El aumento en la demanda de dólares no es solamente una “obsesión cultural” de los argentinos de la que no hay que hablar para no dañar el “modelo”, sino que esconde detrás la inconsistencia de una política económica en la que coexiste una tasa de inflación alta –anclada por el dólar y las tarifas de servicios públicos retrasados- con una tasa de interés para el ahorro en pesos que apenas alcanza a la mitad de la inflación. Sin colchón cambiario, (una vez que se perdió el alto superávit de las cuentas externas por el salto en las importaciones requerido para financiar el mayor consumo derivado una política salarial y fiscal que acumula aumentos en dólares del 50% en dos años), si no se quiere perder reservas y además se pretende pagar la deuda con dólares del BCRA, se requiere de otro equilibrio de precios y cantidades cuya resolución dependerá de la combinación que se adopte entre crédito externo, tipo de cambio y tasa de interés.
Así actuó el Gobierno en cada una de las corridas anteriores. Incluso en noviembre pasado, después de la adopción de los controles se apuntó a estabilizar la demanda de pesos con estos instrumentos: la ANSES vía el retiro de depósitos en los bancos llevó la tasa de interés al 20% en tanto intervino junto al BCRA en la brecha vía la venta de bonos en dólares contra pesos. Esta vez, el Gobierno se viene limitando al establecimiento de controles crecientes, cuya efectividad se irá reduciendo en el tiempo. Por el momento, la restricción cuantitativa sigue convalidando tasas de interés que remuneran el ahorro fuertemente negativas en tanto incentiva el salto en la brecha cambiaria que oscila alrededor del 30%. Y si bien es cierto que dólar marginal es un mercado pequeño e ilegal, en tanto infringe la ley penal cambiaria, no es cierto que la brecha no deba ser considerada. De hecho, la brecha implícita en las operaciones de contado con liquidación –dólar legal-, se ubica en niveles similares y refleja las preferencias de las compañías y particulares más sofisticados por conseguir de dólares y salir del peso a un precio que es el resultante de la escasez y no de las condiciones objetivas de la macro. Similar al valor de una botella de agua en medio del desierto.
De corto plazo, la combinación de tasas negativas con una brecha estabilizada en niveles altos, empieza a incentivar de nuevo el consumo, sobre todo cuando, además, se da simultáneamente con aumentos de salarios acordados en paritarias que este año vinieron demoradas un mes y medio. Sin embargo, la presión sobre las importaciones y el faltante de dólares resultante se va a mantener. Y esta vez, con menores inventarios en las compañías cuya reducción permitió ahorrar de una sola vez un mes de importaciones.
Dicho sea de paso, los brasileños que demandan el Real no son más patriotas que los argentinos, sino que -dados los esfuerzos de diez años de política económica- hoy conviven con una tasa de inflación del 5% y una tasa de interés de la política monetaria del 8,5%. El objetivo de pesificar de facto la economía sólo vía controles en un contexto de alta inflación, sin incentivos para viabilizar el ahorro en pesos, luce voluntarista.
* Economistas y directores de Estudio Bein & Asociados