Las tarjetas de crédito fueron uno de los mecanismos más dinámicos de acceso al crédito por parte de las familias luego de la salida de la convertibilidad y el quiebre entre los clientes y los bancos que dejó como saldo el corralito. Actualmente representan el 15% del total de financiaciones a través del sistema financiero –que a su vez representan 15% del PIB- y más de un 30% del crédito a las familias, teniendo en cuenta además que el saldo mensual de tarjetas multiplica por una vez y media al stock de créditos hipotecarios.
Del total de crédito con tarjetas, apenas 4% (US$470 millones) corresponde a financiaciones en dólares, el doble que nueve meses atrás. Y es esta dinámica, asociada directamente a la instrumentación de los controles cambiarios que prohíben la compra de dólares para atesoramiento, la que está detrás de las medidas fiscales tomadas en los últimos días. Medidas que intentan desalentar el uso de la tarjeta para gastos en divisas encareciendo la operatoria un 15%, aunque en rigor, tal cual fue presentada esta medida, por ahora este mayor costo podría ser utilizado a cuenta de los impuestos a las ganancias y bienes personales.
Es que el uso de tarjetas en dólares actuó en los hechos como un mecanismo para acceder al mercado cambiario al tipo de cambio oficial, una vez instalado el cepo que gatilló una brecha cambiaria que hoy se ubica por encima del 35%. De la misma manera que las trabas a la compra de dólares impulsaron la venta de vehículos y las operaciones de fideicomisos de construcción de inmuebles en pesos, también aumentó la cuenta de dólares para viajes a través del pago de paquetes turísticos y pasajes con pesos y también del uso de la tarjeta en dólares que se cancelan con pesos. Al haberse generado una brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, y con una tasa de interés que no cubre la inflación, se genera un enorme incentivo a sacarse los pesos de encima. Más aún si eso se puede lograr adquiriendo bienes y/o servicios que cotizan al dólar oficial.
Si bien se presenta como un mecanismo para mejorar el control a la evasión y las políticas de fiscalización de la AFIP, se trata de limitar el uso de dólares a través de este mecanismo una vez que el excedente del sector externo genuino tendió a desaparecer. Dólares que la política pretende destinar al pago de la deuda pública y al financiamiento de las importaciones de combustibles e insumos que requiere la economía. De todos modos, no es evidente que las medidas tomadas, tengan el efecto disuasivo mencionado y el gasto con tarjeta se frene o caiga en los próximos meses. Si bien el 15% de impuesto directo, compensa de alguna forma el aumento en la inflación por encima del corrimiento del tipo de cambio de los últimos dos años; la posibilidad de tomarlo a cuenta en el pago de Ganancias y Bienes personales, acota este efecto. En tanto un dólar de $5,35 resultante de aplicar esta tasa, sigue resultando barato cuando se lo contrasta con el dólar marginal, que si bien dista de representar el equilibrio cambiario, se utiliza como referencia.
Es por esto que no se descarta que las medidas a las compras con tarjetas en el exterior o a través de sitios de internet registren retoques en lo meses que siguen. Cabe recordar que cuando arrancó el cepo cambiario, inicialmente no se prohibió la compra de dólares sino que arrancó como una medida fiscalista donde se dejaba sin acceso al mercado de cambios a quienes presentaran alguna inconsistencia fiscal. Si bien nunca se conoció cual era el algoritmo detrás del aplicativo de la AFIP, lo cierto es que una buena parte de los que ingresaban sus datos conseguían algún acceso al mercado cambiario. Esto se cerró directamente en mayo –luego de que la fuga de capitales en abril volviera a niveles de US$1.000 millones-, cuando se eliminó la opción “compra de dólares para atesoramiento” y posteriormente en julio cuando el propio BCRA sacó una normativa donde la prohibición terminó siendo para todos.
Hasta ahora, el precio del dólar paralelo se ha transferido poco a los precios, pero para que eso continúe ocurriendo el Banco Central deberá financiar el aumento en la demanda de bienes y servicios importados o con alto componente importado resultante de las propias restricciones cambiarias. Dicho de otra forma, si el cepo sigue cerrándose y se limita aún más la importación, se achicará la eficacia del dólar oficial como ancla cambiaria y el valor del dólar marginal empezará a formar parte del ajuste de los precios locales, con su consecuente impacto en la inflación. El turismo será la primera prueba. Con mayores restricciones a los gastos en el exterior ¿Qué pasará con los precios de hoteles, excursiones y servicios en el país?
La novedad es que la inyección de dólares a la economía en 2013 producto de la valuación del saldo exportable de una cosecha estimada 25% por encima de la actual y menores vencimientos de deuda en dólares generará un colchón que brindará un mayor margen a la política para reducir la sobre reacción cambiaria el próximo año. ¿Se aprovechará esto, o continuará la obsesión por evitar que se escapen los dólares aún a costa de generar mayores distorsiones a la economía?. La negación de la inflación, y ahora del incipiente atraso cambiario que muestra la economía, atado con restricciones, deberán en algún momento ser encarados con un plan global.
* Economista y directora de Estudio Bein & Asociados