Algunas ideas sobre el corto y el mediano plazo

Luego de cinco años de crecer a tasas cercanas a 9% y una caída de la tasa de desempleo a 8,7% desde casi una cuarta parte de la Fuerza de Trabajo en el peor momento de la crisis, el eje de la discusión sobre la coyuntura está mutando de cuestiones tales como el crecimiento y el desempleo a otras como la inflación, la “congestión” en la provisión de servicios públicos y puntualmente la escasez de oferta en determinados mercados, incluyendo la de trabajo, donde se hace evidente una mayor dificultad de las empresas para cubrir ciertos puestos. Pero fundamentalmente, la pregunta que siempre surge es ¿hasta cuándo dura? Con una historia de crisis recurrentes en los últimos 30 años, el temor a un nuevo episodio todavía está en la memoria colectiva.

Esta vez, el dato que no escapa a la mayoría de los análisis es que las condiciones que enfrenta la macroeconomía argentina son –por lo favorables- inéditas. Por primera vez en mucho tiempo se da un ciclo largo de crecimiento sostenido en un contexto de solvencia externa y fiscal: los famosos superávit gemelos que mantienen protegida a la economía de una eventual corrección en el escenario internacional de altos precios de los commodities y extraordinaria liquidez en los mercados de capitales.

Sin embargo, cabe remarcar que, a diferencia de las experiencias de otros países, en las cuales períodos largos de expansión económica se reflejaban inevitablemente en una mejora de la situación fiscal y en un deterioro de las cuentas externas, en la Argentina reciente esta dinámica se da –sorprendentemente- en sentido inverso: el superávit externo no sólo no cae, sino que incluso aumenta, mientras que el superávit fiscal en lugar de aumentar impulsado por el fenomenal crecimiento de la recaudación, se reduce consistentemente a pesar de la trayectoria de la recaudación y de la creación de recursos adicionales que en algunos casos se generan vía la compra de pasivos a largo plazo como la que se da con la re reforma previsional.

Esta trayectoria dispar de los ahora ex superávit “gemelos”, a los que caracterizamos con la imagen de De Vito y Schwarzenegger en la película homónima, no es inocua desde el punto de vista de la lógica de la política económica. Con un superávit fiscal que cada vez representa una menor proporción del superávit externo, el esfuerzo del BCRA para manejar la trayectoria del tipo de cambio real es cada vez mayor, y el mantenimiento del superávit cuasifiscal dependerá en gran medida de la capacidad para poder manejar al menos algún sendero de devaluación nominal por debajo del aumento de los precios. Esto no es fácil en un contexto donde la inflación se aceleró y ya se adentró en dos dígitos, en parte por cuestiones ajenas a la política, como el alza en los precios de los commodities, las ganancias de transabilidad de algunos sectores y problemas de oferta específicos en alimentos frescos. Pero además donde algunas de las acciones utilizadas para contenerla comienzan a tener un efecto negativo sobre las expectativas de inflación. Resulta evidente que el aumento en la acción política sobre el IPC –inicialmente muy efectiva- llegó al límite en el cual las expectativas de inflación comienzan a ajustar al alza, mientras el IPC es “orientado” a la baja. Un año atrás, esta política de precios permitió reducir las expectativas del IPC, que según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) pasaron de 13% a principios de 2006 al 9,8% en que finalmente terminó la inflación. El IPC actuó de alguna manera como ancla en la negociación de contratos, incluyendo las paritarias. Hoy por hoy, en la medida en que el IPC pierde representatividad, se da la paradoja de que la fantasía respecto a donde se ubica la real inflación (que ya no puede medirse por el REM, que sólo estima la inflación del INDEC) pasa incluso a ser mayor que la inflación misma, y los costos se reflejan en una pauta salarial más de 1,5 p.p. mayor que la esperada a principios de año (16,5% acordada con los sindicatos vs. 15%).

Ahora bien, sin el tipo de cambio operando como ancla (dado el colchón existente) y con canales poco precisos de la política monetaria, las dos herramientas de política con que cuenta el Gobierno para manejar la inflación son el manejo de la puja distributiva que habilite un sendero consistente de recuperación del salario real y fundamentalmente mantener la caja fiscal. Ambas muestran por el momento un desgaste en el margen. De todos modos, y cuando se habla de consistencia, se da la paradoja de que las “malas noticias” operan en el corto plazo de forma funcional a la política económica, aunque evidentemente no alcanza. En sólo cuatro meses el aumento de las reservas explica poco más del 50% de las estimaciones del Mercado Único y Libre de Cambios de principios de año para todo 2007, lo que representó en los hechos un sobreesfuerzo de la política monetaria para esterilizar la emisión de pesos derivada del sector externo. Aunque con este escenario de liquidez internacional y con este sector externo la pregunta que surge es cual habría sido esta trayectoria si no hubieran mediado los ruidos en el INDEC, el aumento del Gasto Primario más de 6 p.p. por sobre los Recursos y el aumento en la conflictividad salarial en medio de la carrera electoral, entre otras.

Es decir: en el corto plazo “mucho ruido y pocas nueces”, pero en el mediano plazo depende en gran medida de la política. El manejo de un sendero de nominalidad decreciente en precios y salarios que acote la puja distributiva y una política fiscal prudente con el gasto creciendo por debajo de la recaudación, son condiciones necesarias para asegurar un tránsito sin sobresaltos. Hoy se dan las condiciones para que la economía avance en los próximos años hacia un crecimiento sostenido sin los abruptos shocks del pasado, claro que a una tasa más baja, entre 3,5% y 4,5%, y consistente con la tasa de inversión actual de 22% del PIB. Esto claramente no es poco teniendo en cuenta nuestro prontuario. La pregunta del millón es si esta tasa de inversión es consistente sólo con el nivel de rentabilidad actual derivado de este tipo de cambio o están dadas las condiciones para que la inversión se mantenga en el tiempo en niveles elevados, en la medida que se vaya dando el ajuste del tipo de cambio real. Esto último va a requerir en algún momento del establecimiento de señales largas respecto a las reglas vigentes en Argentina.

Directora Estudio Bein & asociados.