Entrevista El economista sostiene que la Argentina tiene la necesidad de bajar en pocos años la deuda para volver a generar crédito. También defendió el dólar alto.
El economista Miguel Bein se muestra moderado frente al panorama económico actual. Ni apunta contra la inflación, ni se escandaliza por la escasez de energía, la emisión de Lebac y Nobac o la expansión del gasto público. Para él, todo es parte de un modelo que responde a un nuevo ciclo. Remarca una y otra vez que el tipo de cambio debe ser alto porque esa es la única manera de cobrar retenciones a las exportaciones y mantener el superávit fiscal. Y la Argentina post-default tiene la necesidad de bajar la deuda para volver a generar crédito. En cuanto a los temas pendientes, señala que la administración de la puja distributiva formará parte de la agenda del Gobierno en los próximos dos años.
– ¿Cuál es la ventaja para el Gobierno de subestimar la inflación si el monto de los vencimientos de los títulos indexados por CER no es tan importante este año?– Son bajos los vencimientos, pero hay devengamientos muy fuertes. Con una deuda indexada por CER de alrededor de $160.000 M, cada 10 puntos de inflación, se genera un “relojito” de $16.000 M. Pero tampoco eso es demasiado grave porque, por un lado, hay cancelaciones netas. El Gobierno tiene superávit fiscal, con lo cual, parte de los vencimientos los cancela directamente o emite otros bonos pero por un monto menor al que utiliza para cancelar. Y, por otro lado, el PBI en Argentina está creciendo a una tasa en pesos de más del 20%. Es decir, el PBI nominal en 2006 creció el 23% (PBI real más la inflación medida por el índice de precios implícitos del PBI) y, este año, va a crecer entre 20 y 21%. O sea que, aunque un CER de 10 u 11% haga aumentar el valor en pesos de los bonos, en términos del PBI, igual, sigue cayendo fuertemente la deuda indexada. Además, uno puede moderar el CER durante seis meses, un año, pero un bono de descuento en pesos vence en 2035: ¡no lo va a moderar 30 años!
– Entonces, ¿la subestimación de la tasa de inflación sería para no convalidar las expectativas del mercado? – No, creo que lo que tiene que ver con moderar los índices está relacionado con evitar que se genere un aumento muy fuerte en el costo de la deuda indexada. Pero es injustificada la preocupación porque estamos hablando de bonos muy largos.
– ¿No es grave tener una tasa de inflación como la actual, muy alta en relación al resto del mundo?– No es demasiado grave porque tiene que ver con una estrategia de política económica. Un tipo de cambio bien alto es la única manera de cobrar retenciones a las exportaciones. Este año la recaudación por retenciones agropecuarias, petróleo, etc. va a dar casi $18.000 M. Sumándole el impuesto al cheque (otros $15.000 M o $16.000 M), entre los dos, dan más que el superávit fiscal primario. La única forma de cobrar un monto significativo por impuesto a las ganancias al sector agropecuario es a través de las retenciones.
El déficit fiscal fue el motor principal de todas las crisis inflacionarias de la Argentina. Lo distintivo de este ciclo nuevo es que hay superávit fiscal, no hay demasiado, pero hay superávit fiscal, incluso después de pagar intereses, lo cual no lo tiene Brasil. Brasil tiene un déficit fiscal, que el año pasado, era tres puntos del producto, este año va a ser dos, después de pagar intereses. A Argentina, aunque no le queden dos puntos de producto, le va a quedar uno, pero de superávit.
– Justamente, le iba a preguntar por las declaraciones recientes de Lula a favor de un dólar bajo como la mejor política antiinflacionaria…– Brasil eligió ese camino. Va a sacrificar parte de su industria, mejorará otros sectores (los que tienen que ver con el consumo doméstico: las grandes tiendas, los shoppings). También van a compensar a sectores exportadores industriales afectados por el dólar bajo. Les van a dar 30 o 40 centavos más a través de subsidios, reintegros directos.
Son estrategias distintas. En Brasil, la relación de deuda producto se mantiene estable, a pesar de que el año pasado pagó en intereses de la deuda u$s70.000 M. Brasil sacrificó crecimiento muchos años porque es un país que arrancó ahora, una vez que bajaron la tasa de interés 12 puntos, de 22 a 12 y va a 10. Pero con la tasa de interés a 18, a 17, a 20 que tuvo en los cinco años anteriores, Brasil crecía al 2,2% anual, con la población creciendo al 1%. Brasil hizo un gran sacrificio de no crecimiento y eso le permitió sostener su moneda y no entrar en default.
Sin superávit fiscal, no se sostiene una economía que entró en default y, sin gente que te pague los impuestos en forma voluntaria, no se puede tener superávit fiscal. Por lo tanto, tenés que tener retenciones. Pero, para tener retenciones, la única forma es poner el dólar arriba. La Argentina tiene el dólar alto para sostener el superávit de las cuentas externas. Además de que ese dólar alto, obviamente, ayuda a mejorar la competitividad, genera una elasticidad de importaciones a producto mucho más baja que en la Convertibilidad.
– ¿Hay que frenar la expansión del gasto público?– La Argentina debería tener todos los años un poquito más superávit fiscal en términos de producto. Eso es consistente inclusive con un gasto público que aumente, en términos reales, 8-10% por año. No hay que ajustar. Lo que pasa es que hoy los ingresos aumentan al 33% pero el gasto aumenta al 38%. Con más superávit fiscal, parte de los pesos se podrían usar para comprar dólares, en vez de pagar tasa de interés, serían gratis. Eso le daría al Banco Central más sostenibilidad en el tiempo a la hora de mantener la política de esterilización monetaria.
– La política de colocar Lebac y Nobac, como política anti-inflacionaria, ¿ha resultado exitosa y hasta cuando puede sostenerse ese endeudamiento?
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Ha resultado exitosa, no diría como política anti-inflacionaria porque me parece que no hay una política anti-inflacionaria en el Banco Central, hay una política más bien neutral, suavemente contractiva en términos monetarios. Es una política lógica en las actuales circunstancias, se está expandiendo la cantidad de dinero al 17, 18% anual, dos puntos por debajo de lo que evoluciona el PBI nominal. Nadie podría decir que esa política es expansiva.
En cuanto a las Nobac y Lebac, hay una subestimación de la capacidad que tiene el Banco Central para seguir con esta política. Se puede seguir y por bastante tiempo. Es una política que cuesta porque los pasivos que uno tiene que emitir cuestan un 10% en pesos. Tampoco es una tasa tan alta, es más baja que la inflación. Estos títulos significan un costo creciente en el balance del Banco Central. Pero eso depende de cómo evoluciona el tipo de cambio porque, como en el activo del Banco Central lo que hay son reservas internacionales y el balance se mide en pesos, lo que hace falta para que esa política se sostenga es que el tipo de cambio se mueva 2,5% por año: 8-10 centavos.
– Algunos economistas dicen que hay que enfriar la economía…– Disparates. Porque la tasa de interés del plazo fijo vale 8,5%. Y la tasa de interés que cobran los bancos para los préstamos personales es 40% y la que cobran para financiar tarjetas de crédito es 25%. ¿Cómo se hace para enfriar la economía? ¿Va a frenar los créditos? Los créditos al sector privado del sistema financiero son 11 puntos del producto, contra 110 puntos del producto en EEUU. O sea, esta es una economía sin crédito. Pero, suponiendo que uno quisiera atacar esa parte, ¿a cuánto se tendría que ir la tasa de interés para que empiece a jugar fuerte en la disminución de los préstamos al consumo y de tarjeta de crédito? Tendría que ir de 8 a 48, ¡disparates!.
Pero, por otro lado, si el crédito al sector privado hoy explica sólo 11 puntos del producto y, en Chile, explica 60 y, en Brasil, explica 34 y, en la Argentina antes de la caída, en el 98, explicaba 25… hay que normalizar el funcionamiento del sector financiero, que sea más fuerte y que haya más financiación y crédito a largo plazo, etc., etc. El crédito al sector privado que hoy es 11 puntos del producto, como mínimo, para normalizar, debería pasar al doble, triple. El crédito debe crecer bien por arriba de lo que crece el PBI.
– Pero ¿hay posibilidades de espiralización?– No veo ninguna espiralización. Cuando hay un superávit fiscal razonable y no hay financiamiento del sector público por parte del Banco Central, no hay espiralización. Lo que hay es un proceso de reacomodamiento de precios relativos que tratan de alcanzar al dólar que está puesto ahí arriba. Los servicios privados, los márgenes de los comercios, los salarios aumentan su capacidad de negociación. Si, en 2002, la tasa de desempleo era 25% y la gente cada vez que iba a la oficina todos los días, rogaba para que no la echaran, nadie estaba pensando en el salario; hoy que te podés cambiar de trabajo, porque el desempleo ya está en el 8,5%, la capacidad de negociación, y está bien que así sea, es distinta. Implica una agenda distinta para el gobierno. Administrar la puja distributiva va a ser todo un tema en los próximos dos años. Hay que seguir recuperando salario real, pero también hay que darle a esa recuperación un sendero de cuatro, cinco puntos, tres, cuatro puntos por año y evitar que se espiralice.
El modelo actual es consistente con una inflación de 10%, lo ideal sería 8%. Hoy, esa inflación está un poco más arriba: 12, 13%. Tampoco es 17, 18%. Hay cuestiones muy puntuales que tienen que ver con impactos locales negativos, basados en extraordinarias noticias internacionales. Si la lecha en polvo, que Argentina hoy exporta el 25% de su producción, aumentó 35% en el mercado internacional; si la carne aumentó 50% en dos años; si el trigo se duplicó… si subieron los precios de todo lo que Argentina produce, se genera una tensión enorme porque el productor se enfrenta a la disyuntiva de abastecer el mercado interno o exportar con una rentabilidad muchísimo más alta.
– Y esto genera muchas distorsiones en el mercado…
– Claro, pero es interesante. Es el problema inédito de la política económica de cómo hacés para administrar la abundancia. Esto no se vio nunca en la Argentina en 60 años. Lo que Argentina está discutiendo es cómo administra la abundancia, cómo administra el hecho de que podría vender el triple de carne al exterior que antes, cómo administra el hecho de que hoy en la política exterior argentina la Ronda Doha carece totalmente de relevancia. ¿Qué sentido tiene subir los subsidios agrícolas? ¿A quién le importa? Si los precios están arriba ya casi de todos los niveles de subsidios en el mundo. Argentina no le vende más al mundo porque no tiene qué más venderle, le falta producción. O sea, la agenda cambió. Estamos en un cambio muy dramático en la comprensión de las cosas que están pasando.
De los 12-13 puntos de inflación, hay 4 o 5 puntos que tienen que ver con el aumento de los precios internacionales de los productos que Argentina exporta. Tenemos el aluminio en u$s2.700 la tonelada, contra precios históricos en los 90 de u$s1.300. Es un país raro, distinto. Argentina el año pasado exportó más mineral de cobre sin refinar que carne. Este año va a exportar igual de leche que de carne. Cambió la composición, cambió el protagonismo…
– ¿Cuán vulnerables seríamos a un cambio en el precio de los commodities?
– Si el cambio es abrupto, somos vulnerables. Pero no va a haber cambios abruptos. El 50% de la población mundial es de muy bajos ingresos y crece al 9,5% de promedio (China e India con los países de influencia: Malasia, Vietnam, Laos, Tailandia e Indonesia). Con esas economías volando, vuela la demanda de energía y alimentos. La matemática del hambre es así.
– ¿Cuánto estima que va a impactar en el PBI de este año la crisis energética? – Poco. Impacta más en la micro que en la macro e impacta más en la política que en la economía y en las finanzas. Nosotros siempre tenemos la proyección de crecimiento más alta en la Argentina en los últimos cuatro años, lo que nos permitió ser más consistentes con lo que pasó. Teníamos 8,3% para el PBI este año, que era la proyección más alta y ahora estamos en 8,2%. A lo mejor, bajamos a 8,1%. Pero la industria en junio no va a crecer el 1% o el 2% interanual, como muchos se están refregando las manos y creyendo que va a pasar. En vez de 6,5%, crecerá 4,5-5%. Y en julio, va a pasar lo mismo. Y, en agosto, todavía va a haber un impacto. Pero en octubre y en noviembre, la industria va a crecer entre 8% y 9% porque en octubre y en noviembre nunca falta gas.
– Pero a la hora de encontrar a los responsables de la falta de inversión en energía…– No va a haber mucho impacto macro porque va a haber impacto en algunas industrias de proceso continuo que no tenían todos sus contratos bien armados con las transportadoras de gas, con las proveedoras de gas. La mayoría de las industrias grandes electrointesivas o de proceso continuo tienen contratos muy firmes. Ahí, algún corte puede haber afectado. El caso de la siderurgia que, de pronto, en mayo, la producción la tuvimos 9% abajo. Ahí pudo haber dos, tres días de corte.
Salvo 25 empresas, en Argentina, el resto de las empresas son de proceso discontinuo. De las 90.000 Pyme industriales, nunca vi que una Pyme no pudiera producir lo que vendió. Lo va a producir el domingo, a la noche, aunque sea más caro.
El verdadero problema es que la producción de gas no crece. Hace cuatro años que la producción de gas está estancada y la demanda vuela. Había sobrante que era el que permitía exportar a Chile. Ojo, Argentina todavía tampoco es un país deficitario en gas. Porque, cuando la situación era normal el año pasado, traía cuatro, cinco millones de metros cúbicos de Bolivia, pero le mandaba 15 a Chile. Le sobraban diez. Este año esos diez ya no sobran y faltan otros diez. Lo que necesita la Argentina es urgente conectar una provisión de 20 millones de metros cúbicos por día adicionales. Si sale bien la negociación con Bolivia, esos 15 millones van a estar el año que viene a partir de enero de 2008. La duda es si las inversiones se están haciendo o no en Bolivia.
Carmen López Imizcozclopez@infobae.com