En el último trimestre del año pasado, el Gobierno avanzó con una serie de medidas tendientes a sortear la restricción externa frente al cierre de la cuenta corriente y la consecuente aceleración de la fuga de capitales. Estas medidas, combinadas con una suba de la tasas pasivas en pesos, permitieron una recuperación en el margen en las reservas en los primeros meses de vigencia, al punto que estas crecieron casi US$1.800 millones entre noviembre de 2011 y abril de este año. Eso fue posible a pesar de la utilización de reservas para cancelar deuda pública (cupón del PIB en diciembre de 2011 incluido) y de la caída en los encajes de los bancos (que forman parte de las reservas), contracara de la salida de depósitos en dólares gatillada por las propias medidas. No obstante ello, el mercado fue encontrando mecanismos para “eludir” los controles, lo que fue minando gradualmente la potencia de las medidas (en abril la “salida de capitales” volvió a superar los US$1.000 millones). Frente a estos movimientos, y a diferencia de otros períodos en la historia, el Gobierno reaccionó con una notable “audacia” para ir cerrando los agujeros por los que se escapaban los dólares, culminando en mayo con la prohibición total de la compra de moneda extranjera para atesoramiento.
Esta situación terminó con el principal grifo de drenaje de dólares. Pero las reservas, neteando el pago del Boden 2012, siguieron estancadas a pesar de que la liquidación de divisas del sector cerealero y oleaginoso sumó US$7.500 millones entre junio y agosto. En particular, durante este último mes, la liquidación del complejo promedió casi US$100 millones diarios, pero las compras netas del BCRA en el MULC se ubicaron en una media diaria de apenas US$10 millones. La diferencia estuvo explicada por varios factores. El principal está dado por el aumento en la demanda de divisas de las firmas para cancelar préstamos en dólares, con un sistema financiero que comenzó a recortar fuertemente estas líneas tras el desplome en los depósitos en moneda extranjera, que se volvió a acelerar a partir de mayo. Hasta el 24 de agosto, las financiaciones en moneda extranjera a empresas se redujeron en US$30 millones diarios, absorbiendo casi un tercio de los ingresos de divisas del CIARACEC al mercado cambiario. A su vez, y aunque resulta difícil de estimar dado que todavía no hay datos del mercado cambiario correspondientes al tercer trimestre del año, la demanda de divisas para turismo en el exterior (incluyendo adelantos en los pagos en pesos de paquetes turísticos y pasajes) también se disparó. En el primer semestre del año, la demanda de dólares neta por este concepto creció 65% (aunque parte obedece a un cambio en la metodología de pago por parte de los particulares y a un anticipo de estos gastos frente a los temores, ahora confirmados, de mayores restricciones), promediando un aproximado de US$20 millones diarios. Finalmente, creció exponencialmente el consumo en dólares mediante tarjetas de crédito, a un ritmo que estimamos en torno a US$10 millones diarios durante julio y agosto, situación que también demanda el acceso al MULC para cancelar las transacciones. Esta última dinámica es lo que está detrás de las recientes medidas tendientes a desalentar la demanda en el exterior vía tarjetas de crédito y débito, incluyendo el adelanto de 15% a cuenta de Ganancias y Bienes Personales y los mayores controles e intercambio de información con los bancos que generan los resúmenes de cuenta, que apuntan a hacer efectivo el cobro del arancel aduanero de 50% para las compras que excedan el límite permitido libre de impuestos. En caso de que las medidas no logren desalentar la salida de dólares por esta vía, no descartamos nuevas disposiciones que apunten a limitarla. Aunque es evidente que cuanto más se cierra el grifo cambiario, mayores son los riesgos de que el ancla cambiaria resulte menos efectiva frente al ensanchamiento de la brecha. La novedad es que la inyección de dólares adicional a la economía el próximo año, estimada en US$14.000 millones (US$10.000 millones provenientes del aumento en el saldo exportable estimado del complejo sojero y casi US$4.000 millones de los menores vencimientos de deuda en divisas), generaría un colchón que permitiría un mayor margen a la política para reducir la sobre reacción cambiaria hacia adelante. ¿Se aprovechará esto, o continuará la obsesión por evitar que se escapen los dólares aún a costa de generar mayores distorsiones a la economía? La negación de la inflación, y ahora del incipiente atraso cambiario que muestra la economía, atado con restricciones, deberán en algún momento ser encarados con un plan global. * Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados |