La última actualización del informe Panorama Económico Global del FMI corrigió a la baja las proyecciones de crecimiento del Mundo de 3,3% a 3,1% para 2013 y de 4% a 3,8% para 2014.
A diferencia de lo ocurrido desde el inicio de la crisis financiera global en 2008, donde el grueso de la corrección a la baja en las proyecciones de crecimiento se concentraba en un mundo desarrollado que no arrancaba del todo frente al desendeudamiento de los hogares en EE.UU., la austeridad fiscal en Europa y la pérdida de competitividad en Japón, esta vez el ajuste recayó principalmente sobre las economías emergentes.
Puntualmente, en el caso de América Latina, la proyección de crecimiento de abril de 3,4% fue reducida a 3% en un mundo donde el aumento del costo financiero global gatillado por la expectativa de un retiro anticipado de los estímulos monetarios de la Reserva Federal de EE.UU. junto al menor crecimiento de China, tiene impactos en la región.
Por el lado del canal financiero, la suba de las tasas de interés en EE.UU. induce un movimiento amplificador en el aumento del costo de fondeo de los emergentes. Evidentemente, la expectativa de una depreciación de las monedas emergentes contra el dólar norteamericano y el aumento del riesgo país asociado a la incertidumbre en torno al nuevo escenario internacional retroalimentan el incremento de los costos de fondeo en los emergentes.
Por el lado del canal comercial, la transición hacia un escenario internacional con un dólar fortaleciéndose en el margen ha sido consistente con una corrección heterogénea de los precios de las materias primas que produce la región. El oro evidenció un desplome del 13% desde mayo y de más del 30% desde los máximos de septiembre de 2011, el cobre acumula una caída de 2% desde principios de mayo, mientras que los granos exhibieron una corrección más acotada en un contexto donde las restricciones de oferta mantienen los precios elevados (la soja cotiza en US$577).
Hasta ahora, la acumulación prudencial de reservas de un mundo emergente que concentró las tres cuartas partes del aumento de las reservas en divisas de los Bancos Centrales entre 2000 y 2011, junto con la estabilización de la inflación y la deuda pública a partir de una política monetaria y fiscal más prudente, permitieron a la región enfrentar el shock externo vía un mix de aceleración de la pauta de devaluación y la intervención de los bancos centrales vendiendo reservas.
De todas formas, hacia adelante, la graduación de las economías emergentes será testeada frente a la reversión de los capitales asociada al aumento de las tasas de interés en EE.UU. Sobre todo en economías emergentes que con matices perdieron el superávit de cuenta corriente externo como contrapartida del atraso cambiario generado a partir del fuerte ingreso de capitales y del crecimiento de las importaciones en un mundo desarrollado de tasa cero. Y donde si bien el endeudamiento del sector público no es un problema como en la década de los ochenta frente a economías que lograron endeudarse a tasa fija y en moneda local a partir de la estabilización de los precios, la trayectoria ascendente de la deuda externa privada podría encontrar algunos límites. En particular en Brasil, donde la deuda externa bruta alcanza a US$466.530 millones, a partir de un sector privado financiero que se fondeó en dólares a tasas bajas para financiar a los agentes locales a tasas más altas y del endeudamiento de las empresas con sus casas matrices como contrapartida de la inversión extranjera directa que financió buena parte del crecimiento brasileño.
Nada para alarmarse, pero sí para tener en cuenta que la “panacea financiera” de tasa cero, dólar débil y acciones en niveles record que estiró en el tiempo la aparición de la restricción externa en el mundo emergente, comienza a diluirse frente a la recuperación del empleo norteamericano.
*Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados.