Esta semana el Banco Central de Brasil volvió a bajar un cuarto de punto la tasa de interés de la política monetaria (Selic), aún cuando la inflación (5,3% i.a. en septiembre) se encuentra por encima de la meta de 4,5%. Esta es la décima baja consecutiva en un plazo de doce meses que llevó a la Selic desde 12,5% a mediados de 2011 al 7,25% actual. La última baja corrobora el cambio en el enfoque de la política en Brasil, que anticipara Dilma Rousseff cuando calificó de “Tsunami Financiero” a los programas de liquidez ilimitada lanzados por los Bancos Centrales de USA y la zona euro semanas atrás. Y esta política en conjunto con una intervención directa del Banco Central en el mercado cambiario es la que permitió que el Dólar en Brasil se mantuviera en torno a 2 reales, cuando el resto de las monedas de la región (dejando afuera a Argentina y Venezuela por cuestiones obvias), enfrentaron una apreciación. Muy distinto de lo que sucedió en 2011, cuando la avalancha de dólares generada por el programa de expansión monetaria de la Reserva Federal de USA –“QE2”- convalidó un Real que alcanzó 1,56 en julio.
Es que en los últimos años el Banco Central de Brasil mantuvo un férreo control sobre la inflación, manejando tasas de interés muy altas, que contribuyeron a acelerar el atraso cambiario. Dinámica que en conjunto con un sistema financiero peculiar con enormes spreads (esto es la diferencia entre el costo de los créditos y el de captación de depósitos de los bancos), derivó en un crecimiento muy bajo, y contribuyó a forzar el estancamiento en 2011 cuando el ciclo de suba de tasas chocó con el escenario de aversión al riesgo en Europa. Ahora bien, la estabilidad de la demanda de moneda local lograda en los últimos años (esto es que los Brasileños ahorren en reales y no huyan al dólar) y el haber conseguido el grado de inversión para su deuda, le dan margen a la política para intentar corregir los desbalances generados en los últimos años. Aire para intentar moderar el atraso cambiario en el margen, vía un Real algo más débil, pero fundamentalmente a partir del uso intensivo de la política fiscal (baja de impuestos al trabajo, baja en el costo de la energía, baja en los impuestos a la venta de autos y subsidio directo a la tasa de interés de las empresas). Y aire, fundamentalmente, para intentar achicar los enormes Spreads del sistema financiero, que redundan en una carga financiera anual de la deuda de las familias equivalente al 25 % de su ingreso disponible y al 80% de la deuda contraída. Los últimos datos de actividad muestran una mejora en el margen. La industria exhibe tres meses consecutivos de subas mensuales, aunque todavía sigue cayendo en la comparación contra un año atrás. En tanto la economía en su conjunto pasó de un crecimiento promedio de 0,9% i.a. en los primeros seis meses del año a 2,5% i.a. en julio/agosto. 2012 está jugado y las proyecciones apuntan a una economía creciendo 1,6%. En 2013, sin sequía y con la política funcionando a pleno, las proyecciones saltan al 4%. Veremos cómo sigue. *Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados. |