El devenir de la crisis financiera que arrancó en 2007, ahora con epicentro en Europa, vuelve a filtrase en la dinámica del comercio, repercutiendo en forma indirecta sobre las proyecciones de crecimiento de la economía global. En julio, el volumen del comercio -esto es la suma de las exportaciones de todos los países medidas en dólares-, registró un ritmo de crecimiento de 2,8% respecto a un año atrás, con importaciones de Europa cayendo 2,9% y exportaciones de Asia Emergente creciendo sólo 0,8%. Si bien este freno es significativamente menor al desplome que se registró en 2008/2009 cuando la caída del comercio alcanzó a 18%, inmediatamente después de la quiebra de Lehman Brothers, el ritmo de crecimiento se ubica bien por debajo del crecimiento tendencial de dos décadas en torno al 6% (10% en el caso de Asia Emergente).
¿Qué hay detrás de esta trayectoria?
En primer lugar, familias que continúan cancelando sus deudas en países desarrollados que siguen pagando el pato de la boda del sobreendeudamiento contraído en los años previos en un mundo de tasas bajas. Sobre todo en los países de la periferia europea donde el aumento en la deuda de las familias y los gobiernos fue la contracara directa de la exponencial baja en la tasa de interés que recibieron al ingresar al Euro. Los ajustes de requeridos por el prestamista de última instancia (el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea) para evitar un evento sistémico, se ven reflejados en una menor demanda de bienes y servicios del resto del mundo. Y en un mundo interconectado, esta menor demanda impacta sobre el crecimiento de los demás países vía un menor dinamismo de sus exportaciones. Exportaciones que habían ayudado a la recuperación de USA desde 2009 mientras el crédito seguía sin arrancar y el mercado inmobiliario continuaba en caída, de Alemania que envía un 40% de sus exportaciones intrazona, y de Asia en general y China en particular donde el sector externo fue históricamente el motor de su desarrollo. Evidentemente el impacto de la desaceleración del comercio global se siente más en economías que dependen sensiblemente de las exportaciones, como Singapur (150% a PBI), la Zona Euro (45% a PBI), Rusia (30% a PBI), China (30% a PBI) y Japón (20% a PBI).
Por otro lado, el stress financiero en una Zona Euro que todavía no aisló definitivamente el riesgo sistémico ni resolvió los problemas de fondeo de una banca que mantiene activos “tóxicos” en su cartera, es el otro factor que agudiza el estancamiento del comercio global. En este contexto, las entidades financieras europeas vienen restringido las líneas de crédito comercial en un mundo donde el 36% del financiamiento del comercio global depende de los bancos europeos.
Hacia adelante, si bien los anuncios de liquidez ilimitada por parte de los bancos centrales del mundo desarrollado ayudarían a amortiguar la caída en el margen del comercio y su impacto sobre el crecimiento global, el escenario de estancamiento en Europa, no exento de nuevos episodios de stress, seguirá pesando sobre esta dinámica.
*Analista de Estudio Bein & Asociados.