Cada vez que en Argentina el escenario se complica, aparece la pregunta “¿Cuándo se jodió la Argentina?”, la misma con la que Vargas Llosa refiriéndose al Perú comienza su novela “Conversaciones en la Catedral”. Y la verdad es que, dependiendo de cuando se empiece a contar la historia, las explicaciones pueden ser distintas en un país donde el stop and go caracterizó un muy bajo crecimiento tendencial desde finales de la primera guerra mundial.
El Kirchnerismo dilapidó una oportunidad histórica para intentar ubicar a la Argentina en la senda del desarrollo. Continuó maximizando el corto plazo, aun cuando ya en 2005 la economía había salido de la depresión económica de 2001/2002 y recuperado los niveles de 1998. Corto plazo que se extendió en el tiempo, gracias a una combinación extraordinaria dada por un salto en las cantidades exportadas (la cosecha se multiplicó por tres desde 1995 con la soja transgénica) y el salto en los términos del intercambio (la soja, que valía US$140 dólares en 2001, llegó a cotizar US$600 en medio de la “crisis con el campo” de 2008 para volver a ubicarse en US$330 al cierre de este informe).
Este elevado crecimiento que caracterizó a la Argentina entre 2003 y 2011 (la economía sólo cayó en 2009 afectada por la crisis de Lehman Brothers) fue impulsado por un cambio en la distribución del ingreso. Cambio que se dio a través de transferencias directas (jubilaciones y planes sociales que aumentaron 5 p.p. del PIB) e indirectas del sector público a las familias (la cuenta de subsidios llegó a alcanzar 4,1% del PIB en 2014), congelamiento tarifario, y salarios que crecieron en promedio bien por encima de la productividad del trabajo.
La resultante de esta dinámica fue un cambio agresivo en la composición del PIB donde tomó relevancia el consumo a expensas de la inversión (fundamentalmente en sectores que generan dólares y energía), reduciendo el crecimiento tendencial y provocando un estancamiento de la economía a partir de 2012, cuando se perdió el superávit externo (ya en 2009 se había perdido el superávit fiscal antes de intereses) y el Gobierno anterior no pudo (a pesar de que lo intentó tardíamente) acceder al crédito. A esto se le sumó una inercia inflacionaria en la zona del veintipico porciento desde 2007. Inflación que el Gobierno intentó ocultar a través de la intervención del INDEC en enero de 2007 y que resulta muy difícil de erradicar en una economía donde la indexación de contratos empezó a aumentar.
El cambio en el contexto fue de tal magnitud que un funcionario de la gestión anterior llegó a sostener que “esta vez el populismo era sustentable”, lo cual resultaba un oxímoron. El populismo, por definición, no es sustentable.
Pero el trabajo no intenta hablar del Kirchnerismo, sino de los dos años y medio de la gestión actual donde la lógica gradualista “no coordinada” encuentra problemas de sustentabilidad. Lo que sigue es un racconto de la situación recibida (la herencia), y la cronología de las medidas que fue adoptando el Gobierno desde que arrancó en diciembre de 2015 para llegar a la situación actual. Situación actual donde se acude al FMI, buscando suavizar el ajuste que impone el corte del financiamiento externo a una economía que, a dos años y medio de gestión, aumentó los desequilibrios de partida (déficit fiscal y externo) y fundamentalmente su nivel de endeudamiento (el del tesoro y el del BCRA).
El trabajo arrancó como un punteo informal de mi visión de los errores escrito en medio de la primera corrida contra el peso iniciada el 24 de abril pasado a pedido por un ahora ex funcionario del Gobierno. Punteo que luego fui compartiendo con algunos amigos y colegas que lo fueron criticando agregando comentarios respecto a olvidos y énfasis aplicados. Miguel Bein, con quien compartí el desafío de tratar de entender a la Argentina y delinear tendencias durante 12 años en el Estudio Bein (hoy Eco Go Consultores), fue quien me incentivó a publicarlo como un documento que como dice el título incluya una mirada sobre los eventos de los últimos dos años y medio. Como toda mirada, esta tampoco pretende ser “objetiva”, sobre todo cuando la perspectiva es muy corta y además se busca tratar de delinear tendencias hacia adelante.
El último capítulo de este documento va a reemplazar al informe mensual de junio, por lo que quienes quieran obviar la historia reciente pueden ir directamente a los capítulos 6.2, 6.3 y 6.4 donde se incluye un análisis de la letra chica del acuerdo con el FMI y una revisión de los escenarios 2018-2019 incluidos en nuestro informe anterior.