneas de crédito del exterior del sistema financiero, y fundamentalmente por una caída en los encajes en el sistema financiero que forman parte de las reservas del BCRA. La contracara de esta situación es un endurecimiento en las condiciones del financiamiento a exportadores en un contexto donde el Gobierno acortó los plazos para liquidar exportaciones aumentando de facto los requerimientos de capital de trabajo de las compañías, cuyos plazos de cobro exceden en muchos casos los planteados en la nueva normativa. Y en un contexto donde además no son pocas las exportaciones frenadas en la Aduana como consecuencia de las reprimendas de algunos países frente al freno argentino a sus ventas. Ahora bien, aún asumiendo esto como un costo, la efectividad en el corto plazo del cepo para estimular la economía vía un aumento en el consumo tiene patas cortas. De algún modo, parte de los pesos acorralados deciden alocarse en bienes y o servicios (fundamentalmente transables) antes de ser colocados a tasas negativas en el sistema financiero. Y este aumento del consumo genera en forma indirecta un incremento en la demanda de dólares una vez que los stocks de las compañías tienden a achicarse. Paradójicamente, es el achicamiento en los stocks (la forma de ahorro de compañías que tampoco saben que hacer con los pesos) lo que preocupa a muchas firmas, más que el menor dinamismo en la demanda. Es que si se pretende limitar el impacto de la brecha sobre la inflación (algo que por ahora viene siendo efectivo), los costos de reposición de las compañías deberían continuar cotizando al dólar oficial, y eso requiere un aumento en las autorizaciones de importación, y por lo tanto genera un uso mayor de las reservas. La salida por la tangente de pretender acelerar procesos que a las economías les llevan años, y requieren una consistencia de la política económica como que los agentes ahorren en la moneda local o que se avance en el proceso de sustitución de importaciones, no necesariamente tiene los resultados buscados. Más bien lo opuesto. La capacidad de seguir adelante por este camino va a estar determinada por la posibilidad de la economía de generar dólares genuinos. Con la cuenta financiera cada vez más cerrada, la posibilidad de recomponer las reservas mientras se siguen utilizando para cancelar vencimientos de deuda queda atada casi en su totalidad a lo que ocurra con la próxima cosecha. * Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados |