Con distintos eufemismos, prácticamente terminamos todas las notas haciendo alusión a que la suerte de la economía en 2019 iba a estar determinada por el mundo y las encuestas.
En enero y los primeros días de febrero la decisión de la reserva federal en EE.UU. (Fed) ayudó a distender la situación financiera local. Durante un mes y medio el BCRA compró dólares en la zona correcta de intervención mientras en simultáneo bajaba la tasa de interés con precios de los bonos y de las acciones que se recuperaban rápidamente luego de la toma de ganancias de fin de año.
Pero si bien la Fed volvió a sostener que las tasas de interés en EE.UU. no iban a subir en todo 2019, la señal empezó a tener rendimientos decrecientes a partir de las preocupaciones que empezaron a aparecer sobre el riesgo de recesión en el mundo desarrollado. A esto se sumó el ruido en Brasil en torno a la viabilidad política de la reforma previsional que gatilló la devaluación del real. Y la baja en la tasa de 10 años de los bonos de EE.UU. a 2,4%, casi 1 p.p. por debajo de los niveles de un año atrás, cuando se aceleró la corrida contra el peso, dejó de ayudar.
El cambio en la dirección del viento llevó al dólar a la zona de no intervención. Y en medio de la banda, lejos de la estabilidad cambiaria que había festejado el Presidente en su tuit del 27 de febrero, el dólar volvió a flotar. La capacidad de intervención del BCRA en futuros es limitada, y la venta de dólares que autorizó el FMI al Tesoro, a razón de US$ 60 millones diarios hasta llegar a los US$ 9.600 en diciembre sin factor sorpresa que pueda torcer al mercado, ayuda poco y puede convertirse en un problema si se complica el refinanciamiento de las Letes.
La suba del dólar no solo complica la estrategia política del Gobierno que suponía “dólar funcionando como semiancla” para moderar la inflación y permitir una recuperación de la capacidad de compra de los ingresos, sino que la propia suba de los precios acelerada por la trayectoria del dólar torna aún más contractiva la política monetaria que para tratar de frenar al dólar anunció un mayor sobrecumplimiento del programa y llevó la tasa de interés de las Leliqs del 45% al 68% haciendo malabarismos para que los bancos la trasladen a las de Plazos Fijos.
De algún modo, las empresas fijan precios (muchas en forma mensual o quincenal) mirando los costos (laborales, de insumos muchos indexados al dólar, tributarios, financieros y tarifarios) y no al Banco Central. La expectativa es que, en línea con las señales del Gobierno respecto a no poner un techo a la paritaria, los salarios le vuelvan a ganar a la inflación como ocurrió en cada año electoral desde que arrancó el zigzag en 2011.
Sin embargo, la escalada del dólar agota esta estrategia, y en un intento por compensar la pérdida de caudal político, la propia provincia de Buenos Aires anuncia para la paritaria testigo –la de los docentes– una recomposición plena de lo perdido en 2018 más una indexación trimestral ex post a la inflación.
El riesgo de este anuncio está dado por la señal al resto de las paritarias, sobre todo en provincias y en la propia Nación, y la carrera entre dólar-precios-salarios que había logrado frenar el acuerdo con el FMI en octubre pasado cuando se alcanzaron registros del 6,5% mensual en septiembre y octubre podría volver a aparecer no solo marchitando los incipientes brotes verdes que habían aparecido con la “estabilidad financiera” de enero y la primera mitad de febrero, sino además tornando más agresiva la recesión, complicando aún más el cierre fiscal.
Este escenario empieza a reflejarse en las encuestas en un contexto donde la estrategia política del Gobierno consiste en polarizar con la ex presidenta. Pero con este esquema monetario/cambiario no puede asegurar el resultado, ya que es la probabilidad de que “el pánico” se torne realidad (que hasta ahora era bajo dado el techo de la ex presidenta), lo que genera inestabilidad financiera y cambiaria en un contexto donde, como sostuvimos antes, la única herramienta disponible para moderar la recesión y la inflación de cara a las elecciones era el dólar.
Una opción en el medio que tome fuerza, o una eventual decisión de CFK de no presentarse, podría ayudar a una transición más ordenada, pero en simultáneo cualquiera de estas dos alternativas dinamita la estrategia política del Gobierno de ser reelegido. Amén de que con el cierre de listas recién el próximo 22 de junio, todavía quedan por delante casi tres meses donde esta incógnita no se va a despejar.