Una transición tortuosa, sin cooperación a la vista

Estamos navegando en la mitad del río y todavía faltan 25 días hábiles para llegar a las elecciones presidenciales.

El resultado de las elecciones primarias (Paso) del 11 de agosto pasado convirtió en huracán el círculo vicioso entre la dinámica financiera, la economía y la política.

La reacción del Gobierno fue en cuotas. Primero intentó redoblar la apuesta con medidas expansivas, en una economía que, con el salto del riesgo país por encima de los 2.000 puntos básicos, ya no podía renovar la deuda de corto plazo.

A la vez, los bancos extranjeros pedían que se cancelara en forma anticipada la operación de Repo por 3.400 millones de dólares y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se corría a cuarteles de invierno hasta negociar con la próxima gestión.

Todo fue girando rápidamente a medida que los costos se hacían evidentes.

Con el paso de los días, y con un cambio de ministro de Hacienda en el medio (se fue Nicolás Dujovne y asumió Hernán Lacunza), el objetivo dejó de estar puesto en la campaña y pasó a concentrarse en frenar la sangría de reservas, que se escapaban por tres grandes agujeros: los pagos de la deuda en dólares, la venta de divisas del Banco Central (BCRA) y la salida de depósitos.

El 28 de agosto sobrevino el anuncio de reperfilamiento a las personas jurídicas de la deuda corta (Letes, Lecap, Lelink y Lecer) para achicar el primer agujero y evitar pagar el costo político que implicaba para el Gobierno volver a poner controles de capitales frente al vencimiento de pesos y dólares del día siguiente.

Pero apenas cuatro días después, y frente a la reacción en cascada sobre las reservas y la salida de depósitos en pesos y en dólares que provocó el impacto del reperfilamiento sobre los fondos comunes de inversión (que se mantuvieron cerrados dos días), aparecieron los controles de capitales.

Incluyeron la obligación de liquidar exportaciones, la prohibición a empresas de comprar dólares para atesoramiento y giros al exterior, e incluso la transferencia al exterior de los cupones de bonos corporativos y provinciales que, con legislación local, se pagaban en la Argentina.

En el caso de las personas, volvió a hacerse la excepción y se estableció un cupo de 10 mil dólares por mes, y siguen autorizadas a girar los dólares depositados en sus cuentas locales al exterior.

Las medidas moderaron la caída en las reservas que en los dos días previos al reperfilamiento habían sufrido un recorte de 2.850 millones de dólares, con los depósitos en esa moneda cayendo en dos mil millones.

Y también generaron mecanismos de arbitraje (denominados en la jerga financiera rulo o bucle) que, a costa de las reservas del BCRA, acotaron el impacto sobre la brecha cambiaria, prácticas que la entidad intentó limitar desde la normativa y luego volvió a destrabar para operaciones superiores a los 10 mil dólares, dado el salto en la brecha cambiaria que había generado el primer intento por restringirlos.

Daño colateral

A 40 días de las Paso (29 hábiles) y cuando todavía faltan 35 días (25 hábiles), la caída en las reservas acumula 16.500 millones de dólares, y la de depósitos en dólares, 10 mil millones, tres cuartas partes de la cual fueron financiadas por bajas en los encajes.

En tanto, la liquidación de exportaciones va en parte a financiar el descenso en los créditos en dólares, para recomponer la liquidez en esa moneda de los bancos, que, si bien se achicó desde el 54,5 por ciento (previa a las Paso) hasta el 47 (incluye encajes en el BCRA y liquidez en los bancos), sigue siendo muy alta.

El dólar oficial se mantuvo en torno a 56,60 pesos en el tramo mayorista, con la brecha local (dólar MEP implícito en operaciones con bonos en Argentina) en 14 por ciento (64 pesos), y la distancia con el contado con liquidación (permite girar los dólares al exterior), en 20 por ciento (68).

Pero recién estamos navegando en la mitad del río y todavía faltan 25 días hábiles para llegar a las elecciones presidenciales de octubre, que, a priori, van a resolver la anomalía que dejó las Paso, con un presidente muy debilitado y un postulante con votos suficientes para sucederlo, pero que hasta entonces sigue siendo el candidato (inquilino) de una coalición particularmente diversa.

Y esto ocurre con un programa financiero al que sin el desembolso del FMI, llegando a diciembre, le siguen faltando dólares y pesos, y un esquema monetario que se relaja.

La decisión de postergar la campaña ayudó a contener la dinámica financiera, en un contexto en el que, si bien la cooperación no apareció, desaparecieron los “misiles” cruzados que habían estado en las primeras semanas después de las Paso.

Queda por ver en qué medida la campaña, que arranca la próxima semana, puede sostener esta pax o si, por el contrario, vuelve a acelerar la iteración entre la dinámica financiera y política, con recesión que se acentúa e inflación que escala.

Y si bien los controles de capitales ayudan a estabilizar, requieren que la psicosis colectiva que vimos en la última semana de agosto no vuelva a aparecer.