Argentina llegó a un nivel de consumo que no resulta sostenible sin una contrapartida de financiamiento vía la cuenta financiera, algo que se evidencia en las restricciones que la política empieza a imponer en forma creciente a las importaciones. Esta escasez se agudizó ahora con la dinámica de los precios de la soja y su impacto sobre la oferta de dólares comerciales, en un contexto donde las importaciones per cápita a precios constantes se ubican hoy casi 50% por encima de las de 1998, el mejor año de la Convertibilidad.
Los factores de oferta y demanda en el mercado físico son los que explican el grueso de la caída de US$100 en la tonelada de soja desde febrero, aunque, en una combinación que no se daba desde hacía varios años y que genera una “tormenta perfecta”, al aumento extraordinario en la cosecha americana se suma el fortalecimiento del dólar a nivel global. En principio, impacta fuertemente la coincidencia de una campaña record en el hemisferio norte con buenas perspectivas para la cosecha en el hemisferio sur, luego de una producción 2013/2014 benigna que dejó un nivel considerable de stocks al inicio de la actual campaña.
De hecho, las proyecciones del USDA estiman una suba de inventarios desde 24,9% de la demanda global en 2013/2014 a 30,2% en 2014/2015, una situación que ya está generando problemas logísticos en las áreas agrícolas de EE.UU. ante la falta de infraestructura para almacenar, procesar y transportar semejante producción. En este sentido, y si bien hoy aparece un considerable exceso de oferta, un factor positivo para los precios lo constituyen los bajos niveles de inventarios que registra China en la actualidad, que podría aprovechar las actuales cotizaciones para recomponer inventarios en un contexto de menor producción doméstica, y donde la demanda tendencial dada por el cambio estructural en el consumo de proteínas vegetales a animales en Asia asegura un piso hacia adelante.
Al exceso de oferta en el mercado físico se suma también la perspectiva de un fortalecimiento del dólar a nivel global, con una Reserva Federal avanzando con el retiro de los estímulos monetarios en el marco del QE3 y acercándose cada vez más a los valores críticos de empleo e inflación que gatillarían el inicio de la suba de tasas de interés. Si bien los elevados niveles de endeudamiento público y privado en EE.UU. no dan margen para una suba rápida en las tasas, lo cierto es que la mejora marginal de su economía en relación a otras como la europea, que fueron más tímidas en el uso de los instrumentos de política monetaria, anticipan una corrección a la apreciación del dólar que ya se empieza a dar en los últimos meses.
Este escenario de apreciación es consistente con menores precios de commodities, aunque en rigor la dinámica de estos últimos no es homogénea, siendo probablemente los alimentos menos afectados que otros commodities como los metales, con una demanda estructural menos firme y más dependiente del ciclo.
Considerando las cotizaciones actuales, la forma de la curva de futuros en Chicago y aplicando las variaciones a los precios FOB locales, la oferta de dólares potencial para el año que viene en concepto de exportaciones de los principales cultivos se reduciría en US$4.500 millones, incrementando las necesidades de divisas tanto para atender los vencimientos de deuda como para financiar las importaciones requeridas para lograr un crecimiento positivo (cada punto de crecimiento del PIB incrementa las necesidades de importaciones en alrededor de US$2.000 millones). Al mismo tiempo, la caída en el precio de la soja mantendría estable en pesos la recaudación potencial por derechos de exportación estimada para el año que viene, ya que compensaría el efecto positivo sobre el monto del aumento en el precio del dólar.
Esto sin considerar un aumento en la retención de la cosecha desde los niveles actuales, que podría restar aún más dólares para el BCRA y pesos para el Tesoro en el corto plazo y en 2015 (cada millón de toneladas retenida implica una postergación en el ingreso de US$400 millones en concepto de exportaciones y $1.400 millones en concepto de derechos de exportación). En este contexto, la necesidad de girar al crédito, que permita amortiguar por la cuenta capital la caída en las exportaciones resulta imprescindible. En enero, sin la espada de Damocles de la RUFO, veremos si priman los instintos de supervivencia necesarios para evitar un mayor ajuste de las importaciones y el consumo.