No importa la estadística que se utilice para medir la trayectoria de la inflación de los últimos meses, todas muestran una dinámica similar, un salto significativo en los primeros tres meses del año –concentrado fundamentalmente en febrero cuando se reflejó a pleno la devaluación brusca de fines de enero- y una desaceleración bastante significativa en los meses siguientes, fundamentalmente en el mes de junio cuando además coincidió una baja estacionalidad del índice de precios, con un acotado impacto de las subas discretas que mes a mes se vienen reflejando en distintos sectores de servicios con más y/o menos regulación. Según nuestra interpretación, esta desaceleración en la tasa de inflación, es la resultante directa de tres factores: Un valor del dólar que después del salto de diciembre-enero, empezó a funcionar nuevamente como ancla de los precios. Una caída en el nivel de actividad producto del impacto de la devaluación sobre los salarios reales y del apretón monetario de febrero (requerido para estabilizar la demanda de pesos y limitar el impacto sobre las reservas y la brecha cambiaria), que no convalida el traslado a precios de la suba en los costos. Y fundamentalmente la novedad para el “modelo” de utilizar el ancla salarial, con una paritaria que si bien registró un salto nominal en relación a la de un año atrás (29% promedio en 2014 vs. 24% en 2013), se ubicó bien por debajo del aumento del dólar (55% i.a.) y de las tarifas de servicios públicos (100% colectivos, 80% subtes, 100% en el primer tramo de los aumentos de gas y agua), generando una mejora en la foto del tipo de cambio real y una caída en la capacidad de compra de los salarios. En este contexto la política de precios cuidados que inicialmente sirvió para salir del “congelamiento” a la salida del ex Secretario de Comercio, contribuyó en los últimos meses a establecer algunos valores de referencia, relevantes para definir el costo de la canasta básica, y en algunos casos para tratar de “asegurar” una canasta económica para un segmento de la población que se refleja en el salto en la demanda de los productos incorporados al plan con precios entre 25 y 30% por debajo de sus similares en góndola. Evidentemente, no explica la desaceleración de la inflación mencionada, y mucho menos puede funcionar como un plan consistente para controlar la inflación hacia adelante. De momento, el objetivo de la política económica para contener la inflación, además de empezar a reconocerla luego de la grosería del INDEC entre 2007 y 2013, pareciera ser volver a utilizar como semi ancla el tipo de cambio y postergar la suba pendiente en la tarifa eléctrica. Algo que en el coyuntura actual y mientras se intenta abrir el crédito internacional (necesario para amortiguar la dominancia fiscal que implica ensuciar el balance del BCRA con necesidades de pesos y dólares del Tesoro en torno a 3,5% del PIB), requiere ser contrapesado con una fuerte política de esterilización de los pesos que se emiten para financiar un gasto público que sube por encima del 40%. Esta necesidad de dólares frescos por la cuenta capital, que permita financiar una transición ordenada volviendo a atrasar algo el dólar como estrategia de corto plazo para amortiguar la inflación y maximizar la capacidad de compra de los salarios hacia adelante, explica la necesidad de arreglar con los “buitres” y así cerrar el último capítulo de la agenda al crédito luego de haber avanzado con el CIADI, Repsol y Club de Paris. Si se logra concretar esta agenda al crédito, y se acota por esta vía el deterioro del Balance del BCRA, la inflación puede bajar un escalón el próximo año, en línea con la dinámica observada en los últimos meses. Aunque evidentemente, el abuso del ancla cambiaria y tarifaria como mecanismos para manejar la inflación, si bien tienen resultados evidentes de corto plazo, muy exitosos en el plano de la política como ocurrió en 2010 y 2011 cuando convalidaron subas del salario en dólares del 50%, nunca resultaron como una estrategia efectiva para crear una demanda genuina de moneda local. Asignatura pendiente de la política económica si se pretende generar los mecanismos para que el ahorro interno se traduzca en inversión y no se destine a financiar al resto del mundo. |