En las últimas semanas la discusión sobre el desacople de las economías emergentes, y argentina en particular, encontró adeptos en ambos sentidos. Están quienes siguen sosteniendo que Argentina está mucho mejor preparada y que los canales de transmisión a la economía real van a ser más tenues que en ocasiones pasadas. Y están quienes siguen sosteniendo que cada vez que EE.UU. estornudó el resto del mundo se resfrió y que esta vez no va a ser diferente.
Sin embargo hay cierto acuerdo en que a diferencia de eventos anteriores, el canal de transmisión pasa más por el canal comercial, que por el financiero habida cuenta de la sustentabilidad que, ex ante, vienen mostrando las cuentas externas. De hecho, la característica que diferencia a esta crisis de otras anteriores es el hecho de que la suba en la tasa de interés de la FED entre junio de 2004 y junio de 2006 terminó por impactar sobre el mercado hipotecario y el sistema financiero en EE.UU. y no en las tradicionales crisis de crédito que afectaron a las economías emergentes en las últimas décadas, y lo que se viene en los próximos meses es un escenario de tasas bajas y en descenso.
Ahora bien, más allá de esta discusión sobre los impactos directos (incidencia del comercio con EE.UU. y/o socios comerciales, particularmente baja para Argentina) e indirectos (trayectoria de los precios de los commodities que dependen de en que medida el resto del mundo pueda compensar con su demanda interna la caída de la demanda americana y de la trayectoria del dólar) sobre el comercio que marcha al ritmo de la volatilidad de los mercados, lo que es un dato es que los precios de los commodities, fundamentalmente los alimentarios, no dejan de sorprender.
Mirando en perspectiva, ni las proyecciones más optimistas preanunciaban la tendencia que finalmente mostraron en 2007 y en lo que va de 2008. Según el Índice de Materias Primas que elabora el BCRA en enero los precios de los commodities que comercia Argentina (38% de las exportaciones) subieron 58% en términos interanuales. Desde septiembre pasado, cuando en vista de la trayectoria descendente que mostraba el superávit fiscal, empezamos a tantear escenarios divergentes para la economía, el IPMP subió nada menos que 30%.
Esta exponencial trayectoria permitió vía un aumento en las alícuotas a los derechos de exportación, anunciada en noviembre pasado, recomponer prácticamente la caída del superávit fiscal registrada en 2007 con el año electoral. Sólo en enero las retenciones, con una suba de 157%, explicaron de 13 p.p. del aumento de 49% i.a. que registró la recaudación impositiva en el mes y nuestras proyecciones para todo 2008 en base a supuestos no excesivamente optimistas, que retrotraen los precios de los commodities a los niveles de noviembre, dan cuenta de una suba de casi 80% ($36.000 millones), prácticamente el equivalente al superávit fiscal estimado.
Dicho de otra forma, la recuperación del superávit se realizó sacando recursos extraordinarios a sectores exportadores, por lo que el impacto sobre la demanda agregada es claramente limitado. A su vez, la moderación del gasto requerida para alcanzar el 3,6% del PIB proyectado para 2008 es sensiblemente menor a la que proyectábamos en septiembre pasado, y más factible de alcanzar. Con un aumento estimado de los recursos cercano al 40%, el crecimiento del gasto debe pasar desde el 48% registrado en 2007 a algo más parecido al 30% (teniendo en cuenta que en 2008 ya no se cuenta con los ingresos adicionales derivados del traspaso de fondos de las AFJP’s).
Sin embargo, no todas son buenas noticias. Por un lado, la inflación internacional se sigue filtrando a la economía. Por otro lado, el mayor superávit de comercio (nuestras proyecciones vuelven a apuntar a una balanza comercial superior a U$S10.000 millones) y el “ajuste” fiscal financiado con mayor superávit externo no ayuda necesariamente al BCRA. Mientras tanto y paradójicamente, la regulación de la demanda se da como consecuencia de la mayor inflación en un contexto donde los acuerdos salariales han tenido hasta ahora frecuencia anual.
En el mediano plazo las sucesivas vueltas de las retenciones para recomponer la situación fiscal acentúan la dependencia sobre este tributo y por ende sobre la trayectoria de los precios de las commodities. Evidentemente esta situación profundiza el ciclo, dado que sería necesario aplicar una política fiscal contractiva en un mal momento si los precios internacionalesdejaran de acompañar. Al mismo tiempo, podría obligar a la política económica en el futuro a defender -con bajas probabilidades de éxito- un tipo de cambio real extremadamente alto, con los evidentes costos en términos de inflación implícitos en esta trayectoria.
La política econonómica depende cada vez más de la suerte. Hasta ahora, y mirando nuevamente la trayectoria que registraron los precios de los commodities, no le ha ido mal.
* Economistas Estudio Bein & Asociados